Teresa Gil
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El rechazo tajante de la presidenta Claudia Sheinbaum a que Estados Unidos penetre miembros de su ejército a perseguir cárteles, no solo es una rotunda defensa de nuestra soberanía, sino aparte un repudio absoluto a la violencia. De parte de Donald Trump es una postura abusiva y torpe, porque a quien se le ocurre el ofrecer que envía parte de sus armados a un país así sea para enfrentar criminales ¿Es tonto o se hace? A lo largo de su historia como país independiente, fueron varios los que utilizaron y enfrentaron en su momento la violencia guerrera. O simplemente se usó como una defensa a la independencia de México. La etapa revolucionaria que necesariamente tenía que usar armas, cerró en parte esa historia guerrerista años después. Aunque hubo algunos escarceos, como el de Lázaro Cárdenas con el general Saturnino Cedillo. Después, la guerra se inició desde otro aspecto, la guerra política que ha causado no pocas muertes.
EL ESCUADRÓN 201, ES EL ÚNICO BALUARTE GUERRERO, FUERA DE MÉXICO
El fallecimiento a los cien años del último miembro del Escuadrón 201, el sargento César Maximiliano Gutiérrez Marín fallecido el pasado 3 de mayo en Hermosillo Sonora, cierra la etapa guerrerista de nuestro país en la Segunda Guerra Mundial, que en realidad fue un acto obligado a tomar, cuando fuerzas alemanas en un buque, le hundieron dos barcos petroleros, El Potrero del llano y Faja de oro en 1942. Como que los alemanes no querían dejar a nadie permanecer en la paz. Y lo mismo hicieron en otros países. Debido a eso, México se vio en la necesidad de declararse en guerra a favor de los aliados. Se creó entonces el Escuadrón 201, de la Fuerza Aérea Expedicionaria Mexicana (FAEM) y en su momento se enviaron prospectos con 53 misiones a cumplir en Filipinas. La intervención mexicana entonces, en la Segunda Guerra Mundial, fue en el Pacífico. El propio sargento Gutiérrez Marín fue condecorado por su servicio en el lejano oriente, por su enfrentamiento con otros soldados a los países del eje, Alemania, Italia y Japón, pero ¡desde el Pacífico!. Por el año en el que nació el sargento,1924, se presume que tenía 18 años cuando entró a las fuerzas armadas mexicanas, en 1942. Y tenía poco más de 20 años cuando se enfrentó a la Segunda Guerra Mundial. Con su desaparición, se acaba el último testigo de aquella insólita participación mexicana, cuyas estructuras de hecho tenian décadas de haberse cancelado.
LA INSTITUCIONALIDAD PARTIDARIA, DEJÓ LA GUERRA FORÁNEA, POR LA INTERNA
La larga historia que se inició con la creación de un sistema en 1946, planteó las guerras partidarias internas que llevaron a no pocos a la muerte, incluso de miembros internos. Pero la agresión más fuerte fue hacia externos que no coincidían con el partido oficial y luchaban por un cambio. Fue el caso del asesinato de Rubén Jaramillo al parecer ordenado por Adolfo López Mateos, aunque éste declaró que el día del crimen estaba ausente. En lo interno, a Carlos Armando Biebrich le mataron dos campesinos en Sonora, para obligarlo a dejar la gubernatura por el apoyo que había dado al Secretario de Gobernación Mario Moya Palencia, para la presidencia. Las muertes de las últimas décadas, como la de Luis Donado Colosio son una evidencia de que el país ha vivido una paz en la que no se lanzan armas guerreras, sino esa agresión interna que sufrieron muchos, sin necesidad de tener ejército en ejercicio. La situación que hoy aflora con fronteras armadas y barcos flotantes extranjeros, crea un ambiente extraño en nuestro país, más cuando el propio presidente de Estados Unidos ofrece enviar a miembros de su ejército a perseguir criminales. Es cierto que hay cordura interna y una sensación de calma general. Pero a veces recordamos aquellas instancias tan violentas del siglo XIX.