Adrián García Aguirre / Bacalar. Quintana Roo
* Atraviesa por la zona arqueológica de Becán.
* El diseño oficial ha dividido la ruta en tres tramos.
* Un proyecto que abarca la selva, el Golfo y el Caribe.
* El recorrido contará con 18 paradas en cinco Estados.
* Va por Campeche, Chiapas, Tabasco, Quintana Roo y Yucatán.
El tramo del Golfo del llamado Tren Maya, de 653 kilómetros, tendrá un recorrido que pasará por Mérida, Valladolid o Izamal, y otros tan empobrecidos y deprimentes como Escárcega o Tenosique, paso obligado para los migrantes de Centroamérica que van a Estados Unidos.
En el Caribe, el tramo de 446 kilómetros irá desde la paradisiaca laguna de Bacalar al desquiciado Cancún, y en la selva con 426 kilómetros, el tren atravesará la reserva zona arqueológica de Becán y una biosfera que tendrá una estación junto a los restos vestigios mayas de Calakmul, patrimonio de la Humanidad.
Miguel Chan presume la casa de sus abuelos, pero la que de verdad le preocupa es la de sus hijos; los recursos naturales y la selva en la que han crecido. “La llegada del tren es una agresión y una falta de respeto.
Insisten en decirnos lo que necesitamos sin preguntar qué queremos o cómo vemos nuestro futuro. Nos roban el término “maya” y frivolizan nuestra cultura y nuestra identidad poniéndole nombre al tren”, lamenta en el patio de su casa.
Dicen que habrá trabajo en la construcción, pero ¿qué clase de trabajo? Construir las vías y los hoteles para que después de dos o tres años volvamos a quedar desempleados. Nos pagan salarios de miseria en la construcción que solo sirven para mantenernos igual durante generaciones. Si yo encontrara trabajo en el tren, ¿de qué cree que me van a contratar?, ¿de mesero o de gerente? Al final siempre terminamos limpiando sus baños”, se responde.
“Por qué tenemos que ser siempre los albañiles o los meseros de los turistas. También queremos ser ingenieros, médicos o …. A lo mejor no queremos un tren y sí buenas universidades o un hospital equipado. Esto lo teníamos que haber hecho juntos”, reflexiona, sentado en una silla de plástico desde la que solo ve ceibas, mangos y caobas.
“Por qué tenemos que ser siempre los albañiles o los meseros de los turistas. También queremos ser ingenieros o médicos, rezonga Manuel, campesino maya, quien ya tuvo ‘su’ tren hace 30 años cuando emigró a Cancún.
Y sí, Miguel ya tuvo su Tren Maya hace 35 años cuando, aún adolescente, como muchos otros jóvenes de la región, se fue a Cancún y a la Riviera Maya, donde se ganó la vida construyendo palapas de palma, la profesión que había aprendido de su padre, en las terrazas más elegantes de los grandes hoteles.
Por aquel entonces, él y las mucamas eran lo único maya del lugar; pero diez años después regresó a su pueblo y se revirtió la proporción. Solo un par de vecinos no se apellidan Ek, Poot, Puc, Cox, Kan, Chan, Och o Kan.
”¿Qué es progreso? ¿Cancún?”, se pregunta. “¿El crimen organizado, la violencia, el tráfico de drogas…? No quiero a millones de turistas ni tener la violencia qué hay en otras zonas del país”, dice, señalando la plaza terregosa donde unos niños juegan béisbol.
En los últimos tiempos el índice delictivo en Nuevo Jerusalén es siempre el mismo: dos casos. El año pasado fueron el lío de un borracho en Navidad y Tomás, el loco del pueblo, que volvió a robarle una gallina a la señora de siempre.
Hasta la llegada del tren, en Nuevo Jerusalén la mayor preocupación eran las inundaciones y distinguir a tiempo si el cambio en el trino del momoto se debe a que tiene hambre o que viene el agua.
El Tren Maya es el niño mimado de López Obrador, aunque la joya de la corona de las obras públicas no solamente es esa, sino el aeropuerto de Santa Lucía cercano a la capital del país, que obligó a que se paralizara otro en construcción; pero que quiere dejar su legado y así pasar a la historia.
Sin embargo, el tres de la península no se ha detenido, no ha podido pararlo ni el negro panorama económico, que el gobierno lópez obradorista se niega a reconocer, y por si había alguna duda, a mediados de mayo de 2020 López Obrador reiteró: “Llueva, truene o relampaguee”, el tren seguía siendo prioritario y ni la pandemia de covid-19.
Tampoco la caída de un 8.5 % del PIB, ni la baja del precio del petróleo ni la depreciación del peso frenarían una inversión de 150.000 millones de pesos (unos 6.000 millones de dólares)”.
El frustrado aeropuerto de la Ciudad de México de Enrique Peña Nieto tenía un presupuesto equivalente a dos trenes, unos 12.000 millones dólares, pero su cancelación supuso casi 3.000 millones en compensaciones, una pérdida que, como es su costumbre, el gobierno minimizó.
En la lógica del presidente, el ahorro de 9.000 millones de dólares a la nación se ha destinado a la construcción del Tren Maya, a Santa Lucía y a la refinería de Dos Bocas, la otra gran obra pública de su gobierno que se construirá también en Tabasco, la tierra donde el presidente nació en 1953.
Desde que López Obrador anunció su construcción y propuso una consulta pública en la región, muchos levantaron los hombros: dos años más tarde, Yucatán se ha llenado de millones de pesos para engrasar su aceptación, como parte de una estrategia con tres patas: programas sociales que incluyen el regalo de millones y millones de pesos, una intensa campaña ‘informativa’ —que incluye propaganda y los “Servidores de la Patria”, operadores en el terreno— y la activa presencia del mandatario en la región cada que se le ocurre.