jueves, abril 25, 2024

Maradona Fervor de Buenos Aires

Por
Rafael Serrano
A Luis Alberto García
mago de la pos-verdad en la crónica deportiva alada

Primer fervor
1974


La casa donde vivió Maradona en Villa Fiorito

En 1974, trabajaba en el otro barrio de Buenos Aires: Montevideo. Vivía en la otra orilla de la desembocadura del Río de la Plata. Eran días difíciles y convulsos, Isabelita paseaba el cadáver de Perón y los militares blandían los sables anunciando días oscuros para las libertades. Aun así, iba todos los fines de semana a Buenos Aires a visitar restoranes, terrazas y bibliotecas; y por supuesto, ir a la bombonera para ver los partidos del Boca Juniors, el equipo de los obreros estibadores que usaba los colores de la bandera de Suecia. Para vivir y sentir todo eso era cuestión de cruzar el charco en las barcazas o de tomar una avioneta y aterrizar en el aeroparque para estar en esa ciudad europea traída al fin del mundo para ser la capital de un país que, como dicen los argentinos, se cayó del mapa.

Desde ese entonces comprendí que el futbol ejercía una fascinación en mi imaginario: me uní al futbol como hincha virtual. Había visto jugar en los hexagonales de México al Independiente de Avellaneda, al River Plate y al San Lorenzo de Almagro que traía un goleador demoníaco llamado Sanfilippo. Leía las crónicas de los férreos equipos como Estudiantes de la Plata y Vélez Sarsfield. Tenía especial predilección por los porteros, los centros delanteros y sabía que Di Stefano era un argentino huido al Real Madrid, era un ejemplo del solipsismo porteño. La saeta rubia cantaba no soy de aquí ni soy de allá de Facundo Cabral. Recuerden que los argentinos no tienen problemas sino quilombos (alborotos).

Argentina era una metáfora cumplida, realizada: futbolistas excelsos, narcisos espléndidos y dramáticos, cantantes trágicos, boxeadores petulantes como Carlos Monzón y corredores de auto como el mítico JM Fangio; bailadores de tango que electrizaban por su sensualidad, actrices bellísimas, escritores fuera de serie como Borges, Cortázar y Bianco, cantantes como Mercedes Sosa, militantes populistas que defendían causas justas y nada más ni nada menos que el Che Guevara; todo ese amasijo cultural concentrado en la desembocadura del Río de La Plata y de espaldas a una geografía inmensa: entre la pampa del Gaucho Martín Fierro y la Patagonia de los dinosaurios y la tierra de fuego. Una ciudad estado nación que vive de cara a Europa, siempre estibando su futuro en un barco que los haga huir de un inmenso territorio que sus habitantes deshabitan todos los días. Y en este mundo y en esa época surgió Maradona: un chaval de barrio; un mestizo cuyos padres venían de la provincia de Corrientes (en la frontera con Paraguay y Brasil), de padres migrantes en un país que siempre emigra: guaraní y croata:

“Maradona nació el 30 de octubre de 1960 en el Policlínico Evita, de Lanús. Fue el quinto de ocho hijos, y primer varón, del matrimonio entre Diego Maradona (1927-2015) y Dalma Salvadora “Tota” Franco (1930-2011). Sus hermanos Raúl y Hugo también fueron futbolistas. Su familia, originaria de Esquina, provincia de Corrientes, estaba afincada en Villa Fiorito, partido de Lomas de Zamora, localidad ubicada en el primer cordón de la zona sur del conurbano bonaerense. Su ascendencia es guaraní por parte de su padre y parcialmente croata por parte de su madre (su abuelo materno era Mateo Cariolichi, en croata Matej Kariolić)”. Wikipedia:
https://es.wikipedia.org/wiki/Diego_Maradona#Or%C3%ADgenes_y_formación_futbol%C3%ADstica_(1969-1976)

En los suburbios se vive generalmente mal a no ser que se habiten ínsulas paradisiacas con campos de Golf y guardias cuidando mansiones. Villa Fiorito era un arrabal como nuestro Chimalhuacán; calles sin asfaltar, predios con construcciones de láminas, todo a medio hacer, sin drenaje, sin servicios donde las familias sobreviven pululando alrededor de la gran ciudad. Ahí habita la tragedia y poco la felicidad, se vive con dureza y violencia con algunos rasgos de fraternidad y solidaridad. En este espacio social donde la pobreza impera el futuro no existe, solo la providencia y no hay más salida que jugar y esperar un golpe de suerte que cambie el destino y que lo libere de la la presión de llevar diario algo que comer.

