Pablo Cabañas Díaz.
La semana pasada, Bernardo Sepúlveda, quien fue secretario de Relaciones Exteriores de 1982 a 1988, envió una carta al canciller Marcelo Ebrard, en la que le alerta de lo “altamente inconveniente” de la visita del presidente Andrés Manuel López Obrador a Estados Unidos. En la misiva, el excanciller planteó a Ebrard una serie de preocupaciones respecto de ese viaje. Para comprender lo que ocurre habría que remitirnos al poeta Ovidio quien señalaba que “la envidia, es el más mezquino de los vicios, pues se arrastra como una serpiente”. Sepúlveda en sus visitas a la Casa Blanca nunca tuvo el control de la situación como ahora intenta hacernos creer. En agosto de 1986, llegó a Washington, con De la Madrid para entrevistarse con Ronald Reagan. La intención era limar las asperezas surgidas entre los dos países. En varias entrevistas con la prensa estadounidense, De la Madrid dio la impresión de que la paz en Centroamérica el tema más candente de la agenda y que estaba a cargo de Sepúlveda, no era comprendida, y mucho menos aceptada en la Casa Blanca. Incluso antes del viaje circuló el rumor de que el secretario, tenía los días contados en el cargo. Las presiones del sector pro estadounidense del gabinete mexicano habían puesto contra la pared al titular de Relaciones Exteriores.
En los años ochenta, Richard R. Fagen, ex profesor de la Universidad de Stanford observó que la relación de Estados Unidos con México tenía una larga historia, y que los encuentros entre los presidentes de ambas naciones son intensos y a veces amargos. Mario Ojeda Gómez, de El Colegio de México, señalaba que la historia de la relación entre México y los Estados Unidos vista en su conjunto muestra que ésta no ha sido nada fácil, y ha estado caracterizada por el conflicto, más que por el entendimiento y la cooperación.
Al embajador Sepúlveda se le olvidó que, en agosto de 1986, el columnista Jack Anderson, recibió a De la Madrid con un artículo, titulado México hace millonarios a sus presidentes, en el que, citando a “fuentes de los servicios de inteligencia” de Estados Unidos, aseguraba que contaba con una cuenta secreta en Suiza en la que tenía entre 13 y 14 millones de dólares desde que había llegado a la presidencia en 1982. Anderson con acceso a la Agencia Central de Inteligencia , afirmó que De la Madrid tenía una fortuna que en total era de unos 162 millones de dólares. Una fortuna que Anderson califica de “discreta” en comparación con la obtenida por su predecesor en el cargo, José López Portillo, calculada de manera exagerada según el periodista entre mil y tres mil millones de dólares.
Como se ve la relación entre Reagan y De la Madrid, era complicada, era su quinto encuentro no aparecía el tema de Centroamérica. Su última reunión había sido en Mexicali, el 3 de enero de 1986, de enero a agosto acumularon resentimientos, desinformaciones y malentendidos. Entre los factores negativos estaban las acusaciones del senador Jesse Helms, de corrupción de políticos mexicanos y fraude electoral, y las denuncias de funcionarios estadounidenses sobre el tráfico de drogas. El entonces embajador de Estados Unidos en México, John Gavin -había dejado su puesto en mayo y no había sido sustituido-, y las informaciones críticas de la prensa estadounidense sobre las elecciones en Chihuahua pesaban mucho. Todo ello creó en México la sensación de que estaba en marcha una campaña para desestabilizar al país desde el vecino del Norte. Nadie puede recomendar lo que no pudo hacer en su tiempo, este es el caso del embajador Sepúlveda.