domingo, julio 27, 2025

OTRAS INQUISICIONES: Emily Cranz: La chica que cruzó la frontera

POR PABLO CABAÑAS DÍAZ

Emily Cranz, la muchacha de ojos chispeantes y voz traviesa que iluminó los escenarios del México de los años sesenta, ha muerto. Tenía 82 años. Fue más que una cantante, más que una actriz: fue un fenómeno de su tiempo. Una mezcla de inocencia americana y picardía latina que se movía entre mariachis, luces de varieté y cámaras de televisión como si el mundo entero fuera su escenario.

Nacida en Tucson, Arizona, como Emma Cranz Cantillano, hija de un padre californiano de ascendencia alemana y una madre sinaloense, Emily creció entre dos idiomas, dos culturas y un mismo sueño: cantar. Desde niña bailó en fiestas patrias, cantó en estaciones de radio locales y brilló en los actos escolares. A los 13 años ya había probado la televisión. No fue un debut estelar, pero sí el primer paso de una carrera que la llevaría, unos años más tarde, a las marquesinas de la Ciudad de México.

Fue en los foros del cine mexicano donde Cranz se convirtió en leyenda. Sus papeles eran ligeros, sí, pero no triviales. Con una mezcla de simpatía natural y precisión escénica, conquistó a un público que la adoraba por su autenticidad. No era una estrella manufacturada: era una chica real, de sonrisa amplia, que parecía haber salido de una matiné para quedarse en el corazón del público.

Grabó discos con orquestas tropicales, con mariachis, con grupos de rock incipiente. Cantó en inglés y en español. Bailó mambo, bolero y rock and roll. Acompañó a compañías artísticas en giras por México y el sur de los Estados Unidos. Y en 1970, con elegancia y sin aspavientos, se despidió de los escenarios tras aparecer en el Bob Hope Comedy Special grabado en Acapulco.

Luego vino el silencio. Un silencio sin escándalos, sin titulares. Se dedicó a su familia. A sus hijos, Francisco y Enrique. A una vida tranquila en Houston, lejos del bullicio de la fama.

Hoy, la chica del ritmo ha partido. Pero su voz —esa voz suave, cargada de swing, que enciende radios polvorientos y viejas películas en blanco y negro— sigue viva. En los archivos de la nostalgia. En los corazones de quienes, alguna vez, la vieron cantar bajo el reflector suave de un estudio de televisión mexicano, cuando todo era posible y el mundo aún se movía al compás de un mambo.

Emily Cranz no fue solo una estrella. Fue un estilo. Una época. Una melodía que aún flota en el aire.

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