“Fiorito es un barrio de casas bajas con pocos árboles, autos viejos y muchos carros estacionados de los que utilizan los cartoneros para trabajar. El sol pega fuerte en el mediodía en esta humilde zona de Lomas de Zamora, en la provincia de Buenos Aires. Pasa el camión de la basura con una bandera colgando que dice “Gracias, D10s” y el conductor toca la bocina. Los vecinos toman mate en la vereda mientras se cruza una camioneta pequeña que vende productos de almacén. Por un altoparlante, un señor anuncia: “huevos grandes, huevos chicos, huevos son huevos, señora”. En este barrio pasó su infancia, hace 60 años, Diego Armando Maradona. “
(Ver en: https://www.dw.com/es/villa-fiorito-despide-a-maradona-y-le-da-la-bienvenida-al-mito/a-55757624)

Ser pobre en la pobreza existencial no es fácil por eso cuando uno de uno de sus hijos salta a la fama no llega puro ni con las virtudes que la ideología del deporte proclama y exige con hipocresía: cuerpo sano en mente sana. Imposible. Los hijos de la pobreza llegan con hambre reivindicativa y cierta sed de venganza social: observen a los campeones del boxeo mexicano, desde el Ratón Macías hasta JC Chávez pasando por el toluco López, el púas Olivares, el mantequilla Nápoles o incluso Sal Sánchez, todos impuros que al llegar al trono deportivo compraron la casa para su madrecita, el auto más caro posible y las joyas más ostentosas, frecuentaron todos los antros y burdeles, vistieron ridículamente con modas impuestas, se liaron con vedettes y muchos terminaron adictos y arrumbados en clínicas mentales o en los separos policiales acusados de violencia y maltrato a sus familiares. Cierto: otros, domesticados o “civilizados”, intentaron poner ejemplo con sus buenas maneras aprendidas del manual de Carreño; pero terminaron en el ridículo o en la impostura, son ahora comentaristas o entrevistables perpetuos.

Maradona era de esa estirpe. No era un cheto (fifí o pijo), lo contrario a eso: un pibe del arrabal, un miembro de la bandas del Banlieue latinoamericano, paracaidista de la vida. Diego Armando nació en Lanús pero creció en Villa Fiorito, donde las canchas eran de tierra y cuando llovía eran charcos de lodo, un potrero llamado “las siete canchitas”, que era, como sea, un espacio lúdico y épico para los chicos sin esperanza; y ahí floreció un superdotado, bajito, fuerte y con una melena hirsuta, indomable como los guaraníes y los croatas. Ahí, dice la crónica, lo llamaron “El Pelusa” por su cabellera afro que revoloteaba como crin revuelta cuando tomaba la pelota. La crónica nos habla:

“A unas cuadras de su primer hogar está la canchita (en rigor, se le dice “potrero”) en donde Maradona jugó sus primeros partidos, cuando era un niño. El Club se llamaba Estrella Roja, hoy Estrella Unida. Era, y sigue siendo, una cancha de tierra. Ahí, bajo un techo de chapa, todos tienen una anécdota sobre la familia Maradona que contar. Están sentados frente a una parrilla prendida, beben gaseosa y cerveza, comparten un asado de pollo. Son locuaces hombres de sesenta años para arriba que se juntan cada viernes, con la diferencia de que hoy hay algunos periodistas queriendo conocer su historia. Y ellos la cuentan.”
(Ver en: https://www.dw.com/es/villa-fiorito-despide-a-maradona-y-le-da-la-bienvenida-al-mito/a-55757624)

Crónica de 1974 a 1986

La miseria engendra sus héroes con la fuerza de su impotencia y de su rabia. Con 9 años de edad, en 1969, fue reclutado por las fuerzas inferiores del club Argentinos Juniors (AJ); jugaba con el equipo de las fuerzas inferiores “cebollitas” y ganaba su primer torneo en los Juegos Nacionales Evita. En 1974 fue fichado por el por AJ, contaba con 14 años. El diario El Clarín consignaba, en 1971, que “había un pibe con porte y clase de crack”. Debutó con el Argentinos Juniors en 1976 y anotó su primer gol el 14 de noviembre.

