De Octavio Raziel
Terminé de leer un extenso artículo en el Periódico El País, de España: Cuando los datos se vuelven en nuestra contra. De él se colige que no podremos escondernos en ningún punto de la Tierra, es más, del Universo, sin que sepan todo de nosotros.
Sigo pensando que el moderno Big Data es el Ojo de Dios con el que me amenazaban cuando niño: Dios todo lo ve; nada se le escapa de lo que veas, digas, oigas, pienses…
Enciendo mi celular y aparece un anuncio de la cadena internacional SAM’s que no solicité. Me pone un espacio donde debo decidir qué ando buscando. Le pido una chava con medidas 90-60-90 y me responden que por el momento sólo tienen pantallas de plasma de 90 pulgadas. Luego solicito un par de chicas de compañía para el fin de semana, y me contestan que lo único que tienen en promoción son sillas de playa chicas. En ambos casos integro el pedido al carrito de compras y me piden mi correo electrónico que de inmediato se los proporciono: juanitoguanabacoa@hotmail.com, y mi password que también lo mando: Juanchoelborracho. Contestan que van a buscarme en su base de datos para enviar la cotización correspondiente.
Logro hacer un par de llamadas y apago el celular.
Un rato después, lo vuelvo a encender, y entonces aparece un anuncio del SAT. Me piden mi información confidencial como contribuyente mexicano. Les contesto que yo ya estoy muerto y que los difuntos no cotizamos. Me dan las gracias por la información y se borra la pantalla.
Logro entrar a mi sistema y hablo con quién tengo que hablar y cuelgo.
Abro mi cel y ahora es un tipo que va a dar unas conferencias de no sé qué. Me preguntan en qué idioma quiero la plática. Ruso, ruso les digo. Se hacen pelotas y se bloquea el aparato.
Pasa mucho rato con una pantalla azul que no me permite desbloquear.
. Logro encenderlo y ahora promocionan unos relojes de pulso de miles de dólares. Aparto dos y lleno un pedido para que me los envíen a mi dirección en Tasmania. Los inútiles no encuentran mi código postal y entonces cancelo el pedido.
Me vuelven a bloquear con su pantallita azul. Después de mil acciones logro desaparecer la función de promocionales.
Le comento a Ana de estas raras acciones del celular y me platica que hace unos días notó una pequeña hinchazón en unas venas de la pierna y que más tarde, cuando abrió el YouTube le llegaron varios anuncios sobre mejunjes contra várices y molestias similares. Nunca pidió información al respecto. Luego, por la mañana me comentó que pensaba cocinar lentejas para la comida; mientras preparaba ese platillo abrió el YouTube para escuchar música y, me lo mostró: ¡Varias recetas, con videos e ingredientes para cocinar lentejas! ¿Será que el maldito celular escucha todo lo que hablo, o es una paranoia por el Big Data? Me pregunta.
El Ojo de Dios, es el Big Data, el ojo divino que está aliado a un ángel espía llamado celular y que ya está con nosotros, le contesto.
Un día de esta semana, frente a la Plaza Cuernavaca, dos niñas, una de poco más de 10 años, montada en la llanta delantera del automóvil que estaba a mi lado limpiaba el parabrisas; su hermanita, supongo, de máximo siete años intentaba dar machincuepas sin mucho éxito.
– En Cuba, esas niñas estarían en la escuela, por lo menos hasta el bachillerato, cuidadas por magníficos maestros y atendidas con los mejores servicios médicos del mundo. Pensé en voz alta.
– Y ¿Entonces? ¿En México? Preguntó Ana.
– Tenemos muchos políticos multimillonarios.
– La democracia, expresó con enfado Ana.