miércoles, abril 24, 2024

OTRAS INQUISICIONES: ¿Fracaso económico?

Pablo Cabañas Díaz
El apartado económico del Quinto Informe de Gobierno es la radiografía de lo que ha sido, en materia económica, el sexenio 2012-2018. El capítulo correspondiente apunta justamente lo que no se ha logrado. Dice: “Una de las principales metas nacionales del Plan Nacional de Desarrollo (PND) 2013-2018 es alcanzar un ‘México Próspero’, mediante la generación de un crecimiento económico sostenido e incluyente, que permita erradicar de manera permanente la pobreza, elevar el nivel de vida de la población y alcanzar una sociedad más equitativa”.
 “México Próspero” se llama el capítulo económico del Quinto Informe. Pero en todo su contenido no hay dato alguno que demuestre que se esté alcanzando una sociedad mexicana más equitativa, ni que esté cerca la erradicación “permanente” de la pobreza, mucho menos que se haya elevado el nivel de vida de la población.
La administración de Peña Nieto presume que la economía no ha dejado de crecer… pero a un ritmo tan mediocre que cualquiera de las cuatro administraciones anteriores (Calderón, Fox, Zedillo y Salinas), con todo y que tuvieron periodos de recesión, arrojaron un saldo de crecimiento mucho mayor al 2.2% al que ha crecido, en promedio anual, la economía en este gobierno.
Si se excluyeran los años de recesión en aquellos gobiernos, el de Peña Nieto quedaría francamente en ridículo. En un ejercicio que hizo Jonathan Heath, especialista en análisis de indicadores macroeconómicos, apunta que el crecimiento económico promedio anual en el gobierno de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994), si se descontara la recesión del año 1993, el crecimiento promedio anual en su gobierno sería de 4.4%.
En el caso de Ernesto Zedillo, en cuyo gobierno se registró la peor caída de la economía nacional en la historia reciente del país (-6.2% en 1995), el promedio anual de crecimiento económico en su gobierno, excluyendo 1995, sería de 5.1%.
Con Fox, que en sus primeros dos años la economía no creció, y más bien se mantuvo en terreno negativo por un mal desempeño de la economía estadunidense –a raíz del derrumbe de las torres gemelas de Nueva York y el desplome en las bolsas de las empresas tecnológicas llamadas punto com–, pero también por la llegada de China a la Organización Mundial de Comercio (OMC), que desplazó a México como segundo exportador de Estados Unidos, el promedio anual de crecimiento económico, sin esos dos primeros años, sería de 4.1%.
Igual tasa de crecimiento hubiera registrado la economía, como promedio anual, en el gobierno de Felipe Calderón, si se excluyera el fatídico año de 2009, el del clímax de la crisis financiera internacional iniciada un año antes y que para México significó una caída de su economía de casi 4.7%.
Con Peña Nieto, que en ningún año ha registrado recesión alguna o una caída trimestral significativa de la economía, ha tenido un desempeño económico verdaderamente pobre: sin recesión, el promedio de crecimiento promedio anual ha sido de 2.2%, según datos de Heath.
En el Quinto Informe de Peña Nieto, en su apartado económico de “México Próspero”, se hace la exégesis de todas las reformas estructurales emprendidas durante la administración, todas sus bondades, sus frutos y sus aciertos. Pero omitió, que desde diciembre de 2013, al cabo del primer año de gobierno, planteadas ya todas las reformas –que no aprobadas todas aún–, el gobierno esperaba de ellas. El 16 de diciembre de 2013, el gobierno publicó el Programa Nacional de Financiamiento del Desarrollo (Pronafide) 2013-2018, en el que se señalaba con absoluta certeza que “la implementación de las reformas estructurales incrementaría el crecimiento potencial de la economía mexicana de cerca de 3.5% en su nivel inercial a 5.3% hacia el 2018”. El crecimiento en este gobierno, año tras año, no dio siquiera para lo que ellos mismos llamaron “crecimiento inercial”, es decir, sin reformas. Lo que se veía desde 2017 en el Informe era  el fracaso de la reformas estructurales y del gobierno de Peña Nieto en materia de seguridad y la percepción de una alta corrupción e impunidad.

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