miércoles, abril 24, 2024

OTRAS INQUISICIONES: El Licenciado: García Luna y el poder

Pablo Cabañas Díaz
Sergio Villarreal Barragán, alias El Grande, fue el primer testigo en el juicio contra Genaro García Luna, quien señaló los nexos del exfuncionario con el crimen organizado que se remontan a más de 20 años, cuando el ahora acusado fue director de la Agencia Federal de Investigaciones (AFI), durante el Gobierno de Vicente Fox (2000-2006). El primer colaborador de la Fiscalía lo acusó directamente de formar parte del grupo liderado por Joaquín El Chapo Guzmán  y de recibir sobornos mensuales durante años. En los primeros días de septiembre de 2006, Ismael (el Mayo) Zambada, líder del Cártel de Sinaloa, pactó con Arturo Beltrán Leyva (el Barbas), acercarse al entonces recién electo presidente Felipe Calderón para poner como encargado de la seguridad nacional a Genaro García Luna. Este episodio es el punto de partida del libro “El licenciado”, que publicó en 2020, el periodista Jesús Lemus, en el que desmenuza al “superpolicía” que ahora es señalado como el artífice principal de la violencia que azotó a México en el sexenio de Felipe Calderón (2006-2012) con su famosa guerra contra el narcotráfico.
A solo 20 días del trascendente encuentro entre los líderes criminales, cuando el entonces operador del Cártel de Sinaloa, Sergio Villarreal, logró coincidir con Calderón Hinojosa en el bautizo de la hija del entonces senador Guillermo Anaya Llamas. Según, Lemus era la tarde del 25 de septiembre de 2006, y el entonces presidente electo de México, acompañado de su esposa, Margarita Zavala Gómez del Campo, se presentó al pie de la pila bautismal de la Parroquia de la Encarnación de Torreón, Coahuila, para apadrinar a la hija de Anaya Llamas, casado con María Teresa Aguirre Gaitán.
Nada habría tenido de especial, salvo, porque el senador Anaya era cuñado de Sergio Villarreal, llamado el Grande por su estatura –casi dos metros–, presunto operador de la organización criminal de los Beltrán Leyva, que había penetrado desde años atrás a las estructuras del poder político de la comarca lagunera.
Además, porque el operador criminal y el entonces presidente electo coincidieron en el banquete ofrecido por la familia Anaya Aguirre. Aunque la familia no se escoge, tampoco debería negarla un político ansioso por lucir inmaculado, pues esto suele acarrear consecuencias desagradables. Adolfo Hernán Villarreal, hermano del Grande, contrajo nupcias, años atrás, con María Anaya Llamas, hermana del senador, con quien procreó dos hijas.
Guillermo Anaya dijo al periódico “El Siglo de Torreón” (6/03/06) que su cuñado Adolfo había abandonado a su hermana tres años atrás (2004) “y desde entonces no hemos sabido de él ni a qué se dedica actualmente”.  Todo indica que era una mentira del senador Anaya: el matrimonio Villarreal Anaya se mantuvo unido al menos hasta el 2 de junio de 2005 –año previo al bautizo–, fecha en que el mismo diario publicó una foto de la pareja sentada a la mesa de una fiesta.
De hecho, Elsa María Anaya inició su trámite de divorcio hasta septiembre de 2006, justo dos días antes del sonado bautizo, como consta en autos del Juzgado Tercero de Primera Instancia del Ramo Familiar en Torreón, Coahuila.
A pesar de esas dos pruebas, en 2007, Anaya exageró aún más, y dijo en una declaración de prensa que tenía 10 años que no veía a su cuñado y que su hermana se había divorciado en 2005.
Los expedientes señalan que Adolfo Hernán y Elsa María estuvieron unidos al menos hasta 2012. Aunque el 28 de julio de 2007 se publicó una sentencia que disolvió su vínculo matrimonial (expediente 652/2006), en el mismo juzgado hay otro expediente, de 2012, que describe acuerdos (0010/2012), y el cual daba trámite a un (¿nuevo?) divorcio de la pareja, ahora por mutuo consentimiento.
Meses después, indica Lemus en su libro, el mismo García Luna –que ya era socio de los Beltrán Leyva desde años atrás– concretó la reunión entre el Grande y Felipe Calderón, ocurrida en octubre de 2006 en la Ciudad de México. Duró menos de 20 minutos. Ahí Sergio Enrique contó al entonces presidente electo la petición de los cárteles que representaba: 20 millones de dólares era el pago si aceptaba poner a García Luna al frente de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP).
La respuesta de Felipe Calderón, según el Grande, citado por Lemus en su texto, fue: “dile a los señores que estén tranquilos, que no se les va a molestar”. “Esa versión es la que –Sergio Enrique, actualmente testigo protegido de la DEA en Texas–platicó decenas de veces en la cárcel de Puente Grande cuando estaba con Lemus en el mismo pasillo y era vecino de celda.

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