* Las mañaneras equivalen a las órdenes públicas del gobernador, nada de contravenirlas, imposible dejarlo solo, porque ya no se pertenece. Necesita del pueblo bueno y sabio como coro laudatorio
Gregorio Ortega Molina
Naturalmente puedo equivocarme, pero las palabras de AMLO están allí para quien desee escucharlas repetidamente, hasta oír lo que está en ellas y detrás de ellas y encima de ellas, porque cierra el espacio a la duda. Ahora el presidente de México está en proceso de transfiguración; si mi sentir fuera orientalista, diría que está en vías de transmigración.
Yo ya no me pertenezco, sostiene y exige a quienes están con él, que no lo dejen solo. En Mateo, encontramos: “Cuando hayan levantado al Hijo del hombre, sabrán ustedes que yo soy, y que no hago nada por mi propia cuenta, sino que hablo conforme a lo que el Padre me ha enseñado. El que me envió está conmigo; no me ha dejado solo, porque siempre hago lo que le agrada”.
Quienes tuvimos la certeza de que su dolencia anímica es la terquedad, hemos de rectificar. Es un iluminado. No aprendió, le enseñaron; no llegó, es un enviado, y siempre hace lo que agrada a ese que lo envió. Este es el origen del desconcierto que causan sus palabras, desmentidas por los hechos. El discurso en Tijuana, frente a las estaciones migratorias en Chiapas; la firmeza en la defensa de la soberanía, ante el inexplicable silencio sobre las consecuencias de la liberación de Ovidio; el pavor ante el poder femenino, porque sólo la planta del pie de la mujer aplasta la cabeza de la serpiente. La apuesta por Pemex frente a la recesión estimulada, sí, por el entorno internacional, pero también por las pésimas medidas económicas.
Que no lo dejen solo, que ya no se pertenece, y es verdad, allí está la punta de la urdimbre que teje el misterio de su actitud como gobernante, porque, es cierto, es propiedad de quien lo envió, pero solo AMLO sabe quién lo mandó a este país a ser Presidente de la República y a gobernar, y en este misterio más vale no empeñarse en adivinar, porque cualquier supuesto al que lleguemos será una tremenda equivocación, y habremos malinterpretado todo lo que nos depara esta maravilla de 4T.
A punto estoy de aceptar el razonamiento anterior, cuando pongo los ojos sobre el parlamento de El Heraldo, en Estado de sitio, donde Albert Camus lo hace decir:
“Orden del gobernador. Que todos se retiren y retomen sus tareas. Los buenos gobiernos son aquellos donde nada pasa. Tal es la voluntad del gobernador, que no suceda nada en su gobierno, a fin de que continúe tan bueno como ha sido. Dijo entonces a los habitantes de Cádiz que durante el día nada sucedió que cause alarma o desajuste. Es por eso que cada uno y a partir de esta sexta hora, deberá tomar como falsedad que un cometa se vio en el horizonte de la ciudad. Todo el que contravenga esta orden, todo habitante que hable de cometas con otra propuesta que no sea considerarlos fenómenos siderales del pasado, será castigado con todo el rigor de la ley”.
Y sí, las mañaneras equivalen a las órdenes públicas del gobernador, nada de contravenirlas, imposible dejarlo solo, porque ya no se pertenece. Necesita del pueblo bueno y sabio como coro laudatorio.
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