domingo, diciembre 22, 2024

OTRAS INQUISICIONES: En busca de la novela de culto

Pablo Cabañas

Los escritores José Agustín, Gustavo Sainz y Parménides García Saldaña tuvieron un libro de referencia en común: “El almuerzo desnudo” (1962), lo interesante de este texto es que no es una novela no lineal, por lo que no se puede establecer una trama en toda la extensión de la palabra. Esta novela fue publicada en español hasta 1989 y se relaciona con un departamento que se ubicó en el número 122 de la avenida Monterrey, en la colonia Roma, que resguardaba en su gris interior la historia de Joan Vollmer Adams (1923-1951), esposa de William S. Burroughs (1914-1997), quien murió asesinada en un intento de destreza a la Guillermo Tell por parte del escritor. Cuando trabajé en la Universidad de las Américas, los alumnos estadounidenses me preguntaban por este departamento art decó, húmedo y un tanto lúgubre, lo visitaban con la esperanza de poder conocer las paredes y los suelos que se bañaron con la sangre de aquella mujer. Burroughs nació en el seno de una familia acomodada. Su abuelo inventó una máquina de sumar que serviría para fundar la Burroughs Adding Machines, empresa que aún existe. Terminó sus estudios en Harvard en 1936.
Burroughs, desde pequeño descubrió que era gay, y su pasión por las armas de fuego le acompañó toda su vida. A principios de los años noventa, James Grauerholz, representante y asistente de Burroughs, aprovechó la conocida afición del escritor a las armas de fuego para lanzar una colección de camisetas firmadas por el autor de “El Almuerzo Desnudo”. Unos meses más tarde, Gap y Nike decidieron contratar al escritor para protagonizar campañas de publicidad destinadas a captar la atención de los consumidores más jóvenes. No obstante, a aquellos que eran más veteranos y conocían bien la vida y la obra del escritor —especialmente su afición al uso de estupefacientes y el asesinato de su esposa—, esta decisión no dejó de sorprenderles. Si bien podía resultar inusual, la estrategia de las dos marcas de ropa por vincularse al autor no era nueva.
En 1989, el escritor había participado en la película de Gus Van Sant, Drugstore Cowboy, con un pequeño papel cuya importancia, más allá de lo cinematográfico, no pasó desapercibida para la “crítica de cine” que destacó que el cameo del escritor aportaba a la película una suerte de  lo que en este siglo podriamos llamar el “sello de aprobación hipster”.
La apuesta de Van Sant hizo que, a partir de entonces, marcas y artistas considerasen que Burroughs era una palanca óptima para activar comercialmente al público más cool. En lo que no repararon fue en que, tal vez, era el escritor quien se estaba aprovechando de la repercusión de esas compañías para hacer lo que siempre había procurado con su literatura: socavar las bases de la sociedad estadounidense. Prueba de ello es la conversación que Burroughs mantuvo con Mick Jagger en marzo de 1980.
El motivo de la charla era escribir una entrevista que se publicaría en un libro conmemorativo por el vigésimo aniversario de The Rolling Stones. Lejos de mostrarse impresionado por la teoría de Burroughs, el cantante tuvo una respuesta escéptica, replicó que las películas y la televisión eran más efectivas que el rock and roll, preguntó qué era eso de la revolución cultural y, antes de recibir la respuesta, se permitió el lujo de afirmar que le sonaba a idea trasnochada. Agarrando los brazos de su silla y hablando con lentitud deliberada, como si se dirigiera a un niño retrasado, Burroughs dijo: “¿Eres consciente de que hace treinta o cuarenta años un cigarro de marihuana no podía aparecer publicado en una página impresa? ¿Y preguntas qué revolución cultural? Hombre, ¿qué crees que hemos estado haciendo todos estos años?”

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En el marco de la Jornada del programa Casa por Casa, realizada en la Alcaldía Tláhuac, Brugada destacó que el presupuesto garantizará austeridad y eliminará gastos superfluos. “Es un presupuesto que atiende las necesidades, combate desigualdades y asegura que no se apoyen lujos”, expresó la mandataria.

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