domingo, octubre 6, 2024

Luces y sombras de un revolucionario

Luis Alberto García / Moscú, Rusia

* Trotski fue un agitador y activista imparable.
* Perdió la batalla del poder frente a Stalin.
* Confidente, compañero de armas y proyectos de Lenin.
* Se hizo militante revolucionario antes de los veinte años.
* Convergencias y divergencias con Vladímir Ilich Uliánov.
* Cien mil kilómetros en tren blindado durante la guerra civil.

Hay una famosa fotografía en blanco y negro en la cual se ve a Vladímir Ilich Uliánov lanzando un discurso encendido, una arenga de furia revolucionaria, seguramente era un gran pieza oratoria del líder bolchevique: en esa imagen también aparece Lev Trotski callado, apoyando el brazo derecho en la tribuna, de gorra y uniforme militar.
En ese lugar, en 1918, en la Plaza Roja el ideólogo de origen ucraniano mira hacia la multitud, mientras Lenin tiene ambas manos sujetando la orilla del templete, en una panorámica histórica que muestra a ambos bolcheviques recién llegados al poder y al nacimiento de la nueva Rusia dos meses antes, el 25 de octubre o el 7 de noviembre de 1917, según el antiguo calendario juliano.
La caída definitiva del régimen zarista fue justamente en el cumpleaños número 28 de Lev Trotski, nacido en Yurovka, Ucrania, en 1879, convertido en pocos años en uno de los pensadores marxistas más brillantes y emblemáticos del siglo XX.
También fue buen amigo, compañero de ideas y proyectos de Lenin, cuyo puesto como líder de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) creada en diciembre 1922 podría haber ocupado, de no haber sido por las disputas internas y envidias generadas a propósito en el mando revolucionario por el georgiano Iósif Stalin.
Mucho influyeron en su desplazamiento del poder la ausencia de Uliánov, las insidias de Stalin y su camarilla y el odio que éste le profesaba desde antes de que Lenin muriese el 23 de enero de 1924, víctima de un derrame cerebral, con la pérdida paulatina de algunas de sus facultades físicas desde semanas atrás.
Lev Davídovich Bronstein –su nombre verdadero- nació en territorio del imperio ruso, cuyos padres eran terratenientes judíos que vivían plácidamente en su pueblo; pero Lev no tardó en impregnarse de ideas revolucionarias.
En 1897, pasó a formar parte de los círculos de estudios y reflexión de una organización clandestina y dos años después conoció por primera vez la cárcel en Siberia en 1902, de donde escapó de ese exilio interno para huir a Europa tras haber falsificado su pasaporte cambiando su apellido por el de “Trotski”, el de su carcelero en Odessa, el más importante puerto del Mar Negro.
Desde entonces no pararon sus inquietudes como activista el movimiento revolucionario marxista, al volver clandestinamente a Rusia, ser orador incendiario en la revolución de 1905, caer otra vez en la cárcel, volver a huir a Europa y desempeñarse como corresponsal militar en los Balcanes, y en 1914 y los siguientes dos años -1915 y 1916- de la Primera Guerra Mundial permaneció en Estados Unidos.
A Vladímir Ilich Uliánov lo conoció durante su primer exilio, de quien recibió una grata y favorable impresión, a pesar de que sus opiniones eran convergentes y divergentes, como pasó cuando, durante la división del partido socialista entre los radicales bolcheviques radicales y los moderados mencheviques, Trotski se puso de parte de los segundos.
Lenin, indignado, lo llegó a llamar “vendido” y “Judas”, lo que posteriormente utilizó en su contra la propaganda estalinista; sin embargo, con el tiempo Trotski cambió de parecer y durante la revolución de 1917 participó como bolchevique excepcional, cuyas cualidades oratorias hicieron que numerosos soldados se unieran al bando revolucionario.
Organizó y tuvo a su cargo la toma de Petrogrado –la antigua San Petersburgo fundada a principios del siglo XVIII por Pedro el Grande- con el apoyo Lenin y pasar a formar parte del nuevo gobierno, y de inmediato y como prioridad. dedicarse por entero a la creación del Ejército Rojo (Krásnaya Armiya en ruso)
Cuando en febrero de 1918 estalló la guerra civil entre los bolcheviques y los remanentes imperiales zaristas, sus enemigos los “blancos”, Lev Trotski tomó el mando y se puso a la cabeza de esa potente y numerosa fuerza armada, que él mismo había formado desde cero.
Entre 1918 y 1921, la época de la guerra civil en Rusia, se trasladaba personalmente a lo largo de los frentes de la vastísima e inacabable Rusia en un tren blindado que mandó construir especialmente y, según su biógrafo Víctor Serge y él mismo como jefe militar, recorrió más de 100 mil kilómetros en ese período bélico.
La agitación era la mejor cualidad de Trotski que, con su brillante oratoria, arengaba a los soldados hacia la batalla, y los bolcheviques ganaron la guerra civil gracias al “talante administrativo y estratégico de Trotski”, según señalan los autores de la enciclopedia Jarperskaya de historia militar.

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