Adrián García Aguirre / Cdmx
*José María Melgar descubrió la primera en 1869.
*Entre 1938 y 1952, Matthew Stirling encontró once más.
* Misterio resuelto: son genuinamente mesoamericanas.
*Su origen fue un enigma para la antropología mexicana.
*Idea equivocada hace más de un siglo y medio.
*Su descubrimiento acabó con una idea arraigada.
Al principio se pensó que el origen de las cabezas olmecas descubiertas en el siglo XIX en Veracruz, al oriente de México, fueron tal vez migraciones transoceánicas hacia América en tiempos anteriores a 1492, año del descubrimiento realizado por Cristóbal Colón en nombre de la corona española.
La tesis de ese probable mestizaje entre África y América fue propuesta por el explorador aficionado José María Melgar, quien reportó la primera cabeza colosal en las cercanía Tres Zapotes, municipio de San Andrés Tuxtla, Veracruz, en julio de 1896.
Gracias a las nuevas tecnologías, recientemente se pudo realizar un estudio en dos entierros olmecas hallados en ese estado, mediante análisis que trabajan con la genética humana y la categoriza en haplogrupos, los cuales determinan las variaciones encontradas en el ADN mitocondrial y trazan su ascendencia y su dispersión por el planeta.
La muestra ósea tomada de una costilla arrojó que los restos pertenecían al haplogrupo A, el más abundante entre las civilizaciones indígenas de América; y para ser africanos, tendría que tratarse del haplogrupo L, característico de las poblaciones del bien llamado continente negro.
¿Los olmecas tuvieron su origen en América? Los detalles de los análisis científicos dicen que sí, compartidos por Ann Cyphers, historiadora especialista del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), que además, en su calidad de exploradora de la región de San Lorenzo Tenochtitlán, descubrió la última cabeza colosal, que nombró Tiburcio.
Se trata de la primera científica en dirigir una exploración en el importante sitio arqueológico del sur de Veracruz, en donde se encontraron varios entierros olmecas que sirvieron para el estudio de las cabezas de Tres Zapotes.
A raíz de las investigaciones de Ann Cyphers y su equipo, se sostiene la teoría de que grandes tronos en forma de mesa fueron destruidos parcialmente para, de ahí crear, los rostros ancestrales descubiertos por Melgar y Stirling.
Otro factor relevante es que, en las ofrendas estudiadas hasta ahora, no hay ningún indicio de materiales originarios de África, como madera, cerámica o metal; pero sí de jade procedente de Guatemala y piedras serpentinas de Guerrero y Oaxaca.
Sobre los misterios de esta cultura milenaria, los olmecas dieron vida a la primera de ellas en Mesoamérica, asentada en México para fundar un reinado reconocido por su poderío, logrando construir una importante civilización comercial y cultural más allá de sus territorios.
Esa cultura llegó hasta Guatemala, El Salvador, Belice, Honduras, Nicaragua y Costa Rica, y se sabe que los olmecas mantenían un complejo sistema político encabezado por gobernantes hereditarios.
Hasta ahora se han encontrado diecisiete cabezas gigantes, que reflejan la modificación craneofacial a la que eran sometidos los olmecas desde edades tempranas, antes del año y medio de vida: cráneo plano, nariz ancha, boca con comisuras hacia abajo y estrabismo bilateral.
Con esos elementos en común -explicó Ann Cyphers-, cada estructura muestra semblantes distintos, que corresponden a los gobernantes de entonces cuyo diseño tenía una misión: la importancia del poder; que el pueblo entendiera el valor de los mandatarios y su filiación divina.
Las indagaciones sobre esta gran cultura han sido permanentes, pues como se acaba de comprobar, siempre habrá nuevos datos relevantes, como los aportados por Matthew y Marion Stirling, antropólogos estadounidenses que entre 1938 y 1952 demostraron que había mucho por hacer en Tabasco, Campeche, Chiapas, Yucatán y Quintana Roo.
En el parque y Museo de La Venta, cercanos a Villahermosa, Arístides Prats, jefe de guías de esa casa de la cultura olmeca y sus vestigios, se mostró preocupado porque en los espacios que recorrerá el Tren Maya impulsado por el gobierno federal desde 2019 en la región, existen miles de hectáreas de zonas ecológicas y arqueológicas recientemente devastadas.
Prats se pregunta si en el futuro será posible caminar y pasear entre los vestigios olmecas y mayas del sur y sureste del país, y más obras arqueológicas procedentes de asentamientos antiquísimos como las cabezas humanas de Tres Zapotes o los cientos de figuras representadas en altares, estelas, pirámides colosales y seres fantásticos que, impunemente, son destruidas día con día.