jueves, abril 18, 2024

LECTURA CON PÁTIMA: El éxito de Amado Nervo, visto por Carlos Monsiváis

José Antonio Aspiros Villagómez

 

Felicitaciones cordiales para todas las mamás lectoras.

Y sentidos recuerdos para mis dos madres:

mamá Tere y mi abuelita María,

así como para mamá suegra, doña Mikis.

 

Hace un año (24 de mayo de 2019) se cumplió un siglo de la muerte de Amado Nervo, y el próximo 27 de agosto será recordado en el ámbito culto de México, en el sesquicentenario de su nacimiento. De él se ocupó el cronista Carlos Monsiváis en el breve pero analítico libro Yo te bendigo, vida, donde revela aspectos a su juicio destacados de la vida y obra de quien fue periodista, poeta y diplomático mexicano.

Nos fue preciso recurrir a la siempre útil Enciclopedia de México para determinar si Nervo fue nayarita como se le considera comúnmente pues, cuando nació en 1870, su natal Tepic había dejado de ser un cantón del estado de Jalisco para convertirse, por acuerdo de Benito Juárez, en un distrito militar, y luego en Territorio de Tepic bajo la presidencia de Manuel González. El estado de Nayarit fue creado en 1917 a propuesta de Venustiano Carranza, apenas dos años antes de la muerte del famoso bardo. Eu su obra, Monsiváis usa apropiadamente el gentilicio tepiqueño, no nayarita.

En Yo te bendigo, vida, (primera edición en Ediciones Proceso, 2019, 189 páginas), su autor trata sobre la educación provinciana de Amado Nervo, quien aprendió con libros que todavía siete décadas después conocimos, tales como el Silabario de San Miguel y el Catecismo del padre Ripalda, además del Manual de Carreño sobre urbanidad.

Tenía 24 años cuando viajó a la capital del país y, sin dejar de valorar el conservadurismo provinciano pese al triunfo militar de los liberales, su formación y desarrollo se dieron en las ciudades de México, París y Madrid. Estos antecedentes influyeron en sus escritos, tanto periodísticos como literarios.

Por ejemplo, Monsiváis refiere que el estilo de Nervo fue necesariamente cursi en sus crónicas y que tuvo un jefe enemigo de los adjetivos, cuando en 1892 se inició como periodista en El correo de la tarde, de Mazatlán, pero que una característica de sus textos fue siempre la sinceridad. También Alfonso Reyes llegó a escribir que un gravísimo peligro del cronista era la cursilería, que sin embargo reconoció como un riesgo del oficio.

En las páginas de este libro también se abordan las temáticas preferidas por Nervo: su asombro por la “gran ciudad” de México y los encuentros y desencuentros del amor y la felicidad, y sus conceptos sobre París desde donde colaboraba con diarios mexicanos, incluidos sus anticlimáticos elogios a la torre Eiffel en 1900, cuando estaba amenazada de desmantelamiento.

Pero lo que hizo famoso a Nervo fue su poesía. Incursionó en lo que, sin ser un movimiento, Rubén Darío llamó “modernismo”, una desarticulada corriente poética tendiente a liberarse de las ataduras del pasado e incursionar en temas antes evadidos, entre ellos el erotismo. Y tuvo tal éxito, que a los recitales asistían en multitud tanto los cultos como los analfabetas porque en sus versos “la belleza de los vocablos subordina por entero la fuerza de los significados”. Es decir, son rimas agradables, digan lo que digan.

En Europa, Nervo se dedicó a la bohemia antes de ingresar en 1905 al servicio diplomático sin dejar el periodismo, y en 1910 se le prohibió escribir de política después de que en un artículo sugirió que el rey Alfonso XIII de España debería visitar México durante las fiestas del Centenario.

Pero se mantuvo en la diplomacia porque fue sucesivamente porfirista, maderista, huertista y carrancista. Institucional. Estuvo en la embajada en Madrid hasta que Venustiano Carranza lo retiró, pero después lo hizo ministro plenipotenciario en Argentina, Uruguay y Paraguay donde, ya enfermo, fue recibido con homenajes, brindis y recitales.

Nervo vivió durante casi once años con Ana Cecilia Luisa Dailliez, a escondidas por no estar sujetos a ninguna ley, según dejó constancia en La amada inmóvil, sentido libro escrito tras la muerte de ella en 1912, víctima de la fiebre tifoidea.

Carlos Monsiváis da ejemplos de por qué considera al poeta como profundamente católico, y dice que, en su poesía, la religiosidad es el punto de partida y es la meta. Además de que, por influencia francesa, a fines del siglo XIX la poesía fue una secularización de lo religioso y Nervo fue el más constante y “el más abiertamente religioso a la antigua usanza”.

Pero, además, Monsiváis se detiene en la revisión de obras de Nervo que le llaman la atención por su contenido erótico y hasta de hermafroditismo. En toda su carrera literaria -considera- el poeta se encuentra dividido entre sus entusiasmos (la sensualidad y la “decadencia”) y sus devociones (la “férrea estructura religiosa”). Eso le consigue un público muy vasto.

Además lo considera intérprete de la sensibilidad de su época, así como visionario y profeta. Y advierte que toda lectura de Nervo debe tomar en cuenta las creencias literarias de su tiempo y su entorno, cuando la lectura de poesía no era ocupación marginal, sino “pulimento del espíritu”.

Por eso sus obras se publicaron con éxito en México (también en España y París) cuando aquí no existían ni compradores de libros ni industria editorial, pero sí un “mercado sentimental” y, como él era un “promotor de emociones”, era tomado en cuenta.

Nervo murió el 24 de mayo de 1919 cerca de los 49 años en Montevideo, y su cadáver llegó a México seis meses después. Multitudes le rindieron homenaje a su paso por diversos países y aquí mismo. El Congreso de Uruguay lo designó “príncipe de los poetas continentales” y, como “la memoria (…) elige a unos cuantos escritores y los vuelve figuras trascendentales”, el “canon poético” los convierte, a su muerte, en objeto de la gratitud de la nación, con solemnes honras fúnebres, nombramientos de hijo predilecto y lugares con su nombre, señala Carlos Monsiváis.

Yo te bendigo, vida es un libro ilustrado con fotografías propiedad de la familia Padilla Nervo. La primera de ellas data de 1870, año en que nació el personaje, y aparece en brazos de quien parece ser la nana Juliana, una mujer autóctona de la región. Él era descendiente de españoles. Este tecleador es su lector frecuente.

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