En 1978, Menotti no lo convocó a jugar el mundial pese a que ese año fue campeón goleador y lo continuó siendo en 1979 y 1980. Menotti lo notaba demasiado joven. Pero había nacido una estrella. Sin embargo, en 1979, Menotti lo convocó a la selección juvenil y ganó el mundial juvenil, fue elegido el mejor jugador del torneo. En 1981 abandonó el Argentino Juniors y fue cedido a préstamo al Boca Juniors, dicen que Maradona no quiso firmar con los chetos del River que le ofrecían pagarle lo mismo que al gran arquero Ubaldo Fillol. Cuestión de clase. En su primer clásico le metió un golazo a Fillol.

Pero ya el Pelusa se manifestaba rejego para ser conducido por los entrenadores, era una diva en ascenso. Se alejaría del Boca Juniors jugando 40 partidos y convirtiendo 28 goles, era el año de 1982. Se retiró con una derrota contra el River. Ya estaba apalabrado con el Barcelona y en el mundial de España 82 tuvo un desempeño discreto y Argentina fue eliminada. El Barca pagó 1200 millones de pesetas por su pase, debutó el 3 de agosto de 1982. Se enfermó de hepatitis, se confrontó con el entrenador hasta que llegó Menotti a la dirección técnica del club catalán. Ganó dos títulos, Maradona fue considerado una de las grandes estrellas del fútbol español. Sin embargo, su carácter turbulento y su vida ya desbocada, hicieron que su permanencia en el club culé fuera efímera: fue suspendido por tres meses por provocar una gresca contra los jugadores del Athletic. Maradona abandonó el Barcelona habiendo jugado un total de 58 partidos y marcado 38 goles y partió a Italia para convertirse en el Rey de Nápoles; Diego ya se drogaba y llevaba una vida nocturna escandalosa. Dice la crónica que debuta en un club segundón, de media tabla para abajo. Diego logra en su primera temporada convertir 14 goles y ganar 24 puntos. Comenzaba su ascenso y en la segunda temporada de 1985, el Nápoli asciende a la tercera posición de la liga italiana.

Segundo fervor
1986


Recogiendo basura en Villa Fiorito de la Mano de Dios

En 1986, Era la segunda vez que aterrizaba en Argentina. Llegaba 12 años después, con treinta y tantos años acuestas y una encomienda del Rector de la UAM. Era una mañana brumosa de 1986, húmeda del verano austral. Un taxi me llevó al hotel y me tocó un taxista porteño que hablaba de corrido con los dejos argentinos del vos y del sabes. Lo primero que me preguntó fue si me gustaba el futbol: obvio le dije que sí y que además, aprovechando el viaje, era peronista, montonero y seguidor de Evita; por supuesto defensor de Las Malvinas; que le iba al Boca, que me gustaban los tangos de Discépolo y de Piazzola y ver bailar a las parejas en San Telmo, que era lector de Borges y seguidor de Rayuela de Cortázar… cumplía con todos los fervores argentinos. Pero faltaba uno: Maradona. El taxista me preguntó: ¿vos: qué opinás de Diego, el rey de Nápoles que nos dio el mundial ? Quedé mudo y mi memoria revoleteó.

