CIUDAD DE MÉXICO, 9 de septiembre (AlMomentoMx).- En el artículo Migraciones laborales y redes trasnacionales. El caso de una comunidad Mixteca de la revista Diarios del Terruño, número 6, Lilia Adriana Solís Arellano, doctora en estudios sociales por la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), expone que desde la aplicación del programa bracero, impulsado por el gobierno de Estados Unidos entre 1942 y 1964, la salida del país de trabajadores indocumentados indígenas ha ido en alza.
En los años 80 del siglo pasado, la crisis agrícola y el descenso de los salarios obligaron a gran número de personas a mudarse a Huajuapan de León, Tenextepango, Morelos; Acatlán de Osorio, Puebla; ciudad de Oaxaca y, en un segundo momento, los destinos principales fueron la capital nacional y Tijuana o el Valle de San Quintín, en Baja California.
Solís Arellano explica que los mixtecos que salieron de Oaxaca nunca perdieron la comunicación con sus familias e incluso en algunos momentos regresaron para convivir con quienes nunca salieron de sus tierras, incentivando con este contacto el fenómeno migratorio al invitarlos a seguir sus pasos en otros lugares donde existen mayores oportunidades de trabajo.
Los migrantes de la zona mixteca tienden a salir, de acuerdo con los registros de la doctora Solís Arellano, acompañados de toda su familia o a donde llegan rápidamente crean una nueva, ya que el esposo no es el único proveedor del hogar pues mientras él trabaja en el campo la esposa se encarga de la venta de los productos cosechados.
Esta relación laboral de familia con los empleadores se convierte en benéfica para ambos grupos, mientras que el patrón obtiene mayor producción a menor costo, los empleados, al no ser los dueños de la siembra, trabajan jornadas más cortas con un salario asegurado.
Este movimiento no se limita al interior del país y ha trascendido fronteras. A partir de los años noventa del siglo pasado, en el estado de California, Estados Unidos –primer lugar en agricultura que produce la mitad de las frutas y verduras que se consumen en ese país– la mano de obra agrícola está constituida en más de 10 por ciento por trabajadores mixtecos, con lo que se convirtió en el grupo indígena más numeroso, superando incluso a pueblos nativos estadounidenses.
En otras regiones como Nueva York los migrantes indígenas llegan a cubrir espacios de servicio en el sector terciario: cubren plazas de empleadas domésticas, jardineros, albañiles, ayudantes de cocina, vendedores de flores, meseros, niñeras y panaderos, entre otras.
A pesar de vivir lejos de sus pueblos los migrantes no rompen con su identidad étnica ni comunal. En las ciudades forman grupos cohesivos de solidaridad mutua siguiendo patrones muy semejantes a los que existen en sus lugares de origen, estos lazos son los que los mantienen unidos con su comunidad.
Los mixtecos envían apoyos económicos y visitan sus comunidades al menos durante las festividades y “a pesar de estar en otro país se hacen presentes mediante remesas, envió de materiales para el campo e incluso intercambio de ideas”.
Los que permanecen en sus pueblos de origen también cambian la manera de relacionarse; existen modificaciones notables en la infraestructura de los municipios, el pueblo comienza a pavimentar calles, las casas ahora se construyen con cemento y techo de loza y los locales comerciales se hacen cada vez más frecuentes, concluyó.
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