Por Rafael Serrano
Me cuesta trabajo guardar pulcritud y distancia epistémica cuando oigo y veo los discursos de la Senadora Lilly Téllez. Encabeza la oposición e incluso es una opción para convertirse en presidenta de México. Con una dramaturgia estridente plagada de descalificaciones e insultos con verdades a medias y una ristra verbal que incendia los ánimos de los resentidos y de los críticos fóbicos al proyecto de la 4T, la senadora le da a la derecha rumbo y dirección: “no se apenen por ser de derecha” y proclama la senadora: “un orgullo ser derechista…” porque la derecha defiende a la familia tradicional-católica (única forma de convivir sanamente); a la propiedad privada (sagrado derecho de las oligarquías para apacentar consumidores mansos de OXXO o de Palacio de Hierro); y a la “libertad individual” (esa sociedad abstracta de ciudadanos estandarizados) restringiendo/limitando el poder del Estado para subordinarlo a una sociedad de ciudadanos consumidores que sean “contrapeso” ante la emergencia de una sociedad “colectivizada” por “tribus ideológicas” como los ecologistas, feministas, alternativos e izquierdistas de todo el espectro. Nos advierten: NO hay “pueblo” ni mucho menos sabio: hay individuos/familias divididos en clases y “turbas empoderadas” ya clasificadas/calificadas por el orgánico intelectual de alto rendimiento Guillermo Sheridan como malignas, vengativas y perversas.
Sus narrativas son flamígeras: contra los derechos de las minorías y de las libertades para usar el cuerpo; por el uso de la fuerza pública con “derechos humanos” para poner orden y limpiar las calles de un revoltijo de “malvivientes”: migrantes, narcos, homosexuales, drogadictos y ninis; contra los librepensadores a los cuales hostigan desde sus podios; contra las religiones que no son de filia judeocristiana; contra el multiculturalismo y la interculturalidad que llena de mestizos, negros y amarillos en las calles de las repúblicas que añoran las monarquías parlamentarias. Narrativas que defienden los valores tradicionales incluyendo el patriarcado con lenguajes hipócritas, pseudo-incluyentes con jerga posmoderna.
Con la pátina pacifista nos hablan de la “modernidad”, del “ecologismo” buena onda que separa la basura pero son los que quieren muertos a los rusos que invadieron Ucrania y se desgarran ante los miles de jóvenes ucranianos sacrificados por los halcones del Pentágono. Estos discursos justifican un mea culpa participando en crowdfundings para “salvar al planeta” en los barcos de Green Peace; los que están dispuestos a tomar el Capitolio o Brasilia para detener/contener la marea “roja” que hoy encarnan el populismo en modo Lula o AMLO en América Latina y el populismo europeo de los chalecos amarillos y los insumisos.
La nueva derecha, ya radicalizada, descree de la “política” y de los “políticos” aunque ellos hacen política con el sayal del ciudadano que pasaba por los congresos, las alcaldías, las gubernaturas y la presidencia de la República. En realidad, son políticos ensarapados en una supuesta “ciudadanía desinteresada”. Políticos de nuevo cuño con una amnesia histórica permanente que la cubren con
el velo de su ignorancia, sospechosamente naive en clave “libertaria”. Se sirven de los profesionales de la política, del establecimiento político tradicional, y proclaman que “nadie, menos los partidos, nos digan qué pensar, hablar o sentir”. Pero usan a las bancadas que son las parcelas del sistema democrático para despotricar sin ton ni son. Parasitan, como musgos venenosos, en los espacios del poder establecido devorándose a los políticos profesionales ya decrépitos y enfermos de soberbia en sus equipales del pasado autoritario que construyeron a base de mustios y deleznables “consensos”.
En México, levantas el asiento de una curul, una regiduría, una fiscalía, una magistratura o una oficina de gobierno y encuentras una serpiente y se extiende a la vida empresarial, laboral, familiar y se hace pública, se visibiliza en la prensa impresa, la televisión y la radio; y se magnifica en las benditas/malditas redes sociales. Lilly Téllez es una especie representativa de esta descomposición, una síntesis lograda de estos momentos de cambio y reconversión social en clave tóxica.