En México 86, Diego había ganado por segunda vez la copa del mundo y maravillado al mundo. En Europa: desde Barcelona hasta Nápoles su fama crecía. Un fuera de serie bajito, duro fuerte y genial. Un superdotado; por fin, Argentina tenía un divo a la altura de Pelé. Di Stefano era un renegado como tantos que se habían diluido en los exilios perpetuos de los argentinos.
Diego Armando Maradona se consagró en el Mundial de México, convirtiendo cinco goles y dando cinco asistencias en los siete partidos que disputó. Jugó partidos cruciales, sin duda, el más memorable, contra Inglaterra donde logra el mejor gol en la historia de los mundiales y hace un gol fake genial, bautizado como la “mano de Dios”. La crónica del mejor gol, realizada por el periodista y locutor uruguayo Víctor Hugo Morales, lo dice todo:

“La va a tocar para Diego, ahí la tiene Maradona, lo marcan dos, pisa la pelota Maradona, arranca por la derecha el genio del fútbol mundial, y deja al tercero y va a tocar para Burruchaga… ¡Siempre Maradona! ¡Genio! ¡Genio! ¡Genio! Ta-ta-ta-ta-ta-ta-ta-ta… Gooooool… Gooooool… ¡Quiero llorar! ¡Dios Santo, viva el fútbol! ¡Golaaazooo! ¡Diegoooool! ¡Maradona! Es para llorar, perdónenme… Maradona, en una corrida memorable, en la jugada de todos los tiempos… Barrilete cósmico… ¿De qué planeta viniste para dejar en el camino a tanto inglés, para que el país sea un puño apretado gritando por Argentina? Argentina 2 – Inglaterra 0. Diegol, Diegol, Diego Armando Maradona… Gracias Dios, por el fútbol, por Maradona, por estas lágrimas, por este Argentina 2 – Inglaterra 0.”

Crónica de 1989 a 2019
Después del mundial, Maradona es el futbolista más conocido y admirado el mundo, también el más criticado y denostado. Su vida esta ya en manos del exceso y la megalomanía. En Italia conduce al Napoli a ganar el Scudetto y la Copa de Italia. Derrota a los grandes clubes del norte: Milán, Inter, Juventus, Torino. Berlusconi lo quiere llevar al Milán y Diego rechaza la oferta con espíritu meridional. Ahí nacen sus dos primeros hijos, Diego futbolista que no reconoció como hijo sino 30 años después (hasta 2016) y Dalma actriz. 1987-88 pierde el Scudetto a manos del Milán pero Diego es el campeón goleador, se le acusa de relacionarse con la mafia de la Camorra pero queda todo en una posverdad, algo cierto y algo falso.
En 1989, Napoli conquista la Copa de Europa (UEFA). Quiere irse al Marsella, en Francia, pero el presidente del Napoli lo impide. En 1990 el Napoli gana otra vez el Scudetto y consigue la supercopa italiana. Esta en la cumbre. En 1990 participa en el mundial de Italia. La selección argentina llega a la final, con Maradona infiltrado. Pierde ante Alemania y le otorgan el balón de bronce. Regresa a su club, el Napoli y gana en 1991 la supercopa italiana pero da positivo por cocaína en un control antidopaje. El castigo fue de un año y medio.
Opta por volver a Buenos Aires. La policía que ha recibido un pitazo allana su departamento donde le encuentran drogas y es detenido por la policía y se arma el tango. Fue liberado pero comienza su descenso a los infiernos: en Argentina la jueza le ordena someterse a un tratamiento de rehabilitación y en Italia los jueces lo condenan a 14 meses de prisión por tener drogas. Diego intenta rehabilitarse, juega partidos de exhibición y la FIFA lo estigmatiza, otros jugadores no podían jugar al lado del divo.
En 1992, después cumplirse la suspensión regresó a Europa pero ya no a Italia sino a España, al Sevilla, en un traspaso millonario. Maradona ya no era el mismo; era un jugador maduro, veterano cargando lesiones antiguas. Su presencia en el Sevilla fue discreta: 29 partidos, 6 goles y 9 asistencias. En 1993, volvió al fútbol argentino con el Newell”s Old Boys no sin broncas, el día de su primer entrenamiento asistieron 40 mil persona a verlo. Jugó sólo 5 partidos entre pleitos y lesiones sin goles. Pero su vida personal seguía siendo de página roja: agrede con un rifle a periodistas y fotógrafos. Es condenado a dos años de prisión en suspenso y a indemnizar los agredidos. No se le convoca para las eliminatorias del mundial de 1994. Después de una goliza que le propina Colombia (5-0), Argentina está prácticamente excluida del mundial. Requiere de un salvamento y bajo presión popular el director técnico de argentina pide que Diego vuelva a la selección. Con dificultades Argentina obtuvo la clasificación. Llegó al Mundial de EUA 1994. Maradona jugó dos partidos, metió un gol y al ser sorteado para el control antidopaje salió positivo. Se armó el escándalo; le detectaron 5 substancias “prohibidas”. Fue suspendido 15 meses. Pero hay polémica, según Wikipedia:

