jueves, abril 25, 2024

LA VIDA COMO ES…: Hipocondría

De Octavio Raziel

 

Hubo un tiempo en que me quejaba de todo. Que si la vista, que si la edad me mermó el oído, que me cansaba de todo. Total, un día mi esposa me dijo: hablé con el doctor y me dijo que tu mal es que eres hipocondríaco. Ves como si estoy enfermo, le contesté.

Mis males imaginarios se fueron cuando en la realidad el urólogo, militar y por tanto poco tierno para decir las cosas me anunció: no se siente, antes que nada, le aviso que tiene cáncer. El segundo médico, un neurocirujano, militar también, me dijo sin muchos preámbulos: tiene cuatro aneurismas, uno mortal. ¿Se acuerda de la película Atracción Fatal? Pues pórtese bien.

Les comento que Hipócrates, un viejo amigo mío, no se colocaba aún la servilleta del restaurante sobre las piernas cuando ya había depositado en la mesa varias pastillas. Previamente pasó un paño con desinfectante en los cubiertos y frente a su lugar.

-No he estado muy bien de salud. Le he dicho a mi médico que no llego a fin de año. Él sólo escribe que escribe en mi expediente y me atiborra de medicina.

– ¿No serás hipocondriaco Hipócrates? Le pregunté.

-No, de ninguna manera. Sólo el enfermo sabe lo que le duele, aqueja, molesta, aflige. Se justificó

Al final de la comida, Hipócrates pidió un vaso con un poco de agua donde depositó una pastilla efervescente que le sirvió además para ingerir las dos últimas píldoras.

-No sabes lo que he gastado en médico y medicinas, expresó ante mi cara de estupefacción que le veía saturarse de chochos. Pensé que su galeno había encontrado en él una mina de oro.

Jean-Baptiste Poquelín, conocido como Moliere, escribió y puso en escena la obra de teatro: El enfermo imaginario. En ella, el comediógrafo interpretó y dio vida al personaje Argán, el enfermo que atrae la atención de su esposa y de sus hijos que le procuran ante las variadas y temibles enfermedades que dice tener. Las hilarantes escenas podrían recordarnos al amigo que presume, con placer morboso, sus enfermedades.

Moliere se interiorizó tanto en el personaje que, a la cuarta vez que interpretó a Argán enfermó realmente y a los pocos días murió. El protagónico vestía un traje amarillo en la obra. Hoy los actores temen salir a escena con ese color. ¿Superstición? ¿Manía? ¿Agüero?

La mente es más fuerte de lo que uno supone. Ejemplo son los niños a los que les aparece sin causa aparente fiebre o salpullido el día del examen; el universitario al que le viene una taquicardia incontrolable o las chicas con imaginarias enfermedades antes de la boda. Muchas de estas personas son adictas a ver programas como E.R., Gray Anatomy, Dr. House y otras con las que entran en competencia para anticipar el diagnóstico; y no sólo eso, adoptar más de un mal.

Al médico le queda, con este tipo de paciente, vivir de lo que le pague recetándole placebos.

Con la edad, los seres humanos se van hipocondrizando; tienen más enfermedades que las que corresponderían a su edad. Aquí servirían dos de las frases de mi abuela Jose cuando uno le decía que tenía taquicardia, colitis, el apéndice a punto de estallar, etc.: “Seguro es un gas mal acomodado mi’jo”.  Y la segunda, “no hay nada que no cure un buen molito acompañado de una copita de mezcal”.  Pudiera ser, pues vivió hasta los 96 años sin quejarse de nada.

Mi amigo, Hipócrates, hacía mancuerna con Hipólito, otro hipocondríaco como él. Todos les señalaban y le gritaban: “Ahora de que estáis enfermos”. “Estáis haciéndoos tontos”, “no tienen nada”.

Hipólito murió. En su lápida se leía en el epitafio: ¡No que no cabrones!

         En mi familia ya nadie cree en mis enfermedades y he optado por ir penando en silencio con mis males por la vida.

 

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