Por José Luis Camacho
El 13 de mayo, en una de sus emisiones, la TVE, la televisora española pública, difundió dos escenas simultáneamente, la de los presidentes Luiz Inacio Lula da Silva, Gustavo Pedro y Gabriel Boric junto al presidente chino Xi Jinping, todos ellos sonrientes, y la del canciller mexicano Juan Ramón de la Fuente algo cabizbajo en una de las sesiones de la reunión ministerial China-CELAC.
El contraste entre una escena y otra tuvo la intención de mostrar a los tres líderes latinoamericanos de Brasil, Colombia y Chile junto al líder chino y distante la del representante de México, en una reunión del Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) y las organizaciones regionales de América Latina y el Caribe (ALC) donde el poderoso imperio de la economía global anuncio destinar diez mil millones de dólares a nuevos créditos para países de nuestro continente sur y del Caribe.
Esa reunión en territorio chino a la que también asistió el presidente uruguayo Yamandú Orsi Martínez y otros representantes de la región, representó por un lado un desafío de los propios mandatarios latinoamericanos y caribeños al arbitrario dominio y su guerra arancelaria del presidente Donald Trump y por el otro la del gobierno chino decidido a frenar sus ansías geopolíticas y geoeconómicas de gobernar al mundo.
Señalar la ausencia en esa decisoria reunión de la presidenta mexicana Claudia Sheinbaum Pardo era evidente el propósito editorial para el manejo de la información de la televisora pública española.
La presidenta mexicana no desconoce la importancia de la CELAC. No es ajena a la prioridad que significa mantener lazos comunicantes con las naciones del sur del Suchiate. El 9 de abril estuvo en Tegucigalpa en una Cumbre de esa comunidad donde planteó una cumbre por el bienestar económico de toda la región, cooperar en la atención a la movilidad humana desde una perspectiva humanista, criticó la criminalización de los migrantes del continente y se pronunció contra el bloqueo a Cuba y Venezuela.
Sheinbaum simplemente en esa Cumbre de Tegucigalpa de la CELAC llevó en su discurso las líneas esenciales de la política exterior mexicana de mirar hacia el sur y no solamente hacia el norte, la fuente de las problemáticas de nuestra nación y de las naciones del sur y del Caribe del continente.
Ahora si bien las celebraciones en mayo en la ciudad de Moscú de los ochenta años del triunfo soviético sobre el régimen nazi que persiguió y asesinado a millones de personas de origen judío, podía haber sido un argumento para estar presente en esos actos por el mismo origen de la doctora Sheinbaum junto con el presidente Lula, la reunión ministerial de China-CELAC revestía una mayor importancia estratégica por los momentos que vive México en su relación con el frívolo, caprichoso y obsceno gobierno de Trump que busca herir al país por todos sus medios.
La historia de las relaciones mexicanas con los gobiernos republicanas y demócratas han sido de muy escaso y mínimo entendimiento. Prevalece en el imperio del norte el afán de someternos y llevarnos a la humillación, al brutal despojo territorial en 1846,1847 y 1848 por medio de una alevosa invasión militar; promover el golpe de Estado en 1913; las invasiones militares frecuentes en territorio mexicano en Veracruz y Chihuahua en la segunda década del siglo XIX; la imposición de sus reglas en la explotación del petróleo, de los recursos mineros; conquistar a México vía su industrialización a modo y de sus inversiones. Toda una historia de agravios imborrables para la memoria de la nación.
Toda esa historia seguramente está presente en la presidenta Sheinbaum cuando habla con Trump, al soportar sus esquizofrénicos dislates y evita llegar a los roces con quien sueña ser el dictador del planeta. Su mente como científica la descansa en un refrigerador. En su discurso público está presente defender con firmeza la soberanía nacional, tan maltrecha y disminuida durante los gobiernos que siguieron al pie de la letra el Consenso de Washington de convertir al Estado mexicano en un gobierno famélico y dependiente del agio internacional.
Inevitable la memoria de los créditos que el presidente Clinton le otorgó al presidente Ernesto Zedillo por la crisis del diciembre negro de 1994 que provocó su entrante gobierno. Un negro episodio donde el Doctor de la Universidad de Yale, egresado del IPN, amarró completamente a la economía mexicana a la neoliberal del capitalismo superior.
La ausencia de la presidenta mexicana en la reunión con el presidente chino es probable se discutiera en las sesiones de su gabinete, en estos momentos en que el presidente Trump no deja de mirar hacia su frontera sur y hablar suavecito o de la manera más vulgar y corriente con el garrote en la mano.
La presidenta Sheinbaum seguramente estaba en dilemas entre las visiones de su secretario de Economía Marcelo Ebrard encargado de destejer la complejidad de los aranceles y el tratado comercial Te-MEC, y la del secretario de Relaciones Exteriores, Juan Ramón de la Fuente. Son dos experimentados funcionarios entrenados en varios sexenios anteriores con una visión de contrastes sobre el mundo geopolítico y geoeconómico de ahora entre los dos más fuertes imperios globales. Una visión y otra pudieron estar en diferencias en el momento de decidirse cuál no dejar de atender para estar en la China-CELAC.
La de Estados Unidos y China son dos relaciones económicas y políticas fundamentales para esta hora de México y sus grandes problemas de empleo, seguridad social, seguridad pública, de un desarrollo económico ordenado y adecuado a los intereses del país que sin dilaciones requiere construir políticas de futuro para un siglo de enormes incertidumbres para nuestra población, sobre todo para la más joven.
Probablemente De la Fuente cuando observó que Lula, Petro, Boric y otros líderes latinoamericanos y del Caribe estaban junto a Xi Jiping, pensó como otros mexicanos que vimos la escena por los medios, que había un lugar para la presidenta Sheinbaum entre los liderazgos del sur. Ya en otros momentos historia de las relaciones externas se han cometido torpezas como las del expresidente Ernesto Zedillo. En su primera gira por Centroamérica, trató con injusta dureza a la entonces presidenta de Nicaragua, Violeta Chamorro. La señora Chamorro en un afán de cordialidad le dijo a Zedillo que México era visto como el “hermano mayor”. Zedillo le contestó fríamente y molesto que México no lo era ya. Zedillo careció de esa visión histórica que distinguió la política exterior mexicana sobre el sur.
La política exterior mexicana hacia América Latina y el Caribe fue fundada desde en una política de hermandad solidaria y buena vecindad. Una política exterior sustentada en la defensa de la soberanía nacional, construida por internacionalistas del tamaño de Isidro Fabela, Genaro Estrada, Lázaro Cárdenas, Adolfo López Mateos, Rafael de la Colina, Manuel Tello, Alfonso García Robles en momentos claves de nuestra historia y relaciones con Estados Unidos.
México desafió al imperio al mantener relaciones con la Cuba socialista, condenar el golpe militar de 1973 en Chile y apoyar la pacificación de Centroamérica con el Grupo Contadora. Tres momentos estelares de la política exterior mexicana.
A pesar de ser atacada y juzgada banalmente como una política de contrastes, de ser luz de la calle y oscuridad de su casa, la política exterior mexicana desafiaba el poder imperial de la Casa Blanca y dejó el testimonio de que la mejor manera de defender la soberanía nacional radica en una política exterior sólida y capaz de mantener una relación con Estados Unidos sin complejos, por más riesgosa que fuera. Se probó en la crisis de 1962 de los misiles en Cuba o en la explosiva situación en Gaza que el gobierno de López Obrador llegó a condenar como genocidio. México se mantuvo vertical y firme. Son firmes lecciones de la historia de que la mejor defensa de nuestra soberanía es su activa, puntual y determinante política exterior.