martes, diciembre 3, 2024

Las figuras de Stalin y Putin, en alza por Ucrania

Luis Alberto García / Moscú

*Están en lo más alto de las preferencias.
*Los máximos puntajes desde el fin de la URSS.
*Notable y positivo gusto por el autoritarismo.
*Renovación de los ideales de gloria y poder.
*Aparición de bustos del dictador desde 2012.

Las encuestas de opinión pública muestran que, en años recientes –al menos un decenio- el apoyo a Iósif Stalin y al más reciente de sus sucesores en el poder en Rusia, Vladímir Putin, es más alto que nunca: más de la mitad de los rusos opina que ambos líderes han desempeñó un papel histórico en la historia del país.
Los ciudadanos en general planean utilizar sus imágenes del líder soviético en las actividades políticas presentes y futuras, para reafirmar el poderío nacional e internacional del país, haciendo uso de la energía mostrada por el actual gobierno con la invasión a Ucrania.
Al morir Iósif Stalin el 5 de marzo de 1953 -cuando Putin tenía siete meses de nacido en la que antes se llamó Leningrado y luego retomó el nombre de San Petersburgo, su nombre original – era una especie de semidios para el pueblo soviético, y a causa de la propaganda, gran parte de la población lo adoraba, erigiéndole cuando aún vivía monumentos y cantándole himnos y cantaban canciones patrióticas.
Tras su muerte, el culto a la personalidad decayó rápidamente: e nuevo líder absoluto, Nikita Kruschev, condenó la represión estalinista de la década de 1930 y el provocar el genocidio por hambre de millones de ucranianos personas inocentes en el Holodomor o hambruna y sus efectos de espanto.
En 1956, en el XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética dio comienzo el proceso de desestalinización: se retiraron monumentos al líder y los políticos preferían no mencionar su nombre.
Durante la Perestroika y la Glasnost impulsadas por Mijaíl Gorbachov a partir de 1985 y tras la caída de la Unión Soviética en 1991, el silencio fue reemplazado por la crítica.
“La culpa de Stalin ante el pueblo por haber permitido la represión masiva y la ausencia de leyes es enorme e imperdonable”, declaraba Mijaíl Gorbachov en un informe de 1987, al tiempo que los dirigentes postsoviéticos también condenaron en numerosas ocasiones los crímenes del periodo estalinista.
Sin embargo, al paso de los años y transcurridas las primeras dos décadas del presente siglo, con la presencia política de Vladímir Putin en todas partes, la desestalinización dejó de funcionar.
A pesar de todo, en el siglo XXI en Rusia siguen construyéndose monumentos a Stalin: son pequeños bustos erigidos por los comunistas y es de notarse que, desde 2012, en algunas ciudades de Rusia hay activistas que instalan retratos de Stalin en los autobuses, a los que llaman “stalinobuses”.
Estas manifestaciones se han hecho notables especialmente durante la celebración del Día de la Victoria -en la Segunda Guerra Mundial-, en mayo de cada año, atribuida al Padrecito Stalin, artífice de la derrota fascista, aunque con un altísimo costo de vidas humanas.
En Penza, a 640 kilómetros al sureste de Moscú, los comunistas han abierto un Centro-Stalin, análogo al Centro-Yeltsin de Ekaterimburgo, y proclamaron el 2016 como el Año de Stalin.
Las iniciativas de los comunistas suelen ser bien recibidas por la población, y según muestra una encuesta del centro Livada, un 54 % de los rusos opinó que Stalin desempeñó un papel positivo en la historia del país.
Se trata del índice más alto que se consigue desde que se celebra este tipo de encuestas desde 2003.
El número de rusos que valoran positivamente el trabajo de Stalin fue reduciéndose hasta el año 2008 (39 %), pero después volvió a subir como ha ocurrido con Vladímir Putin: la proporción de rusos que opinan que las represiones estalinistas y del actual jefe de Estado ha resultado más alta que nunca: esta es la opinión de un 26 % de los encuestados.

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