Teresa Gil
Cuando vi al actor Alejandro Parodi en el papel estelar de Antonio López de Santa Ana en el filme Su alteza serenísima (2000), me acordé que su mamá, la maestra Enriqueta de Parodi, me habló varias veces en contra de los que se eternizan en el poder. Y que si viviera, murió en1976, estaría en contra de los que hacen mucho revuelo en este momento para regresar a los tiempos de antes. También recordé que la historia de un país, no la que escriben los vencedores, está en los nombres de sus notables ciudadanos, en las calles, escuelas, bibliotecas, hospitales, etcétera. Ahora puede estar por ejemplo, en el nombre del hospital de Cuajimalpa que se reconstruye, si se le pone el de la enfermera Ana Lilia Gutiérrez Ledezma, mujer que sin pensar en su vida, salvó a 18 niños en un incendio. Esos nombres deberían de ser actualizado no en ellos mismos, sino en el conocimiento de sus aportes, para que las nuevas generaciones sepan de quienes se trata. Como no sean los muy famosos, hay veces en las que uno no sabe de quien es el nombre de la calle que transita. El de doña Enriqueta, como solían decirle en su natal Sonora, (originaria de Cumpas en 1897), aparece en este tiempo en escuelas y bibliotecas, en calles y en concursos culturales. Ella, además de maestra fue escritora, gestora social, diputada, funcionaria publica y creadora de instituciones y homenajes. Es pues, todo un personaje al que muchos consideran la iniciadora del feminismo en ese estado norteño.
EL LIBRO, COMO EJE VITAL DE PERSONAJES, REALZA CULTURAS LOCALES
A través del libro se cuentan las gestas, leyendas y los imaginarios de los pueblos, recogidos de las historias orales. Esos que dedican su vida al libro, escritores, editores, impresores, bibliotecarios, libreros, etcétera, son los gestores de la cultura, los que prenden el conocimiento, los meten en paginas o en redes digitales para volcarlo a un público masivo que es el que elige. La crisis editorial recrudecida por la pandemia, ha golpeado fuertemente a todos esos sectores, más a los que compran libros. Doña Enriqueta de Parodi creó en 1944, El Libro Sonorense de Cultura, después, además de escribirlos, creó bibliotecas, concursos de libros y fue una permanente impulsora de la lectura. El concurso del libro infantil lleva su nombre. A principios de los setenta, ya llevaba doce libros propios publicados, entre los que se encuentran Reloj de arena ( 1933) en el que recopila sus artículos periodísticos y fue premiado; Cuarto de hora (1936), su autobiografía en anecdotario (1971), relatos y leyendas. En sus biografías, destacan muchos personajes no solo locales. Fue proclive al ex presidente Abelardo L Rodriguez con quien trabajó y creó La fundación Esposos Rodríguez para reconocer los aportes culturales que ambos habían hecho a la cultura.
ENRIQUETA DE PARODI SE METIÓ EN LOS INTERSTICIOS DE LA ORALIDAD NORTEÑA
Conocí a la maestra Parodi cuando yo apenas entraba en los veinte y ella rebasaba los 60. Nos íbamos juntas a tomar café y yo la escuchaba atenta, en la plática de su vida y sus actividades. Nunca vi la diferencia de edades, ni me sentí abrumada ante aquella mujer pequeña, robusta, muy blanca, de tupido cabello canoso, que tenía tanta experiencia del mundo. Era como estar conversando con una persona de mi edad. Una de sus pláticas giraba en torno al conservadurismo que tienen los núcleos familiares y la forma como se lanzan para agraviar a las mujeres que luchan. Me hablaba de las leyendas, de los muchos cuentos y ficciones que circulaban por Sonora. Como en todos los pueblos del mundo, la imaginación popular de los norteños se alimenta de leyendas y fantasías orales que toman cuerpo y se convierten en realidad dentro de la mente comunitaria. La maestra Parodi fue recolectando a lo largo de su vida, historias, cuentos, bestiarios y tradiciones orales que volcó en lenguaje sencillo, en su volumen de cuentos y leyendas. Es el que más han reproducido los gobiernos sonorenses. Está por ejemplo la muy difundida historia de Coyote-Iguana el jefe Seri que se robó a una rica joven que se enamoró de él. Desde adolescente cuando ya escribía versos, retomaba todas esas ficciones y mitos y los iba incorporando en su mente para escribirlos después. Al mismo tiempo se movía por los pueblos muchos de ellos cerriles en ese entonces, para dar clases y promover libros. En esos andares se casó y tuvo cinco hijos. Yo compartí redacción con uno de ellos Rubén, el periodista. El más famoso fue Alejandro que salió del estado, estudió en el extranjero y se dedicó a la pintura y al cine. Tengo en mi casa un hermoso cuadro hecho a partir de un negativo de Alejandro que convirtió en boceto multicolor la pintora Betty Sneider y me lo dedicó. La fotografía fue tomada en la plaza de toros que inmortalizó García Lorca con la muerte del torero: A las cinco de la tarde. Alejandro fue el protagonista de la obra de Enrique Serna convertida en película por Felipe Cazals, El Seductor de la patria, con el nombre Su alteza serenísima. Alejandro murió en 2011. De doña Enriqueta guardo un anillo con un pequeño y claro brillante, como ella era, que me regaló en uno de mis cumpleaños.