Adrián García Aguirre / CDMX
*La panificadora de Insurgentes abrió en 1952
*Se cerró en diciembre de 2022, setenta años después.
*Don Antonio Ordóñez esperó a cumplir casi cien años.
*Despedida después de siete décadas en la capital del país.
La historia de la Ciudad de México se escribe con pan: los bolillos y teleras que salen charola tras charola desde la madrugada, las conchas, moños, chilindrinas y orejas de la noche, las baguettes para la cena de Navidad y Año Nuevo o simplemente el antojo vespertino al pasar frente a una panadería.
Muchas de estas escenas se repitieron desde hace más de setenta años en La Espiga de la avenida Insurgentes 455 esquina con Baja California, que desde fines de 2022 anunció su cierre definitivo.
La Espiga fue una de las panaderías antiguas de la Ciudad de México, fundada en la década de 1950 por Antonio Ordóñez Ríos, quien implementó el autoservicio, el placer de tomar una charola y escoger cada uno sus propias delicias, con lo cual incrementó sus ventas.
A través de redes sociales, los iniciaron un paseo por la nostalgia ante el cierre de este establecimiento de la colonia Hipódromo. Gina Cebey, historiadora del arte, publicó: “Setenta años y el recuerdo de las filas para la baguette de Navidad”.
En la imagen compartida por Cebey, se ve que el establecimiento colocó un letrero en su entrada, donde se explica:
“A nuestros clientes y amigos, les informamos que el día 16 de diciembre cerramos definitivamente esta panadería. Agradeciendo infinitamente su amable preferencia de tantos años”. Vía telefónica, La Espiga confirmó su cierre.
Antonio Ordóñez Ríos vivió más de cien años, una vida en el pan, ya que además de abrir La Espiga también fue uno de los fundadores de la Cámara de Panaderos de México (Canainpa), además de un Centro de Capacitación de la panadería mexicana que lleva su nombre.
De padres españoles, Ordóñez nació el 4 de septiembre de 1919 en México, aunque fue enviado desde la infancia a estudiar a la península. Mientras se formaba con los freiles Agustinos, estalló la Guerra Civil en 1936, hecho que provocó la salida de España de miles de refugiados.
“La Espiga se volvió emblemática en la avenida de los Insurgentes”, se explica en el sitio web de la panificadora, cuyo fundador tuvo una travesía por Francia y estados Unidos hasta que tocó puerto en Veracruz.
En esa época tuvo dos opciones: dedicarse a la panadería o al futbol, ya que fue miembro de la Primera División de ese deporte como jugador del equipo Asturias.
Al igual que muchos otros exiliados de la Guerra Civil, él encontró en la comida una forma de vivir, lo mismo pasó con los fundadores vascos del restaurante Danubio de la Ciudad de México o con cafés tan antiguos como Villarías.
Para 1971 y 1971, Ordóñez fue presidente de Canainpa; continuó activo en su panadería hasta cumplido casi un siglo de edad y, según su página oficial, siempre pedía “seguir adelante y con más bríos”.
La Espiga abrió varias sucursales por la ciudad, aunque la de Insurgentes ha recolectado recuerdos panaderos de miles de chilangos en torno a molletes, pollos rostizados, conchas, bolillos calientitos, moños con nuez, roscas de Reyes y más.
Vecinos de las colonias Roma, Valle, Condesa y otras han lamentado lo que vive la zona, otros han recordado varios momentos en el lugar: “Ahí compraba el pan con mis abuelos y después hamburguesas de La vaca negra que estaba enfrente y una chacharita en el Larín”, escribió Tania Aedo.
“Esa panificadora me trae bonitos recuerdos desde que mi abuelita vivía por allá. Y a mi mamá le encantaba su repostería también, cada que me venía de la CDMX le traía sus galletas”, relató Claudia Hernández;
“Tantos recuerdos de la infancia, los sábados en la noche nos llevaban por un panque en forma de huevo con cubierta de chocolate, esperábamos con ansía el momento. Qué triste que la cierren”, agregó medio triste y nostálgica Rosa María Morales quien, como tantos lugareños del rumbo, no deja de sentir que algo le hará falta en el futuro.