La piedra de Sísifo: Sobre una cuerda floja

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Por José Luis Camacho López

Con un alto porcentaje de aceptación política y social hasta un 78 por ciento, la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo cumple su primer año de gobierno este pasado 1 de octubre, en un periodo azaroso caracterizado por una multiplicación de conflictos, empezando por una tensa relación con el gobierno del republicano Donald Trump, empeñado en doblar y quebrar la soberanía del país.

La primera mujer en llevar la banda presidencial ha logrado mantener la estabilidad de su gobierno en medio de complejas dificultades. Unas  provenientes del exterior desde los alevosos aranceles, una débil crecimiento de la economía, la baja en las remesas producto de trabajo de los trabajadores mexicanos en Estados Unidos, consecuencia de las brutales redadas de indocumentados y  presiones para una cooperación contra el narcotráfico que vayan más allá del control mexicano  que pretende el gobierno imperial republicano.

En el acto de 215 aniversario de la independencia de México, la presidenta mexicana rechazó cualquier injerencia extranjera en los asuntos nacionales. “La independencia, libertad y soberanía de México significa que ninguna potencia extranjera decide por nosotros”, expresó.

Sheinbaum Pardo recordó su propuesta al Congreso de incorporar a la Constitución una adición al artículo 40 de la Carta Magna para decir que el pueblo “bajo ninguna circunstancia aceptará intervenciones, intromisiones o cualquier otro acto desde el extranjero que sea lesivo de su integridad, independencia y soberanía de la nación, tales como golpes de Estado, injerencia en elecciones o la violación del territorio mexicano, sea por tierra, agua, mar o espacio aéreo”.

Al interior del país uno de los problemas centrales es la corrupción al interior de su gobierno. Los más escandalosos: El descubrimiento del involucramiento de dos altos oficiales de la Secretaria de Marina en un aún incalculable contrabando de combustible con ganancias cuantiosas que involucran una red de empresarios. El otro  la detención en Paraguay  de un ex funcionario encargado de la seguridad en Tabasco, quien  uso su cargo para disfrazar una red de delitos.  Son dos ejemplos  con los cuales la presidenta  lidia en este primer año de gobierno.

La declaración hecha por su secretaria de Gobernación, Rosa Isela Rodríguez en su comparecencia en el Senado de la República, resume el mensaje de una presidenta que no está dispuesta a ser cómplice de quienes pretenden  prolongar una corrupción en la historia política del país, el cáncer del Estado Mexicano desde que se fundó en 1821.

La secretaria de Gobernación afirmó que en el gobierno de la presidenta  Sheinbaum “no tenemos compromisos mafiosos ni pactos con criminales” y “si alguien cruza la línea del cumplimiento de la ley asumirá las consecuencias, trátese de quien se trate”.

“Cero corrupción y cero impunidad”,  declaró esta funcionaria que ha tenido una larga trayectoria pública desde que era vocera en el Congreso de la Ciudad de México, tareas en los gobiernos de la Ciudad de México, secretaria federal de Seguridad Pública y con una muy estrecha cercanía con el ahora expresidente Andrés Manuel López Obrador. Es un mensaje que se sobreentiende comparte a los dos gobiernos de la 4T.

La presidenta está dispuesta a que cualquier acción y política pública de su gobierno pase por la Constitución. El primer año de su gobierno lo celebró con una iniciativa de nueva Ley General de Aguas y reformas a la Ley de Aguas Nacionales con el propósito de recuperar y devolverle a este recurso su condición de propiedad de la nación, que propició a través de concesiones  uno de los más grandes negocios de una corrupción legalizada.

Políticos, empresarios y funcionarios estatales se apoderaron y comercializaron el agua como mercancía por la vía de concesiones de mantos acuíferos del país. concedidos por la presidencia de Carlos Salinas (1998-1994).

La presidencia de la Doctora Claudia Sheinbaum Pardo aspira  dirigir la cuerda del hilo conductor de la construcción de un nuevo Estado mexicano, reformado y que corresponda política, social, económicamente y culturalmente a un país que en 2020 era de más de 126 millones de habitantes en las 32 entidades de la República.

Sheinbaum Pardo plantea un objetivo extraordinariamente complicado por las herencias patrimonialistas en poderes públicos y privados,  que han hecho de la corrupción parte de las creencias, usos y costumbres en sectores de la población nacional y de sus gobiernos, donde era común escuchar frases bíblicas de la corrupción: “Tu nada más ponme donde hay” o entre la población: “roban pero dejan robar”.

