martes, noviembre 26, 2024

No hay ni socialismos con clase media ni liberalismos puros sin clase ociosa

Efraín Kleriga Grossgerge

 

No hay ni socialismos con clase media ni liberalismos puros sin clase ociosa y desamparados como polos o extremos. Mientras que las dictaduras nacionalistas comienzan logrando prosperidad y acaban al tocar los límites de sus fronteras económicas y la ampliación de una clase privilegiada que provoca enormes descontentos sociales.

 

Los liberalismos terminan por ser crueles con los grupos sociales que, por falta de instrucción, de capacidad empresarial o de capacidad física o sicológica, no logran llegar a los promedios de ingreso. En estos liberalismos de alguna forma priva un fascismo social y económico, que considera que toda ayuda social es por sí misma una especie de socialismo y que el socialismo es un peligro que acecha a la prosperidad.

 

Los populismos, que inician por la promesa de una edad de oro terminan en el caos, en peor de los casos como el Khmer Rouge de Pol Pot, y rápidamente se convierten en fascismo, terminan con la prosperidad económica al convertir en motor de la economía a la misma entidad que rige la política.

 

En suma, ambos tipos de gobiernos puristas terminan en lo mismo, una sociedad desequilibrada con una clase social descontenta que buscará las reivindicaciones y una clase privilegiada. Solo que mientras en el liberalismo la clase privilegiada es amplia y cambiante, en los populismos esta clase es reducida y políticamente más poderosa y homogénea.

 

Son curiosamente países monárquicos, si bien monarquías constitucionales con gobiernos civiles, es decir, donde hay jefe de Estado y jefe de Gobierno, las que han logrado un mayor equilibrio social y económico. Gran Bretaña, Holanda, Bélgica, Noruega, Suecia, Dinamarca y Liechtenstein. Hay otras monarquías constitucionales donde las cosas no han llegado a sus mejores niveles, como España y Japón, si bien en este último el nivel de ingreso per cápita es muy alto y los grupos en pobreza mínimos, parece que aún se requiere de mayor fomento social. En este grupo debemos incluir a Alemania, una república, pero donde existe una jefatura de gobierno y una jefatura de Estado pero civiles ambos, pero donde se logran altos estándares medios, culturales, sociales y económicos.

 

El bienestar social en estos países donde hay una dualidad de gobierno y Estado, aún hay ricos muy ricos, pero los pobres son menos pobres y la clase media más amplia; el sistema de salud, por ejemplo, funciona muy bien y algunos tienen sistemas universales. El Estado ciertamente se preocupa por no tener ciudadanos en pobreza y estos, generalmente, son inmigrantes.

 

En suma, los sistemas puristas son una receta para el caos, unos terminan en el supremacismo y en la dictadura económica de clases dominantes y los otros, los populismos como Rusia en el extremo más alto y como Venezuela y Bolivia, en un punto bajo, son países monoexportadores en los que la riqueza está centrada en recursos naturales y donde existen oligarquías y las economías tienden a fallar cuando las aspiraciones empresariales chocan con las limitaciones impuestas por los gobiernos y donde, el respeto a los derechos humanos y específicamente a los derechos políticos, ha dejado de existir o se encuentra muy acotado. En este último nivel tendríamos que poner a China, un estado socialista con economía de mercado en rápido crecimiento y una sociedad llena de limitaciones civiles y políticas.

 

Claramente la solución está en observar que mientras el nacionalismo y los teísmos son una tara histórica que deriva de los feudalismos y las revoluciones sociales o de independencia del Siglo XVIII y XIX, el socialismo no funciona ni como rector de la política ni de la economía, mientras que el liberalismo no funciona como sistema de equilibrio social. Las monarquías constitucionales dan el ejemplo, generación de riqueza con la libre empresa y el libre comercio, y generación de impuestos redirigidos al fomento social para impedir la pobreza de capacidades y clima de respecto a los derechos humanos.

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