Teresa Gil
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Es bueno traer a colación de nuevo, la vieja historia que tanto nos impacta. La de la norma que nos redime como mexicanos y las luces y obscuridades que la rodean y han rodeado. Pese a su protagonismo, Venustiano Carrranza no es para todos el personaje central de la Constitución. Desde la formalidad que ostentaba como encargado del poder ejecutivo, propuso uno de los proyectos al parecer el más avanzado, que sufrió los avatares de la discusión y en su momento promulgó lo que fue el original del 5 de febrero de 1917. Fueron los constituyentes, los grandes visionarios que retomaron las ideas revolucionarias, añadieron los aportes de la Constitución de 1857 y las de teóricos y personajes de la época, para crear la que para algunos ha sido una de las grandes constituciones del siglo XX. Hay que recordar a ciento seis años de su promulgación, que nuestra Carta Magna fue un pacto jurídico que surgió de una grande, pero cruenta revolución, en la que sus propios jefes se enfrentaron violentamente y en su mayoría terminaron destruidos entre ellos mismos. Venustiano fue presuntamente asesinado por órdenes de Álvaro Obregón muerto más tarde también en una presunción, por mandato de Plutarco Elías Calles. El primero y es algo que lo ha subestimado mayormente ante grandes sectores, habría mandado asesinar arteramente a Emiliano Zapata. Sobre la muerte de Francisco Villa también se elevan muchos supuestos. La sospecha -como ahora ocurre con las muertes de Colosio, Jaramillo y otros personajes políticos y líderes-, tendió un manto oscuro sobre aquel movimiento cargado de anhelos y ni siquiera el pacto detuvo las muertes; Carranza, Zapata, Villa y Obregón murieron después, todos asesinados.
EN ESTE SEXENIO SE BUSCA INCORPORAR LOS CAMBIOS QUE SE IMPULSAN
A mediados del 2022, este sexenio había realizado 25 reformas constitucionales, con cambios en 55 artículos. Han sido difíciles las reformas por el boicot opositor como sucedió con la ley eléctrica. Una férrea oposición hubo también de parte de los conservadores en la discusión de la actual norma. Los constituyentes fueron electos de acuerdo a la convocatoria, uno por cada 70 mil habitantes y como es natural, había de todo. Destacan sin embargo el anti reeleccionista Francisco J. Mújica, representante de Michoacán, Heriberto Jara uno de los radicales, electo en Veracruz y Esteban Baca Calderón líder obrero que encabezada el sindicato minero de Cananea. De Puebla estuvo el periodista Froylán C. Manjarrez, cuyo nombre ostentó una de las células de periodistas del Partido Comunista Mexicano en la que me tocó estar a fines de los años setenta del siglo pasado. Era un honor utilizar su nombre. Como ellos, muchos brillaron por sus ideas, por su extraordinarias propuestas, si bien se colaron algunos conservadores que fueron equilibrados en el texto final. Una gran constitución, que al ser reformada más de 750 veces ha alterado en muchos casos su valor original. El texto fue utilizado constantemente por los gobiernos priístas y panistas para cubrir intereses políticos, y buena parte de sus artículos no se cumplieron o fueron alterados. Los grandes constituyentes y el llamado Varón de Cuatro Ciénagas Venustiano Carranza, se removerían en sus tumbas.
EL TERRIBLE FINAL DEL VARÓN DE CUATRO CIÉNEGAS, DESCRITO POR BENÍTEZ
El rey viejo (Fondo de Cultura Económica 1961) de Fernando Benítez, ¿Que es? ¿una novela de suspenso que en sus breves capítulos destila el drama de obstáculos que sufría Carranza antes de ser asesinado? ¿una tragedia moderna donde los dioses y sus opositores van deslindando y cavando a la vez, el final terrible del hombre que delineó una constitución?¿un espectáculo bufonesco, una opereta en la que se solazaron los ambiciosos jefes revolucionarios? ¿la rendición del escritor que termina igualando el porfirismo decadente con los resultados de un movimiento que rescató los sueños de un pueblo? El libro deprime y enseña. Uno se sube al tren Dorado en el que impávido, pero cubierto de esperanzas, Carranza se dirige a Veracruz en su apresurada huida para salvar su presidencia. La traición lo rodea por todas partes. Cada hora le anuncian defecciones que él reconoce en un país que a lo largo de su historia -hasta ese momento- había sufrido más de mil pronunciamientos. Y así, los rieles con tropiezos y todo, nos van llevando por los campos magueyeros, por valles y sierras hasta que la traición final nos detiene en Tlaxcalantongo, el 20 de mayo de 1921. Antes, una máquina loca disparada por sus enemigos ha matado a centenares y los rumores lo cercan para poner en el centro a su enemigo real, Álvaro Obregón. La historia que cuenta Benítez se parece mucho a la que se contó con la muerte de Salvador Allende. Se habló de un suicidio ante la cercanía de la derrota definitiva. Y aquí obligaron a sus acompañantes a ratificarla con su firma. Pero la cercanía de Rodolfo Herrero y sus soldados disparando solo hacia la figura de Carranza, no deja lugar a dudas. El traidor Herrero fue el asesino material del viejo de Coahuila. Después vienen las exequias, los homenajes en la Ciudad de México y nadie habla de la constitución. El narrador Enrique, que algunos reconocen en la vida real como al secretario de Gobernación Manuel Aguirre Berlanga. termina la novela con un espíritu reivindicativo de si mismo, quizá como un símil de lo que debe ser una revolución. Lo que en este momento, con una constitución deformada que se intenta rescatar, no vemos todavía.