jueves, marzo 28, 2024

LECTURAS CON PÁTINA: Los académicos y las periodistas

José Antonio Aspiros Villagómez

 

Con gratitud, para mi inolvidable abuelita

María González de Villagómez

en su XLV aniversario luctuoso

(Tequisquiapan, 6-I-1891 / Ciudad de México, 28-I-1973)

 

Una historia novelada de autor español que nos atrapó desde la enunciación misma de su tema, y una serie de entrevistas hechas por una periodista mexicana a varias de sus colegas muy destacadas y cuyo contenido resulta de interés para todo tipo de lectores, son comentadas en esta entrega.

         Arturo Pérez-Reverte terminó de escribir la novela Hombres buenos (Alfaguara, 582 páginas) en enero de 2015 y nosotros la leímos en el gélido enero de 2018.

         Y la colega Elvira García publicó en 2012 Ellas, tecleando su historia (Grijalbo, 261 páginas), un libro valioso para documentar con detallados relatos la historia del gremio de los informadores.

         Porque si bien es normal que el periodismo sea ejercido sin distingos por hombres y mujeres, aún puede parecer poco común que ellas lo hagan de la manera extraordinaria y en muchos casos temeraria que se narra en las páginas de este volumen.

Reporteras casi todas, las periodistas entrevistadas figuran entre las más destacadas de México y América latina. La autora hizo una selección rigurosa, si bien hay muchas más que merecerían aparecer en este desfile por la forma notoria como se entregó cada una a su trabajo.

La mayoría de ellas estudiaron periodismo o carreras afines, mientras otras aprendieron el oficio empíricamente o tienen una profesión no relacionada con su actividad, pero todas ejercen su trabajo con pasión y hasta con coraje.

El haber investigado una información exclusiva que sacudió a la sociedad; el vivir a escondidas por persecuciones o para escapar viva en una guerra; el dedicarse a la vez a su medio informativo y a su hogar como profesionistas y amas de casa; el abrazar una causa y reportear en torno a ella, o revisar y jerarquizar con gran olfato desde una mesa de redacción, son apenas una parte de los méritos de estas periodistas.

El libro fue publicado en 2012, año en que hubo un cambio de gobierno en México, así que muchas de las experiencias narradas fueron en los sexenios panistas, aunque su información sigue fresca y vigente y en los seis años transcurridos desde entonces han sido victimadas más mujeres periodistas debido a sus investigaciones, incómodas para las mafias políticas, policiacas y criminales.

Por sus declaraciones se conoce también cómo es la relación laboral dentro de los medios, el trato con jefes y colegas, la cercanía o distanciamiento de las figuras públicas, la vida familiar de esas trabajadoras de medios y, en conclusión, el respeto y admiración que merecen tanto las que están en el libro, como tantas otras que conocemos y tienen en su haber profesional una gran dedicación y trayectoria.

Los académicos, en cambio, y nos referimos en particular a los miembros de la Real Academia Española (RAE) de la lengua, no suelen exponerse en su docta actividad, pues trabajan en su gabinete y su sala de juntas más que en la calle o en los frentes de guerra como las periodistas.

Con la excepción, esta vez, de dos “hombres buenos” a los que Pérez-Reverte rescató de la realidad para llevarlos a la novela histórica dos y medio siglos después de que expusieron sus vidas para dotar a la RAE de la edición original de laEncyclopédie francesa.

Si bien el desenlace se intuye desde antes de leer la obra, la trama captura al lector por las aventuras que tuvieron el almirante Pedro Zárate y el bibliotecario Hermógenes Molina en su periplo Madrid-París-Madrid en los años previos a la Revolución francesa, y por el estilo de Pérez-Reverte para mantener el suspenso y detallar personajes y escenarios muy a lo Víctor Hugo.

Sin saber realmente por qué, se nos antojó comparar a estos protagonistas -españoles ambos- con sus ficticios compatriotas Don Quijote y Sancho Panza, respectivamente. Tal vez porque el primero es delgado, alto y determinado a todo, mientras que su acompañante es bajo de estatura, obeso y carente de audacia. Aparte de que se escandaliza con todo lo que atenta contra la Iglesia católica y el Estado en manos de la realeza.

Pero no sólo por eso. En su propósito de conseguir una obra que asusta por su contenido a no pocos en Europa porque destruye mitos y dogmas, el almirante no esgrime su lanza contra molinos de viento, pero sí contra bandidos reales y adversarios ocasionales, y su Dulcinea no es la rupestre Aldonsa de Don Quijote, sino toda una hermosa madame de la liberal sociedad parisina llamada Margot Dancenis.

Y, como en la obra de Cervantes, en la de Pérez-Reverte también los libros son tema. Ya sean en el primer caso los de caballerías que trastornaron al hidalgo manchego, como en el segundo otros capaces también de perturbar: los 28 tomos de los enciclopedistas franceses y los muchos títulos extras que, aunque prohibidos, nuestros académicos consiguieron con los libreros parisinos y lograron llevar escondidos a su país, pese a que dos de sus colegas, opuestos a que llegaran a España las ideas progresistas, pagaron a un rufián llamado Pascual Raposo para que lo impidiera.

Ah, y si en el Quijote hay un empeñoso bachiller Sansón Carrasco, en la obra de Pérez-Reverte aparece un excéntrico abate Bringas de ideas revolucionarias, aunque su papel no es en contra del personaje, sino a favor de la causa. Tiempos aquellos en que a los libros eróticos llamaban en Francia “literatura filosófica”.

En Hombres buenos hay al menos dos relatos: el de los ancestrales académicos aventureros y el de un académico actual que quiso documentar esa historia y es el presunto autor de la novela, y explica cómo lo logró: mediante viajes a los escenarios, comparaciones diversas entre aquella época y la actual, consultas de viejos y nuevos mapas, diccionarios de términos ya en desuso, etcétera. El resultado es un trabajo verosímil y con todos los ingredientes que se esperan de una gran obra, mitad historia y mitad fantasía.

Artículos relacionados