Silvana Consuegra
CIUDAD DE MÉXICO.- México atraviesa un terreno movedizo y silencioso: la salud mental. Este 10 de octubre, Día Mundial de la Salud Mental, la realidad se impone con cifras que cortan el aliento: una de cada tres personas en el país desarrollará algún trastorno mental a lo largo de su vida. Hablamos de más de 42 millones de mexicanas y mexicanos que, tarde o temprano, necesitarán apoyo emocional y atención profesional.
La ansiedad no es un lujo ni un capricho; es la respuesta de millones de personas que cargan con estrés, inseguridad, violencia y desempleo. Más de 49% de la población adulta ha experimentado síntomas de ansiedad y 3.6 millones de adultos padecen depresión. La juventud es el sector más afectado, atrapada entre expectativas sociales, presión académica y un entorno cada vez más hostil.
Y sin embargo, la respuesta institucional es mínima. El Consejo Ciudadano reporta que la demanda de atención psicológica gratuita creció un 495% en los últimos años, mientras que los recursos oficiales han caído un 35%. El gasto público destinado a salud mental apenas alcanza el 2% del presupuesto total en salud, una cifra que refleja la gravedad del desinterés.
Las consecuencias son tangibles y dramáticas: intentos de suicidio, violencia intrafamiliar, consumo de sustancias y un impacto silencioso en la productividad y calidad de vida. La falta de protocolos efectivos y de personal especializado convierte a la salud mental en un tema invisible, relegado a la conciencia individual de quienes sufren, y no al diseño de políticas públicas que realmente cambien la ecuación.
Este Día Mundial de la Salud Mental no puede ser un recordatorio más; debe ser un llamado a la acción. México necesita inversión, políticas públicas claras, programas educativos que rompan estigmas y servicios accesibles que lleguen a quienes más los necesitan. Porque ignorar esta crisis es apostar a una sociedad con más miedo, más ansiedad y menos bienestar.
Especialistas coinciden en que es necesario:
Reforzar los recursos humanos en el sector de salud mental.
Potenciar la atención comunitaria y las alternativas a la institucionalización.
Promover un enfoque centrado en derechos humanos y reducción del estigma.
Garantizar un uso racional de psicofármacos mediante guías clínicas y campañas de sensibilización.
Atender las necesidades de colectivos vulnerables, como personas mayores o en situación de exclusión.
AM.MX/fm