Por EDGAR GONZALEZ MARTINEZ
Durante la semana, el peso mexicano mostró un comportamiento notablemente estable y resiliente, cerrando prácticamente sin cambios en términos semanales, pero consolidando uno de sus mejores niveles del año. La moneda abrió la semana en 18,01 por dólar y cerró en 18,00, con un máximo de 18,04 y un mínimo de 17,92, lo que implicó una apreciación semanal cercana a 0,06%. Más allá de la baja magnitud del movimiento, el peso logró sostenerse en niveles que no se veían desde julio de 2024, en un entorno de elevada sensibilidad a noticias monetarias y macroeconómicas tanto locales como externas.
Al respecto, Felipe Mendoza, CEO, IMB Capital Quants, nos dijo “el evento central de la semana fue, sin duda, la decisión de política monetaria del Banco de México, que recortó la tasa de referencia en 25 puntos básicos hasta 7%, en línea con lo esperado por el mercado. Este movimiento marcó el nivel más bajo de la tasa desde mayo de 2022 y confirmó la continuidad del ciclo de relajación monetaria iniciado en marzo del año pasado. Sin embargo, lejos de debilitar al peso, la decisión fue interpretada como una señal de confianza del banco central en la convergencia gradual de la inflación hacia el objetivo de 3%, aun cuando la inflación subyacente permanece por encima de 4%. La votación dividida reforzó la percepción de que Banxico seguirá actuando con cautela y bajo un enfoque “reunión por reunión”, lo que ayudó a preservar el atractivo relativo del diferencial de tasas frente a Estados Unidos.
En paralelo, el contexto internacional jugó a favor del peso. Los datos de inflación en Estados Unidos sorprendieron ligeramente a la baja, con un IPC general en 2,7% anual y una inflación subyacente en 2,6%, el menor ritmo desde inicios de 2021. Estas cifras reforzaron la narrativa de un dólar estructuralmente más débil, al aumentar las expectativas de que la Reserva Federal pueda avanzar hacia una política monetaria más flexible en 2026. Este debilitamiento del dólar fue un soporte importante para el peso mexicano, que se benefició tanto por flujos financieros como por su estatus de moneda líquida dentro del universo emergente.
Desde el frente macroeconómico interno, la semana dejó señales mixtas. Por un lado, los datos de demanda agregada y gasto privado del tercer trimestre mostraron una desaceleración en términos trimestrales, confirmando que la economía mexicana atraviesa una fase de bajo dinamismo en el corto plazo. Por otro, en comparación anual, ambos indicadores exhibieron una mejora relevante, especialmente el gasto privado, que pasó de terreno negativo a crecimiento positivo. Este cambio sugiere que el consumo comienza a estabilizarse tras varios trimestres de debilidad, lo que ayuda a explicar por qué el mercado no penalizó al peso pese al recorte de tasas y a la revisión a la baja de las proyecciones de crecimiento para 2025.
En línea con esto, Banxico redujo su expectativa de crecimiento para 2025 a 0,3%, tras la contracción del PIB en el tercer trimestre, aunque mantiene previsiones más favorables para 2026 y 2027. Este escenario de crecimiento débil, pero no desordenado, ha reforzado la idea de que el banco central puede seguir recortando tasas de forma gradual sin comprometer la estabilidad macro ni la credibilidad antiinflacionaria, un equilibrio que el mercado ha premiado manteniendo la demanda por activos en pesos.
El mercado accionario mexicano, por su parte, tuvo una semana más compleja. El índice bursátil cerró con una caída cercana a 1%, aunque se mantiene en niveles elevados, alrededor de 64.040 puntos, lo que sugiere que un ajuste técnico tranquilo más que estructural. La debilidad en la bolsa no se trasladó al tipo de cambio, lo que refuerza la lectura de que el peso está siendo impulsado principalmente por factores monetarios y de flujos, más que por el desempeño inmediato del mercado accionario, concluyó Mendoza.
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