CIUDAD DE MÉXICO, 8 de febrero (AlMomentoMX).- Si una persona labora 11 horas al día es dos veces más propensa a padecer depresión, y si lo hace durante 55 a la semana, su riesgo de sufrir un infarto es 33% mayor, datos preocupantes si se considera que México, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), es el país miembro en donde se trabaja más al año (dos mil 246 horas) y donde las personas se retiran a la edad más avanzada (73 años).
De acuerdo con Rodolfo Nava Hernández, académico de la Facultad de Medicina de la UNAM, parte de este problema se debe a que quienes organizan estos esquemas laborales son los patrones, y lo hacen con pocos acotamientos por parte de la autoridad.
Indicó que son los jefes quienes establecen los horarios de entrada y salida, salarios, niveles jerárquicos en las empresas y hasta las obligaciones de cada quien, al tiempo que entorpecen y frenan cualquier intento de impulsar mejoras en este ámbito.
La mayoría de las legislaciones en el mundo estipulan que una persona tendría que laborar 40 horas a la semana como máximo, pero la nuestra establece 48 (sin contar tiempos extras), lo cual llega a generar afectaciones orgánicas, psicológicas e incluso sociales, pues el esfuerzo excesivo deteriora las relaciones familiares e interpersonales, señaló Nava Hernández.
Para el experto, uno de los aspectos más inquietantes derivados de esta sobrecarga de trabajo es el estrés, pues aumenta el cortisol, hormona que incrementa los niveles de azúcar (y favorece la diabetes); debilita el sistema inmunológico; causa problemas digestivos; estimula la secreción de ácido gástrico; eleva la presión arterial, y ocasiona infertilidad, irritabilidad, palpitaciones, cansancio o dolores de cabeza permanentes, así como falta de apetito, y alteraciones en los ciclos del sueño.
“De hecho, los japoneses tienen una palabra, karoshi, que significa muerte por exceso de trabajo. Se calcula que dos mil 300 nipones fallecieron en 2015 por esta causa. Las leyes de ese país consideran que, si alguien perece en dichas circunstancias, el gobierno aportará a su familia 20 mil dólares, mientras que la empresa contratante desembolsaría hasta un millón y medio de dólares de demostrarse que el deceso se debió a una desmesura ejercida contra su empleado”, apuntó.
En comparación, México cuenta con una de las legislaciones más atrasadas en este punto, al grado de que nuestra nación no reconoce como enfermedades laborales a aquellas derivadas del estrés, pese a toda la literatura médica al respecto y a sus notorios impactos en el bienestar de los individuos, concluyó Nava Hernández.
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