La consigna planetaria: erradicar al populismo rojo
Sin duda, la señora Téllez es la mejor oradora de la derecha radical, ultra, que tiene muchos adeptos en la opinión pública opositora. Tiene sus réplicas continentales en lo que los nostálgicos de la Madre Patria (madrastra) llaman la “Iberósfera”: los Bolsonaro, los Abascal, las Ayuso, las Arrimadas, o las tropicales como las Añez y las Boularte cuyos “proyectos” convergen en “expulsar al gobierno de la vida privada”. Con puro sentido común, el que “se usa en nuestras casas” y con el apoyo, oculto, del lawfare, de las agencias extranjeras injerencistas o del ejército, se busca “salvaguardar las instituciones” de los arribismos populistas de América Latina. En el libro In the Ruins of Neoliberalism. The Rise of Antidemocratic Politics in the West (Nueva York: Columbia University Press, 2019), Wendy Brown apunta que la derecha asume como premisa que la sociedad no existe como una unidad diversa y plural, dividida en clases. Lo que existe son individuos agrupados en familias cuya vida la dirigen sus creencias morales y el consumo (el dios mercado):
“el neoliberalismo rescató al sujeto y a la familia de las fuerzas desintegradoras de la modernidad tardía [capitalista]. Así, la desintegración epistemológica, política, económica y cultural de la sociedad de masas en capital humano y unidades familiares, morales y económicas, junto con la recuperación tanto del individuo como de la familia en el preciso momento de su aparente extinción, cuentan como los logros más impresionantes del neoliberalismo”,
El fantasma de neoliberalismo caló y creo un frankestein social ensimismado en su religión y en sus hábitos consumistas. Un logro del capitalismo que ha penetrado en el ser mismo de los sujetos//individuos y que les permite, a los derechistas ultra, mediar el hedonismo narcisista con la fe en un Dios arcaico, autoritario y culposo. Para esta derecha, extrema, traducido a México, somos un pueblo de boxeadores, sicarios y vale-madristas in-civilizables que no tenemos remedio. En su “sentido común”, narcisista milenarista, ellos, los pulcros y cultos, son una mayoría virtual que nos ilumina desde su minoría real pero “superior”. Se les olvida que la política es precisamente confrontación, la continuidad de la guerra por otras vías que evitan el exterminio; donde los “neutrales” cuando sobreviene el conflicto se vuelven aliados de una de las partes.“Las partes en juego, por numerosos que sean los aliados, son siempre solamente dos”. Nos dice Anderson :
“… el acto del poder soberano no se convierte tanto en la institución de la paz mutua como en la decisión de fijar la naturaleza y la frontera de una comunidad dada, separando amigos de enemigos: la oposición que define la naturaleza de la política en cuanto tal” En esta visión, continúa el autor, la exaltación explícita de la enemistad se convierte en el sello necesario de toda vida política.” Perry Anderson. En Spectrum. De la derecha a la izquierda en el mundo de las ideas (Madrid: Akal, 2008), p. 19. Tomado del libro: Las derechas en México. Debates analíticos y estudios de casos (México, UNAM, 2022).
A los que pensamos diferente y al pueblo diverso y plural, nos “exigen” dejar nuestro odio de clase y NO dividir. Nos lo repiten como mantra: no polaricen. Y reclaman volver a esa estructura clasista hipócrita que mustiamente nos vendían como “lo políticamente correcto” basado en el yes you can o en el odioso Win to Win que conduce a Make Mexico fifí again. El rijoso ultraderechista español, símil de nuestros encomenderos Fernández de Ceballos o Julen Rementería, Santiago Abascal, líder del partido VOX habla de que los diputados deben vestirse “correctamente” para asistir al Congreso de los Diputados aparte de envolverse en la herencia civilizatoria de la hispanidad. Ahora resulta que debemos apelar a Víctor Gordoa para vestirnos con pulcritud democrática y cantar “cara al sol”; que tomen nota la senadora Gálvez y el senador Guadiana o los desfiguros de Álvarez Icaza o de Madero: si quieren ser demócratas deben ser “correctos”.
