Luis Alberto García / Moscú
* Se fabricarán tras el abandono de Washington del acuerdo INF.
* Moscú anunció la suspensión y participación en ese tratado atómico.
* Vladímir Putin así lo decidió con los ministros de Exteriores y Defensa.
* Escalada armamentista y la posición de la República Popular China.
* Queda vigente el New START, que limita los misiles estratégicos.
La “respuesta simétrica” que Rusia adelantó desde mediados de 2018 no se retrasó demasiado: Vladímir Putin, anunció el sábado 2 de febrero de 2019 que suspendería su participación en un acuerdo de desarme nuclear clave firmado con Estados Unidos -conocido como Tratado para la Eliminación de Misiles Nucleares de Medio y Corto Alcance (INF)-, un día después de que Washington abandonase ese pacto que databa de 1987.
Rusia, además, informó que fabricará los nuevos misiles hipersónicos terrestres, en un rango prohibido por el ahora suspendido tratado, según anunció el presidente de la Federación de Rusia en una reunión ministerial.
Moscú dejó en claro que sigue abierta la posibilidad de diálogo con la administración de Donald Trump para mantener el pacto, que vela por el control de algunas armas nucleares y que constituye un hito de la Guerra Fría; pero que no lo iniciará.
“Daremos una respuesta simétrica. Nuestros socios estadounidenses anunciaron que suspenden su participación en el tratado; pues también lo hacemos nosotros”, declaró Putin ese día en una reunión con los ministros de Relaciones Exteriores, Serguéi Lavrov, y Defensa, Serguéi Shoigu.
Al dar un paso más para enterrar el pacto que había sido un pilar en el control de armas nucleares, el presidente ruso ordenó al Ejército que empezara a fabricar nuevas armas, entre ellas una versión terrestre de los lanzados desde el mar, y que inicie el desarrollo de un nuevo misil balístico de alcance medio hipersónico.
Ambos modelos terrestres son capaces de alcanzar una distancia de entre 500 y cinco mil 500 kilómetros; que estaban vetados en el pacto, obligando a que el rearme comience, y pese a esto, el presidente ruso aseguró que no desplegará armas de alcance medio y corto, a no ser que Estados Unidos lo haga.
También negó que esta decisión no arrastrará a Rusia a una nueva carrera armamentista, y esto implica que no aumentará el presupuesto para Defensa, sino que lo “ajustará”, afirmó Putin, que ha hecho de la industria militar y de las armas de última generación uno de los pilares de su idea de la gran Rusia como superpotencia exterior.
Sin embargo, el Primer Ministro ruso, Dimitri Medvedev, declaró que el gobierno proveerá la financiación que sea necesaria a la investigación y desarrollo de nuevas armas, elemento complicado en un país en el que el que hay descontento debido a la recesión económica.
El viernes 1 de febrero, Estados Unidos declaró que al día siguiente dejaba en suspenso el pacto, que contribuye a alejar de Europa los misiles de rango corto y medio durante décadas, y que “avanzará” en el desarrollo de sus propias opciones de respuesta militar.
En sus poco diplomáticas posiciones, Trump había dado a Rusia un ultimátum para cumplir el acuerdo y destruir o modificar las armas que vulneren el pacto, que prohíbe la producción, prueba y despliegue de misiles balísticos y de crucero terrestres con ese rango de distancias y alcance; armas especialmente desestabilizadoras, según los expertos.
Como avanzan unos minutos en alcanzar su objetivo, no dan capacidad de reacción e incrementan el riesgo de un conflicto nuclear global si se produce una falsa advertencia de lanzamiento, y Rusia y Estados Unidos tienen una variedad de misiles lanzados desde el mar y el aire que alcanzan esas distancias, ya que no están vetados por el pacto.
Washington lleva años acusando a Rusia de incumplir sistemáticamente los términos del acuerdo, firmado en 1987, con el despliegue abierto de un misil de crucero terrestre —conocido en Occidente como SSC-8 y en Rusia como 9M729— que podría amenazar a países europeos.
El Kremlin considera “sin fundamento” esas acusaciones y afirma que los misiles señalados por Estado Unidos, colocados no lejos de las fronteras europeas, no vuelan la distancia suficiente como para violar el pacto, sino solamente 480 kilómetros.
Tras las acusaciones, respaldadas por la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) —una alianza creada hace siete décadas para tratar de responder a la política expansionista de la Unión Soviética—, Rusia acusó también a Estados Unidos de vulnerar el acuerdo: “Los interceptores de misiles estadounidenses en Europa podrían transformarse en armas ofensivas”, sostienen.
Y también que el aumento de drones —que no existían cuando el INF se rubricó— proporcionan a Washington una capacidad similar a la de los misiles de rango medio; aunque sin violar los términos explícitos del tratado.
El Kremlin afirma que ha ofrecido a Washington una “transparencia sin precedentes” en el marco del tratado; pero que, pese a esto, Estados Unidos ha buscado “excusas” y hace “falsas acusaciones” para abandonar el pacto.
Además, Moscú ha criticado que Trump no ha sido partidario, desde el principio, de mantener un diálogo con Rusia para tratar de salvar el tratado, sino que ha tratado de “torpedear” las conversaciones.
El fin del llamado tratado INF ha avivado de nuevo los temores a la repetición de un enfrentamiento como el de la Guerra Fría de la década de 1980, cuando Estados Unidos y la Unión Soviética desplegaron misiles de alcance intermedio en Europa.
Así mismo puede conducir a una nueva carrera armamentística, no solamente entre Estados Unidos y Rusia, también con China, que nunca fue firmante del pacto: Pekín, que se ha opuesto al colapso del tratado, ha llamado a Moscú y Washington a mantener un “diálogo constructivo”; sin embargo, no ha dado muestras de querer suscribir un documento de control.
Rusia dedica a Defensa unos 67.000 millones de dólares al año, según el Instituto de Investigación para la Paz Internacional de Estocolmo (SIPRI), el 4,5% de su Producto Interno Bruto (PIB); Estados Unidos es el país que más invierte, casi 610.000 millones de dólares, según la misma fuente, un 3,1% de su PIB.
China, el segundo país que más gasta en esta industria, dedicó 228.000 millones de dólares en 2017, el 1.9% de su PIB, y tras su anuncio de suspender el tratado INF, Trump comentó que Estado Unidos busca una nueva estrategia para revivirlo; pero solo si todos los países que tienen estas armas se comprometen a frenarlas o eliminarlas.
Es una tarea titánica, ya que implica subir al mismo barco en un tratado multilateral a Corea del Norte, India, China, Pakistán e Irán y, con estos nuevos movimientos, el INF, el primer acuerdo de desarme firmado en la Guerra Fría, parece enterrado.
Firmado por Ronald Reagan y el secretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), Mijaíl Gorbachov, fue el primer acuerdo entre las dos potencias que prohibía directamente una categoría entera de armas: los misiles de crucero de tierra con un rango como el señalado: gracias a su firma eliminó más de dos mil 600 misiles.
En la cuerda floja se encuentra ahora el tratado conocido como Nuevo START, acuerdo bilateral clave que limita el número de misiles nucleares estratégicos y de cabezas nucleares de ambas naciones que finaliza en 2021; pero de momento no hay perspectivas de que Washington planee ampliarlo ante los prejuicios de Donald Trump, John Bolton y halcones belicistas de idéntico estilo.