martes, abril 30, 2024

“Operación Gnomo”, plan del Kremlin para una fuga

Luis Alberto García / Moscú, Rusia

* Caridad del Río, la madre incómoda que frustró ese plan.
* El NKVD mostró inconformidad por su presencia.
* La presencia de Klava complicaba grandemente el operativo.
* Mercader recibió a Pablo Neruda y a Sarita Montiel en Lecumberri.
* También estuvo sometido a la vigilancia rigurosa del FBI.
* No se dejó fotografiar durante la mitad de su encarcelamiento.

El Comisariado Popular de Asuntos Internos (Narodnyy Komissariat Unutrennikh Del en ruso, el (NKVD), policía política soviética desde 1934 hasta 1943, predecesor del famoso Comité de Seguridad del Estado (Komitet Gosudastevennoy Besopasnosti en ruso, el KGB) que operaría de 1954 a 1991, mostró desde el principio su disgusto con la presencia de Caridad del Río en México.
La visita de la madre del homicida de Lev Trotski, apodada Klava por los espías soviéticos, alertó a las autoridades mexicanas, que reforzaron la vigilancia del recluso, y en la primavera de 1945, como informó Archive.org, el “Proyecto Venona” del FBI estadounidense.
Como programa clandestino, que daba seguimiento de los mensajes emitidos entre las embajadas soviéticas en el extranjero y en Moscú, detectó el siguiente correo, interceptado entre la Ciudad de México y la capital de la Unión Soviética.
“En lo sucesivo, considere que la presencia de Klava en la campiña complica grandemente la “Operación Gnomo”: por “la campiña” se hacía referencia a México.
Los soviéticos ordenaron a Caridad, agente del NKVD y amiga de Lavrenti Beria, que dejase México de inmediato, sin que volvieran a plantearse nuevos intentos para sacar a Ramón Mercader de la prisión, obligado a cumplir completa su condena de veinte años de reclusión, años que pasó leyendo, estudiando de electrónica y alfabetizando al resto de los presos, sus compañeros de celda y otros más.
Según el libro de Juan Alberto Cedillo, Nahum Eitingon, las operaciones secretas de Stalin en México, la estancia de Mercader en la cárcel mexicana de Lecumberri fue cómoda, pues recibía visitas de mujeres -entre ellas una de nombre Roquelia, con quien se casó y tuvo una hija-, comida de los restaurantes más refinados y cigarros de la Habana.
Todo gracias a los mil dólares en efectivo que recibía desde Nueva York mensualmente, dándose el lujo de haber sido visitado hasta al poeta chileno Pablo Neruda que fue a verlo en más de una ocasión, quien le guardaba respeto y admiración desde su condición de intelectual y escritor estalinista.
Existen fotografías de Ramón Mercader que se había dejado tomar el 16 de julio de 1950 en el patio de su celda de la prisión en donde ya había pasado diez años, la mitad de su condena, haciendo labor social entre los reos, alfabetizándolos y ocupado en la reparación de aparatos eléctricos.
Siempre discreto, reservado, el prisionero privilegiado y enigmático no había posado voluntariamente para una fotografía desde que fue sentenciado, pagando por una celda privada a través de Eduardo Ceniceros, su abogado, sin mostrar deseos de querer abandonar la prisión.
En su obra El cielo prometido, Gregorio Luri escribió que una mujer cooptada por los servicios de Stalin –nada menos que la hermosa cupletista y actriz española Sara Montiel- visitaba al asesino de Lev Trotski en su celda, quien le enseñó a leer y escribir, porque era fama pública que resultó ser analfabeta.
Algunas publicaciones escandalosas españolas aseguraban que la popular artista quedó embarazada y dio a luz a una hija de Ramón Mercader, que fue declarada muerta al nacer; pero que en realidad habría sido robada y entregada en adopción.
Mercader –que sentía adoración por Caridad del Río, mujer de fuerte carácter con un pasado revolucionario y personal turbulento, sin renunciar a sus hábitos de millonaria sin haberlo sido, aunque nunca se lo echó en cara- jamás perdonó a su madre que interfiriese en la Operación Gnomo, aunque lo hiciese involuntariamente. “Tuve que pasar dieciséis años más de cárcel por su culpa”.
Salió de prisión en 1960, sin relacionar durante los interrogatorios a la Unión Soviética o al NKVD con el asesinato del fundador del Ejército Rojo, jurando y perjurando que su verdadero nombre era Jacques Mornard, hijo de un diplomático belga.
Sostenido económicamente por los mandos soviéticos, reconocido como Héroe de la Unión Soviética, vivió bien, como un integrante más de la nomenklatura entre Moscú y La Habana, hasta que se le ocurrió criticar la invasión soviética del 21 de agosto de 1968 a Checoslovaquia.
Se trasladó a la capital de Cuba, en donde falleció de cáncer óseo el 18 de octubre de 1978, a la que había llegado el 8 de mayo de 1960 en un avión DC-4 de Cubana de Aviación –según registra una fotografía fechada ese día-, acompañado por el consejero político de la embajada checa en México, Olldrich Novicki, y su abogado Eduardo Ceniceros.
Mercader había sido liberado tres meses antes de la prisión, tras cumplir veinte años de sentencia; pero según reveló su hermano Luis Mercader, siempre pensó que el cáncer de huesos que lo mató fue provocado por un reloj radiactivo que le regalaron en una fiesta en la sede del KGB en La Habana, sin que existan pruebas fehacientes que confirmen esa versión.
En su reportaje político El cielo prometido, el periodista italiano Gregorio Luri informó de un acuerdo de Caridad del Río con Lavrenti Beria, el jefe del NKVD, para que la “Operación Gnomo” desplegara una espesa cortina de humo que distrajera a los estadounidenses, con el objetivo de dar margen de maniobra a otra operación.
Se trataba del plan secreto “Enormous”, que pretendía apoderarse de las investigaciones nucleares estadounidenses del “Proyecto Manhattan”, encargado a científicos de diversas nacionalidades para crear dos bombas de hidrógeno.
Fueron las armas atómicas que, el 6 y 9 de agosto de 1945, serían lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki por dos fortalezas B-29 pilotadas por Paul Tibbets y Charles Sweeney, que aniquilaron a 200 mil japoneses en el mismo instante.
La gran pregunta que se hacen analistas, políticos y politólogos, es si hubo voluntad en rescatar a Ramón Mercader del Río o si la “Operación Gnomo“ fue una suerte de distracción finalmente frustrada por el ataque de paranoia que ocurrió a Caridad del Río en los juzgados, justo en el momento decisivo.

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