“Paradójicamente, la WADA (World Anti-Doping Agency) que comenzó a funcionar oficialmente en 1999, arribó a la conclusión que la cantidad ingerida no alcanzaba para ser considerado dopaje. El de Maradona fue el primer caso que estudió esta agencia para evaluar los cambios futuros en los reglamentos, pues llamaba la atención la cantidad de pseudoefedrina y sus derivados encontrada en su orina. Según fuentes posteriores, el positivo por el que se suspendió a Maradona no hubiera sido catalogado como tal en las décadas posteriores con los nuevos baremos utilizados.”
[Ver: https://es.wikipedia.org/wiki/Diego_Maradona]

Fue el fin de su carrera. En los mundiales jugó 91 encuentros y metió 34 goles. Todo lo que vino después fue la decadencia y el descenso físico y mental. Después 15 meses de suspensión (“le cortaron las piernas”), inició una carrera de director técnico; lo hizo con un equipo guaraní, el Deportivo Mandiyú, simbólicamente volvió al origen. No le fue bien, sólo logro 1 triunfo en 12 encuentros. Pasó a dirigir el Racing de Avellaneda, tampoco le fue bien, en 11 partidos sólo ganó 2. Y a pesar de estos fracasos regreso al Boca Juniors para ser Técnico y jugador. En 1995 funda el Sindicato Mundial de futbolistas que periclita rápidamente.

En 1997 regresa al Boca como jugador pero vuelve a dar positivo en drogas. Lo suspenden 11 meses pero lo salva un juez. Su último partido fue ante el River Plate, el Boca lo derrotó y Maradona anuncia su retiro al cumplir 37 años. Ya jubilado, dirigió al Boca y la selección argentina en el mundial de Sudáfrica con escaza fortuna. Los petrodólares lo llevan a los emiratos árabes y siguen los escándalos y las suspensiones. Crítica las mafias de la FIFA y asiste como figura estelar a la Cumbre de los Pueblos en respuesta a la Cumbre de las Américas liderada por Washington. Su paso como jugador del Boca fue malo, lleno de escándalos y se retira con mucha pena y mucha gloria.

Manda un mensaje entre nostálgico y culposo a los cuatro vientos: Fui, soy y seré drogadicto. Intenta controlar su adicción y sufre problemas de presión sanguínea en un programa de televisión. Y así, su leyenda prosperaba: entre tumbo y tumbo apoyó causas sociales, dirigió equipos del montón y siguió siendo el representante de los jodidos que aun en el infierno se convierten en ángeles. Su vida no era de ninguna manera ejemplar, era un amasijo de defectos psicosomáticos pero seguía siendo el Eneas de los hombres del sur. Valdano habla:

“En el momento que Maradona se retiró del fútbol activo, dejó traumatizada a Argentina. Maradona fue más que un futbolista genial. Fue un factor extraordinario de compensación para un país que en pocos años vivió varias dictaduras militares y frustraciones sociales de todo tipo. [Valdano añadió que Maradona ofreció a los argentinos] una salida a su frustración colectiva y por eso la gente lo adora allí como una figura divina.”
[Entrevista a Jorge Valdano en junio de 2006 para el diario alemán Süddeutsche Zeitung]

Tercer fervor
2020
«yo me equivoqué y pagué, pero la pelota no se mancha».

