Pablo Cabañas Días
En la reunión de la OEA, presidida y auspiciada por México en Cancún, , nuestro país no pudo asegurar los votos necesarios para condenar al régimen de Nicolás Maduro. Manifestar preocupación por las prácticas antidemocráticas, la violación de derechos humanos, la violencia y el hambre en Venezuela, sin fijarse dónde está parado nuestra nación en esas materias no pasa por un lamentable descuido, sino por una estulticia monumental.
Los ejes del debate nacional son, hoy, aquí, precisamente los que se pretendía condenar allá, en el extranjero. ¿Prácticas antidemocráticas?¿Violación de derechos humanos?. ¡En qué cabeza cupo sentirse con autoridad política, diplomática y moral para reclamar afuera lo que se niega dentro?
La ahora ex canciller Rodríguez publicó una fotografía donde se observa al embajador de México en la OEA, Luis Alfonso de Alba, encontrándose con los supuestos agresores que atacaron a diplomáticos venezolanos. De ser cierta esa fotografía muestra el descuido de una diplomacia prepotente en sus formas y en su capacidad para lograr sus cometidos.
Las posibilidades de superar el umbral de los 23 votos necesarios eran muy altas y México pensaba en lograr un resultado abultado, con el apoyo de El Salvador. El humo blanco se fue oscureciendo con el paso de las horas. Detrás de horas de discusión, El Salvador pidió un receso en la sesión. Aseguraba que ellos sí, pero otros países –San Vicente y las Granadinas, Haití o Dominica, entre otros- no habían visto el nuevo texto. La sesión se detuvo casi una hora.
Unos días antes, la diplomacia mexicana había impulsado en Miami una reunión al máximo nivel entre los países centroamericanos y Estados Unidos. México dio por hecho que el gesto de promover aquel encuentro sería recompensado. El Gobierno de Maduro no tuvo que ofrecer nada nuevo, bastó presionar con la deuda para atraer a los votos que faltaban a Relaciones Exteriores. Solo entre República Dominicana, Haití, Granada y Antigua y Barbados suman más de 2 mil millones de dólares de deuda con Venezuela a través de acuerdos en el marco de Petrocaribe. El Salvador debe más de 900 millones de dólares, según información oficial.
La resolución condenatoria, buscó exhibir al régimen de Nicolás Maduro, pero también mostró al régimen de Enrique Peña en todos sus pasivos. Hay quienes piensan que al poner a la vista al régimen venezolano se le causó daño político al lopezobradorismo. Suponiendo sin conceder que fue una victoria, se trata de una victoria pírrica. Un triunfo más como los supuestamente conseguidos va contra los propios intereses de nuestra élite en el poder. Impresiona como todavía festejan sus errores.