En la agenda política presidencial de la primera mujer en el cargo del Ejecutivo unipersonal del artículo 80 de la Constitución y de la estudiante universitaria de la Facultad de Ciencias de la UNAM en la década de los ochenta del siglo pasado, destaca el pensamiento crítico que aprendió en las aulas universitarias.

Para la Doctora en Física  uno de los retos superiores de su presidencia es construir   una presidencia ajena a la omnipresencia, lo omnipotente y omnisciente ( que estaban en todo, lo podían todo y lo sabían todo) que caracterizó al régimen presidencial del siglo pasado durante los gobiernos del partido de Estado y de los gobiernos de la alternancia en el poder político del Ejecutivo federal y en las entidades de la república.

Esas facultades extraconstitucionales de mandamases que tenían los presidentes mexicanos, ajenos al marco constitucional, los convertían en una especie de super hombres, semidioses abanderados,  que creían o les hacían creer que lo eran. Cuando el presidente en turno solicitaba que le dieran la hora del país, le respondían: “la que usted diga señor presidente”.

La presidencia de Andrés Manuel López Obrador mantuvo parte de esos rasgos de poderes autoritarios al creer que lo sabía todo.  Rasgos que la presidenta Sheinbaum parece desmontarlos por completo en Palacio Nacional. Sin desconocer que López Obrador realizó cambios significativos en su presidencia: acabar con la partida secreta; clausurar Los Pinos como principal sede del gobierno; recuperar Palacio Nacional solamente usado para las parafernalias oficiales; acabar con las concesiones fiscales, eliminar los horarios de verano y modificar la comunicación social con sus mañaneras con todos sus asegunes.

Uno de los  rasgos del presidencialismo mexicano de los dos gobiernos de la 4T fue recuperar con mayores alcances una política pública del partido de Estado abandonada durante las administraciones neoliberales. La que tiene que ver  sobre las necesidades sociales al disponer de grandes recursos para las pensiones del bienestar que riegan las economías de las familias mexicanas. Una política pública que en los hechos le representa a estos dos gobiernos apoyos y simpatías de las clases menos y más vulnerables y cumplirían con la frase con las que llegaron al poder presidencial las dos 4T: “primero los pobres”.

Simplemente estos dos gobiernos presidenciales para lograr altos promedios de muy simpatías y aceptación aplicaron una política pública que vincula lo político con lo  social. Nunca lo visualizaron los partidos del prianismo entre 2000 y 2018,  por creer más en los proyectos de la macroeconomía neoliberal que benefició a los grandes y poderosos ricos y discriminaron la microeconomía en la que habitan  la gran mayoría de las familias mexicanas.

La presidenta Sheinbaum dejó el papel de ser árbitro a modo. Dejó de mediar cualquiera de los conflictos suscitados durante el presidencialismo del partido de Estado y de las tres alternancias del prianismo. Era común que Los Pinos fueran los espacios en los cuales el presidente en turno asumía ese papel extraconstitucional de usos y  costumbres, que lo colocaba en un papel de un tipo de dios mesiánico a quien le rendían tributo por resolver en público o al oído problemas de distinto índole: sean burocráticos o empresariales, económicos, sociales y políticos a través de distintas fórmulas y pactos.

 

En este sexenio, es la primera mujer mexicana en ocupar hasta el 2030 el emblemático sillón al cual los generales Francisco Villa y Emiliano Zapata no la  disputaron. Zapata se lo cedió simbólicamente  a Villa en uno de los momentos que ya advertían ser los más trágicos del movimiento armado  con el asesinato de ambos. Con sus muertes lo social de ese movimiento pasó a segundo plano. Surgió un Estado en el cual prevaleció más la política porfirista: más  administración y lo social en forma adicional. De otra manera cómo se explica la dimensión de la pobreza y la extrema miseria en el país heredada por el viejo régimen en el siglo XXI.

La presidenta ha cumplido un año en esa silla del Palacio Nacional. En estos 365 días de su primer año de gobierno seguramente la Doctora Sheinbaum Pardo aprendió con su pensamiento crítico,  que el mandato de su poder no es absoluto. Aunque sea a la vez Jefa de Estado y Jefa de Gobierno, las dos características históricas del presidencialismo mexicano.

Son dos espacios de poder, en los cuales la presidenta Sheinbaum no puede estar en todo, lo pueda todo y lo sepa todo. Le toca gobernar un sexenio sin los atavismos extraconstitucionales del viejo régimen. Un periodo en el cual lo social y lo político, vinculados uno y otro en sus acciones, caminen sobre una cuerda menos floja y un  terreno menos empedrado al que le auguran “los emisarios del pasado”, una de las frases bíblicas del breviario del echeverrismo.

 

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