Teresa Gil
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A la hora de escribir esto, no había respuesta del Vaticano, menos del poder español, a la petición de perdón solicitada por el gobierno de México, para los habitantes originarios. Ambos consideran tal vez, que aquello, muertes, agresiones, saqueos, atropellos, despojos, fueron cosa de sus ancestros también y la culpa se ha evadido en su historia. La respuesta digna vino de las víctimas de esa invasión. Relacionado con lo mismo, las feministas deberían de enviar también una carta al papa Francisco para protestar por esa imposición protocolaria que obliga a las mujeres que se entrevistan con el dirigente católico, a vestirse de negro. No lo hacen quizá, porque no les interesa y lo consideran menor. Pero no lo es. Muchas de ellas son católicas y a lo mejor después de sus protestas algunas van a inclinar la cerviz ante la imágenes de su iglesia. Esas son las paradojas de algo que no se profundiza y en la que se mueven, por el rito religioso, muchas de las afrentas, también ancestrales que sufren las mujeres. Las luchas actuales en ese feminismo, que tiene raíces legítimas, es contra el poder actual al que ellas culpan sin deslindar pasados políticos y oscuridades religiosas, en las que tal vez pesan mucho más éstas últimas. El papa debería de pedir, entonces, dos veces perdón.
EL COLOR EN EL CENTRO DEL PODER CATÓLICO. EL BLANCO ES DEL CETRO
La visita de Beatriz Gutiérrez Müller al papa Francisco, volvió a recordar la vieja historia de que solo siete mujeres pueden vestirse de blanco cuando están frente al papa. Dos de ellas son plebeyas Letizia de España y Charlene de Mónaco. España, cuyos reyes y algunos presidentes han servido al Vaticano desde diferentes frentes, tiene dos mujeres que se pueden vestir de blanco, aparte de la actual ya mencionada, también la ex reina Sofia, emigrada de una monarquía que fue expulsada por la república griega. Aquí a Angélica Rivera, la Gaviota, le valió ese protocolo en la última visita del papa. Ella se vistió de blanco, en un detalle que según algunos, es lo único bueno que hizo durante seis años, aunque mas bien parece un gesto de ignorancia. Sería de risa tanto protocolo del único estado fundado en la religión, pero todo esconde doble sentido. Cada color tiene sus significado de poder, de ordenanzas, de mandatos dictatoriales que se apoyan en dioses que ellos veneran y un poder que quieren ejercer omnímodo en los seres humanos. Los artículos 284 y 669 del Código de Derecho Canónigo, definen los colores y la vestimenta de los diferentes niveles de clérigos y religiosos que operan en esa institución. Y así vemos como se definen rojo, verde, rosa, azul, púrpura para los cardenales y blanco para el Papa. El negro y el castaño suelen adjudicarse a religiosas, aunque hay algunas, pocas, que visten de tonos claros. El color que destinan a la mujeres católicas del mundo, que se acercan o visitan al Papa, es el negro y ellas tienen además que utilizar protocolos definidos por esa religión, respecto a su vestuario, joyas, velo y otros detalles. Todo es humillante para las mujeres.
NEGRO DISCRIMINATORIO ¿ESTARÁN DE LUTO POR LA VIDA? ANTON CHÉJOV
Muy clara la referencia jerárquica católica hacia las mujeres respecto a las cuales, pese a que son la mayoría de sus fieles, guarda una especial posición. El tono de ropa que exige a las visitantes, se califica de discriminatorio porque implica una concepción, como tal vez en el fondo es la postura en torno a las personas que tienen otro color de piel y otra posición ideológica. Se vio en la permanente campaña anticomunista de Juan Pablo II, no se diga de Benedicto XVI, resucitador de la antigua Inquisición. Desde el punto de vista litúrgico, el negro era el color demoníaco, la oscuridad, las tinieblas, que desde el Génesis bíblico se menciona. En otras concepciones se manifiesta como la muerte, la tristeza. Hoy, en estos días de lucha, el color negro se levanta retador, luminoso, para enfrentar las agresiones discriminatorias y reivindicar ese tono como el de un gran sector humano, que debe de ser respetado.. No creemos que la jerarquía católica haya entrado a esa concepción al exigir vestidos negros a las mujeres, porque eso viene desde atrás, de siglos. Lo blanco es lo puro, lo negro es lo contrario; es su posición. En la primera escena de La Gaviota (Editorial Punto de Encuentro 2014), de Ánton Chéjov, se exhibe la postura triste y desgraciada que acompañaba al color negro en los tiempos del gran escritor ruso:
MEDVEDENKO.-¿Por qué vas siempre vestida de negro?
MASCHA.- Llevo luto por mi vida. Soy desgraciada.