martes, abril 23, 2024

LA COSTUMBRE DEL PODER: Tiempos oscuros

*Pensé, en algún momento, que el presidente constitucional de los mexicanos no era consciente de las limitaciones del poder, pero -horrible equivocación la mía- sí lo sabe, las ha pulsado y evaluado, por eso quiere todo el poder, todo. Hará hasta lo imposible para lograrlo

 

Gregorio Ortega Molina

Reconocerlo es difícil, pero ni modo: México trascendió su condición de Estado fallido, por otra radical y sin regreso, a menos de que se conceptúe e inicie con una profunda transición política total, pero no quieren entender que el modelo con el que se gobierna es de juguete.

     Es el regreso del echevarriato, cuando la economía se manejó desde Los Pinos; quizá se mimetiza con JOLOPO, cuando ve intervenciones y corrupción donde él, el presidente constitucional, no puede meter su cuchara. AMLO abomina y desconfía de lo que no queda bajo su mangoneo, su férula, su criterio. Incluso los acuerdos entre particulares le causan diarrea.

     El gobierno de la 4T flota en un Estado sin gravedad, inexistente en amplios territorios de la república, donde los barones de la droga mandan y distribuyen despensas a su arbitrio, pero no gobiernan; sin peso específico ni representación clara en el ámbito internacional, donde de no ser por Donald Trump, esa terquedad de dar al petróleo un precio y un peso político que es quimérico, hubiese contribuido a acelerar la descomposición de la economía en el mundo; sí, un Estado en el que el gobierno se muestra incapaz de convocar a un nuevo contrato social, porque empoderó a los barones del dinero para darles estatuto de poder fáctico, con el que por fuerza es necesario negociar, en lugar de obligar a sus amigos empresarios a acatar la ley; sin dejar de lado el quebranto del pacto federal, porque los gobernadores exigen ya una revisión del acuerdo fiscal.

     En la ingenuidad de que AMLO no sabe lo que hace, se le ha permitido continuar con su diseño político y su capricho histórico, que es la desaparición total de lo que queda de las instituciones y la legalidad, porque él, y sólo él, puede ser el único mandamás para que esta nación sueñe, otra vez, en recuperar su soberanía, a través del sinuoso camino del autoritarismo, colindante con el totalitarismo. No nos engañemos, por eso está urgido de adelantar la revocación del mandato y controlar a su arbitrio los recursos fiscales de la nación (sólo pospuesta esta pretensión porque no encontraron al legislador anuente), para así, incitar a ese México bueno y sabio a sostenerlo en el poder. Como en el mantra comunista: no hay más ruta que la suya.

     No le den vueltas ni duden, el camino está trazado; la postración en que las consecuencias del Covid-19 dejarán a lo que queda de las instituciones y la legalidad lo facilitarán, lo que abre las puertas a la violencia, a más muertes y desaparecidos y la multiplicación de las muy necesarias fosas clandestinas, pues lo que se requiere es infundir miedo, porque así se paralizan los ánimos, se quiebran las voluntades.

     Pensé, en algún momento, que el presidente constitucional de los mexicanos no era consciente de las limitaciones del poder, pero -horrible equivocación la mía- sí lo sabe, las ha pulsado y evaluado, por eso quiere todo el poder, todo. Hará hasta lo imposible para lograrlo.

     El mes de mayo será crucial para esa intentona, para conjurarla necesita México un líder como el que describen Bill Clinton Y James Patterson en su novela El presidente ha desaparecido: “Estoy del lado de los que trabajan las veinticuatro horas del día por la seguridad de nuestro país, de los que no piensan en poses y a los que no les importa en qué dirección soplan los vientos políticos, de los que no buscan el reconocimiento de sus triunfos ni pueden defenderse cuando se les critica. De ese lado estoy”.

     Ahí está el drama, ¿dónde está ese líder? ¿Dónde el que no tenga cola que le pisen, y si la tiene sea tan pequeña o de pecados tan anodinos que puedan perdonarse, sin necesidad de inventar una campaña contra la corrupción, para esconder esa distorsión moral con la que se conquista el poder? ¡Vaya dilema!

www.gregorioortega.blog                                     @OrtegaGregorio

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