En el pecado se lleva la penitencia
En 2018, en el Movimiento de Regeneración Nacional, todos cabían y Lilly Téllez llegó al Senado de la mano de MORENA y directamente de AMLO por sugerencia del misógino y clasista Salinas Pliego (pecados del movimiento en su exceso de pragmatismo). Y ganó por el voto de López Obrador y en meses, ya en el Senado, se reconvirtió a una nueva fe que ahora lanza dardos contra las infamias de la 4T. En el camino de Damasco, la legisladora “vio” que MORENA era igual o peor que los gobiernos pasados y dio el gran viraje hacia la nueva fe, encontrada en un nuevo baúl ideológico alquilado por el PAN. Tuvo una revelación: volver al PAN para salvar a México y reconstruir/apoyar una coalición redentora que no tiene ni pies ni cabeza cuya oferta es negarse a todo visceralmente e inventar una sociedad en llamas con una guirnalda conciliatoria llena de espinas. Lilly Téllez viene de esa minoría silenciosa que ahora ha despertado dando gritos y sombrerazos creyendo que se vive una pesadilla social; es la voz, “renovada”, esperpéntica, que reclama el retorno a nuestras costumbres (las más rancias y autoritarias) para detener el Tsunami social del populismo (de izquierda). Dice: “son lo mismo pero peores”, pero atrás tiene el teleprompter dirigido por renovadores de la talla de Claudio X, Santiago Creel o Marko Cortés. Los mismos que en su momento la desecharán o la gobernarán por instrumentos.
En casi 5 años de gobierno, la senadora off shore nos ofrece un discurso contestatario, racista, clasista y excluyente escondido en su torcido enfoque feminista. Consiste en usar el “no se toca” para no alterar las buenas costumbres y el poder instituido. Discurso que disuelve las diferencias, si es que actualmente existen, entre los panistas, priistas y hasta los ¡perredistas todavía existentes! Ella meterá a AMLO a la cárcel, devolverá el AIFA al ejército, cancelará el Tren Maya y el corredor transoceánico. Seguramente pedirá que se devuelva el avión presidencial, se restituyan los privilegios de la burocracia dorada, se coloque Álvarez Icaza en la Seguridad Pública desmilitarizada, a Germán Martínez en la Función Pública leguleya y presionará para colocar un mapache ilustre en el INE; llenará las alforjas de los organismo “autónomos” y robustecerá los sueldos de nuestros justos magistrados. Una vuelta al pasado pero en versión kitsch.
Hécuba remediada
Lilly Téllez es la Hécuba de ese conservadurismo que anuncia el fin de las ideologías y de los partidos y la caída de la Troya conservadora. Llama a arrebato para defender las bastiones institucionales y detener a este perverso Ulises/Anibal (AMLO) con tropas invasoras de la 4T que han sitiado a los poderes económicos, judiciales, religiosos y mediáticos. En sus incendios verbales, la señora nos advierte: las masas (el pueblo) no tomarán Troya; aunque el asedio dure más de seis años, las instituciones podridas que tanto trabajo les costó pervertir no se “tocarán”.
La Troyana mediática ya no es un chapulín legislativo sino simplemente una “ciudadana” de TV Azteca, arropada por un PAN que no es ni de cerca, Patroclo o Héctor sino un conjunto de bandas confederadas que se reparten el botín del poder en sus cuevas territoriales (Querétaro, Guanajuato, Aguascalientes, Chihuahua); años luz de los padres fundadores del panismo democrático de Gómez Morín. Ahora tenemos, en tiempos del me too cosificado a la versión femenina, más allá del neoliberalismo, recargada a todo lo que da, con sus vértigos y delirios argumentales convertida en un busto parlante inquietante, revulsivo; peligrosamente creíble y asimilable: adictivo y tóxico. Emblema de la “nueva” derecha. Tienen ya candidata para el 2024, a menos que emerja el patriarcado para decir NO.
¡¡Ni de broma el PAN podría acercarse a la figura Patroclo!!