viernes, noviembre 29, 2024

Nostalgia por el “Vozhd” Iósif Stalin

Luis Alberto García / Moscú, Rusia

* La etapa más negra, entre purgas y asesinatos.
* Hubo tres factores que fueron cimientos estalinistas.
* Parte de la población rusa quiere su retorno.
* Hay una inquietante imagen positiva del dictador soviético.
*¿Justifica una historia de horrores y crímenes tal situación?

La figura de Iósif Stalin, el gobernante que mantuvo un régimen unipersonal y despótico de 1924 a 1953 en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, está viviendo un resurgimiento en la Rusia del siglo XXI.
Se calcula que más de la mitad de la población reivindica sus logros como economista y militar, cuestiones ambas que siempre fueron puestas en duda por sus sucesores ¿Está justificada esta añoranza desde un punto de vista histórico?
La escritora y Premio Nobel bielorrusa de Literatura, Svetlana Aleksiévich, abordaba el fenómeno en una entrevista: “Me sorprendí viajando por Bielorrusia (Belarrus, antigua república soviética) descubriendo lo importante que sigue siendo Stalin para la población”.
La recuperación del mandatario soviético de la que hablaba Aleksiévich viene avalada por las encuestas, y según estudios recientes, más de la mitad de la población rusa actual tiene una buena opinión sobre el “hombre de acero”.
Unos reivindican la figura de Stalin como el estadista que convirtió a la Unión Soviética en una superpotencia, al poner las bases de lo que sería ese país en la segunda mitad de siglo anterior.
Otros lo consideran el gran estratega militar que consiguió derrotar al fascismo en la Gran Guerra Patria, como se conoce en Rusia la Segunda Guerra Mundial. Pero ¿está justificada esta nostalgia desde un punto de vista histórico?
Astuto, metódico, cruel, diligente e hipócrita antes que inteligente y con una extraordinaria capacidad organizativa, Stalin era también un hombre desconfiado, intolerante y enormemente vengativo.
Para la realización de sus planes, no tuvo escrúpulos en eliminar a millones de personas, amigos y enemigos, jefes y creadores de instituciones, a la alta oficialidad militar o cualquier otro elemento que creyese conveniente.
Su “milagro económico” maquilló las hambrunas que se desencadenaron en territorios como Ucrania entre 1931 y 1933 con la colectivización forzosa y el terror impuesto desde la cúpula, mientras que sus logros bélicos comportaron unas pérdidas humanas descomunales entre sus compatriotas.
Por no hablar de sus purgas colectivas iniciadas tras la muerte de Sergei Kirov, luego de que Nikita Khruschev, puso al descubierto los crímenes de la era estalinista en el XX Congreso del Partido Comunista en 1956, incluida la revelación de la existencia de miles de campos de trabajo para prisioneros -Gulag- desterrados de la satrapía en Siberia, Sajalín y Kamchatka.
No obstante, a más de treinta años de la disolución de la Unión Soviética, aflora una añoranza del padrecito Stalin, el dictador implacable que logró consolidar un régimen, el socialista, percibido por algunos como más estable.
Aquel pasado es considerado por ciertos sectores más seguro e igualitario que el actual capitalismo de Estado, primero por Borís Yeltsin y después por Vladimir Putin, del que algunos se sienten ciertamente desencantados.
La memoria, una vez más, se demuestra selectiva, olvidándose el terror, el hambre y las colectivizaciones de hace casi un siglo, cuando una nación surgía de una Revolución y una guerra civil atroces que se llevaron millones de vidas humanas por delante.
Desde fines de 1917 hasta la Navidad de 1991, el Partido Comunista de la Unión Soviética, su Presidente y secretario general fueron los máximos dirigentes de un Estado totalitario, con leyes impuestas y una ciudadanía siempre temerosa y aterrorizada ante el peso del poder político que representaban.
Desde su subconsciente, los rusos, bajo la hegemonía política, social y económica que fuere, siempre requirieron y necesitaron del “Vozhd”, el Caudillo, el Jefe, el Único.
Aunque había cierto temor de que un antiguo oficial del Comité de Popular de Seguridad Interna del Estado (Narodnyy Komissariat Vnutrennikh Del) (NKVD) volviese al pasado siniestro de los servicios secretos, se prefirió tratar con alguien con un buen conocimiento de la época contemporánea.
Solamente la reflexión y la madurez, la formación y la educación pueden garantizar que no vuelvan los malos tiempos, vividos durante más de siete decenios en una gran nación que intenta superar los cambios, sin voltear jamás al pasado.

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