jueves, abril 18, 2024

La Unión Soviética y Rusia, pasado y presente

Luis Alberto García / Moscú

 

*Gira por la Gran Bretaña, cosecha de victorias en 1945.

*Como el Ave Fénix, el futbol soviético se volvió potencia mundial.

*Campeón olímpico invicto en 1956, monarca europeo en 1960.

*Spartak de Moscú, fábrica de figuras para la selección nacional.

 

 

La invasión hitleriana, artera y sorpresiva, iniciada el 22 de junio de 1941, marcó un antes y un después para la Unión Soviética, que tenía dos décadas de haber concluido definitivamente la Revolución de octubre de 1917, al término de una guerra civil que duró más de tres años, hasta febrero de 1921.

Ya con Iósif Stalin el político mando absoluto y en pie de lucha contra la agresión fascista alemana, la Segunda Guerra Mundial paralizó toda actividad en la nación, incluida por supuesto la deportiva, inmersos todos los ciudadanos en la bien llamada gran Guerra Patria contra los nazis, que concluiría el 8 de mayo de 1945 con la toma de Berlín al mando de las tropas comandadas por el mariscal Georgi Zhukov.

Sin embargo, ha sido la histórica fortaleza del pueblo ruso –en aquellos años sometido en su mayoría por la dictadura estalinista- la que ha sacado adelante a un país potente, que en el otoño de 1945, el Dínamo de Kiev, capital de la República Socialista de Ucrania, se preparaba para una gira por la Gran Bretaña, en lo que sería el bautizo de fuego internacional del futbol soviético.

Los jugadores ucranianos participaron en cuatro partidos con un saldo más que positivo: resultaron invictos, al empatar (1-1) con el Chelsea londinense y el Rangers de Glasgow; al Arsenal le ganaron (4-3); y demolieron al Cardiff galés (10-1), descubriendo ante los especialistas las inmensas posibilidades de un futbol totalmente desconocido en Occidente.

De vuelta a la Unión Soviética, el Dínamo jugó en Suecia ante el Norrkoping, al que ganó con facilidad (5-1), mostrando a partir de ese año de la paz, que la nación devastada por los alemanes, con veinte millones de muertos y cientos de ciudades por reconstruir, sería la ganadora de numerosos lauros en los dos decenios siguientes.

El traslado progresivo del futbol de las poblaciones rurales hacia las ciudades, propició que los sindicatos y el Ejército –que jugaban un balompié de fuerza y calidad- fueran una inagotable cantera, como se probó en los Juegos Olímpicos de Helsinky en 1952, cuando la Unión Soviética acabó subcampeona, al caer 1-0 ante la antigua Yugoslavia, que obtuvo la medalla de oro.

Cuatro años después, los soviéticos alcanzaron su primer y más sonado triunfo internacional al obtener la medalla de oro en Melbourne al vencer (0-1) al cuadro balcánico, en una revancha olímpica nunca antes vista, cobrándose así la derrota de Finlandia por el mismo marcador.

Entre los héroes de Australia estuvo un joven de 23 años, Lev Yashin – considerado el mejor portero del siglo XX en el mundo,  tras sus actuaciones en cuatro torneos mundialistas y tres Juegos Olímpicos-, integrante de un seleccionado nacional exitoso que animó a los dirigentes soviéticos a inscribir a su representante en la Copa del Mundo de 1958, donde eliminó a Inglaterra y cayó ante Suecia, derrota que le impidió llegar a finalista ante Brasil, que venció a los escandinavos (5-2).

Bajo nuevas ideas futbolísticas, la selección soviética de Yashin, Kessarev, Kutnetzov Voinov,Kriegewsky,Tsarev, Simonian, Salnikov, Yllyan, Alexei y Valentín Ivanov marcó una época en que su estilo se basaba en la fuerza física, como lo había hecho Alemania en 1954, cuando venció en la finalísima de Suiza a Hungría.

El conjunto magyar contaba entonces con  Grosics, Geller, Buszanszki, Lorant, Boszik, Zakarias, Budai, Hidegkuti, Czibor, Kocsis y Puskas, dueños de un futbol maravilloso que, sin embargo, cayó 4-3 frente a los teutones de Sepp Herberger, con el grupo de virtuosos disolviéndose en octubre de 1956, tomando el camino del exilio, cuando la nomenklatura moscovita decidió la invasión de Hungría que, resueltamente, buscaba una opción política diferente al comunismo.

La escuadra que llevaba estampadas las letras CCCP (URSS) en el camisa roja, se percató de su gran calidad, logrando la supremacía europea en 1960, al vencer a Yugoslavia en la final de la Copa Europea de Naciones de Francia, accediendo a la finalísima tras superar a Hungría con claridad en los partidos de ida y vuelta y por el abandono de España, cuyo gobierno franquista no quiso saber nada de sus rivales comunistas, ni en Madrid, ni en Moscú.

A lo largo de la primera mitad de la década de 1960, el conjunto soviético reflejó una evolución técnica envidiable, que lo llevó a encabezar el futbol continental  que, a los nombres de los monarcas olímpicos  y europeos, sumaba los de Albert Chesternev, Sergei Metreveli e Igor Netto, quienes vivían su época de oro.

Éste último –apodado el “Ganso” por su largo cuello y su corpulencia- nació en 1930, fue la gran figura y capitán del Spartak de Moscú y de la selección nacional, lucidor con su juego sobrio, preciso y seguro, cualidades que lo llevaron a ganar la Copa europea y ser mundialista en Suecia y Chile en 1958 y 1962.

Entre los grandes clubes de todas las épocas, destaca justamente el Spartak, fundado en 1922 como MKS, siempre puntero en los campeonatos soviéticos, con una veintena de títulos de Liga y quince de Copa al mando de Constantin  Beskov, legendario jugador y luego extraordinario director técnico, quien también dirigió al Torpedo, Lokomotiv, CSKA, Zari y Dínamo de Moscú.

En el plano internacional y proveedor como antepasado de la actual Sbornaya (selección) de Stanislav Cherchesov que pretende ser monarca mundial en 2018, el Spartak es orgullo del país debido a que ha participado en las Copas de Europa de 1970, 1971, 1980 y 1981, aunque fue eliminado por el Real Madrid y el Milan en dos de ellas, alcanzando valiosos reconocimientos por esos éxitos.

Sus jugadores más destacados en los últimos torneos mundialistas han sido Dasaev, Romantzev, Gavrilov, Jertzev y Khidijatullin, internacionales en más de cincuenta ocasiones, que tienen en Roman Zobnin, Dimitri Kombarov, Alexei Samedov, Ilya Kutepov y Denis Glushakov a sus herederos.

Esos son los espartaquistas de 2018, quienes desean cumplir un digno papel, como en el pasado, antes de que la Unión Soviética iniciara la travesía por el desierto a partir de 1970 -cuando obtuvieron un cuarto lugar en México-, con mediocres actuaciones y lastimosas eliminaciones en años recientes.

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