Tierra, techo y trabajo con Maradona en Villa Fiorito

2020. El mundo del fútbol expresó su profundo pésame por la pérdida de un hombre nada humilde que representó lo peor y lo mejor de un pueblo; un hombre genuino, argentino en estado puro. Fue un macho, adicto, violento y narciso: una mezcla hibrida entre un Henry Miller de las canchas y un breaking bad man; pero también un hombre solidario con los suyos (los descamisados) que defendió a los jóvenes caídos en Las Malvinas y estuvo con los populistas de izquierda, aquellos que abandonaron el consenso de Washington y se opusieron al neoliberalismo rampante que hundió en la miseria a América Latina: era un hombre del sur.

Lo nombraron Rey de Nápoles porque devolvió al sur italiano la dignidad, sus hazañas en la cancha eran el relato de la reivindicación del sur pobre y analfabeto de Italia ante un norte prepotente y rico. Era para hablar en el lenguaje de Gramsci: un jugador no orgánico que combatía la hegemonía cultural de una Italia dividida por la desigualdad. Lo mismo sucedía con su amor por jugar con el Boca Juniors o el Barca equipos republicanos que representaban al pueblo: unos a los estibadores de los muelles de Buenos Aires y otros, a un equipo que apoya la independencia y la autonomía de Cataluña.

El futbol es más que equipos o clubes, mercados y dinero. Es una forma en que la lucha de clases se sublima y donde se descarga toda carga identitaria. En México, sabíamos de eso cuando hablábamos del Rebaño Sagrado (Guadalajara), los once hermanos del Necaxa también llamados electricistas (hoy desterrados a Aguascalientes) y los mulos/potros del Atlante también llamados prietitos (hoy desterrados a Cancún), para diferenciarse de los equipos fifís como el América (los cremas y ahora descafeinados en águilas, los “académicos o margaritas” del Atlas hoy zorros o ahora los equipos empresariales como los rayados del Monterrey o el Santos Laguna. Una identidad que nuestro futbol ha diluido y perdido, otra afrenta de neoliberalismo de la liga mexicana de fútbol.

Maradona recuperó esa identidad que da el futbol como juego y como expresión social; fue el representante de una identidad recuperada, se la dio al pueblo marginado/excluido y de alguna manera, les hizo ver que era posible realizar la utopía: el pueblo al poder. Ganar a Inglaterra y humillarla por la invasión a Las Malvinas gracias a la “mano” de Dios y al genio de un jodido; derrotar a los equipos de la liga del norte italiano en manos de gentuza como Berlusconi y lograr la liga de campeones de la Europa civilizada, eran símbolos de una narrativa de la esperanza. Tanto en el mundial de México como en las canchas italianas y europeas la esperanza de la que hablaba Walter Benjamin, el Angelus Novus, se mostró con su cara redentora. Maradona: un descamisado que como Garrincha era la alegría del pueblo. Garrincha murió en la miseria y hundido por su alcoholismo no superado. Maradona destruido físicamente por años de excesos. Su violencia fue finalmente contra él. Ambos Garrincha y Maradona son dioses impuros, como dice Galeano; pero que aun muertos llenan estadios y conmueven a las multitudes. Representan al pueblo que no es sino un ser colectivo impuro y contradictorio.

Las feministas odian a Maradona, es para ellas impresentable e indefendible y con razón; pero como todo hombre hundido en sus vicios y defectos, en sus laberintos nacidos de las heridas sociales de la miseria y la injusticia, Maradona es una amasijo de vicios pero también de virtudes: ¿cuáles cuentan más? Me quedo con la tragedia que nos narra la existencia de dioses impuros que violaban troyanas y eran capaces de regresar a los brazos de Penélope. Maradona era del pueblo, de todos, y es justo que se le recuerde por su grandeza y no se olvide que también fue impuro: ¿quién no lo es? No pido exoneración pero tampoco quemar incienso, solo contemplar la tragedia y asombrarnos.

 

https://www.dw.com/es/villa-fiorito-despide-a-maradona-y-le-da-la-bienvenida-al-mito/a-55757624

 

https://lalineadefuego.info/2015/10/13/delincuentes-por-david-brooks/
Jeremy Scahill

 

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