CIUDAD DE MÉXICO, 12 de junio (AlmomentoMX).- Hace 20 años en México era muy poco probable que los papás acudieran a las juntas del colegio de sus hijos o a festivales de fin de año; es más, la celebración escolar del Día del Padre era inexistente. Este cambio, que se ha presentado principalmente en las zonas urbanas del país, obedece principalmente a factores económicos: “El gran grueso de las madres mexicanas laboran y antes no era así. Así que la educación y la atención de los hijos en sus tareas escolares comenzó a ejercerse por quien estuviera más cerca del colegio del niño o dispusiera de los mejores horarios. Así los papás comenzaron a integrarse en el proceso educativo de sus pequeños”, dijo la Mtra. Claudia Sotelo Arias, directora del Centro de Especialización de Estudios en la Infancia (CEEPI).
¿Qué implicó este cambio en la formación integral de los niños mexicanos?: “En estudios clínicos que tenemos en CEEPI se ha demostrado que cuando los papás intervienen en la educación de sus hijos, los niños (y adolescentes) tienen un mejor rendimiento escolar, mayores capacidad de integración con otros niños y sobre todo esto saben que existen los límites en el hogar y por lo tanto lo replicarán en sus otras esferas sociales”, explicó la Mtra. Susana Salazar Gómora, coordinadora de CEEPI.
A decir de Sotelo Arias, los niños que conviven con sus papás tienen mucho más claro cuál es su rol en la vida, poseen identidad y en general se muestran mucho más alegres, seguros y participativos en sus actividades (juegos, tareas del hogar y escolares): “No es posible generalizar, pero sí sabemos por datos de nuestra clínica que esto se presenta cuando los papás están presentes en la mayoría de las actividades que realizan los hijos o en su defecto alguna figura que represente la paternidad (hermanos, abuelos, tíos); es decir, a la par que mamá”, dijo Sotelo Arias.
Cabe señalar que este rol que juegan los padres no es nuevo; se está recuperando: “Hace 40 ó 50 años el niño o niña que regresaba de la escuela generalmente compartía con su papá (que tenía un negocio o desempeñaba un oficio cercano a su casa) el trabajo por las tardes. Era jugar trabajando con papá, con lo cual había una interacción constante y sana. Desde la década de los setentas, la mayoría de los papás se volvieron empleados y con sus horarios laborales tan largos, desapareció el proceso de formación entre padre – hijo”, señaló Salazar Gómora.
Es por ello que las generaciones de adultos de esas décadas (incluso de los noventa) suelen ser las más ingobernables y con mayores índices de depresión en ese sentido: “Por fortuna los padres ahora están más presentes en las tareas de sus hijos. Un papá es un activo en la formación y educación de sus hijos, y debe ir a la par de la madre; así formarán mejores niños y por ende, estarán creando mejores personas a futuro”, concluyó la Dra. Claudia Sotelo Arias.
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