*La historia política de naciones y gobiernos permite constatar que los seres humanos que ambicionan del poder son fieles a ellos mismos. Cultivan con más esmero sus debilidades que su inteligencia y cultura, no son palurdos porque son los genios de la simulación
Gregorio Ortega Molina
Los consejeros de seguridad de este gobierno son de reacción inmediata en cuanto atañe a los intereses de sus patrones. Un accidente en el transporte colectivo por alcance de trenes y casi ausencia de mantenimiento, lo transformaron en un posible atentado, en eventos extraños, lo que sirvió de pretexto para asentar en ese servicio a la Guardia Nacional.
El informe de Martí Batres es superficial, tanto que debieron incluir los chicles “olvidados” bajo los asientos, que resultan inútiles para pegar a ellos artefactos explosivos o, al menos, que afecten a la seguridad física de los usuarios del Metro. Estamos ante un asunto de control, de disminución efectiva de la libertad, la de tránsito, sobre todo.
La idea es simple, es de gobiernos totalitarios. Debemos, los ciudadanos, acostumbrarnos a la presencia constante de la autoridad coercitiva, de procuración de justicia. En la calle, en el transporte, en los mingitorios, y detrás de nosotros mientras defecamos. ¿Recurriremos a los hábitos de los exsoviéticos y convertiremos las cocinas de nuestras casas en el centro de reunión?
Pocos somos los que lo advertimos hace años, y sólo recientemente nos animamos a hacer público lo que observamos. Lo que ocurre en el Metro ratifica la hipótesis de que el mejor presidente del mundo, el inmaculado prócer de la República de Anáhuac, intentará -a lo peor lo logra-prolongar su mandato, y cambiar la duración del periodo de gobierno de seis a diez años, o a ocho, mínimo.
En la novela biográfica de Aspasia, el padre de Pericles advierte a su hijo: “… Los gobiernos son los espías que penetran en todas partes; por eso hay que estar siempre vigilantes so pena de verse esclavizado por los burócratas con sus procedimientos complicados y su ambición de poder… El Estado está bien gobernado cuando el pueblo obedece a los gobernantes y éstos obedecen a las leyes… (aunque) los gobernantes exigían obediencia a leyes que ellos mismos desobedecían”.
La historia política de naciones y gobiernos permite constatar que los seres humanos que ambicionan del poder son fieles a ellos mismos. Cultivan con más esmero sus debilidades que su inteligencia y cultura, no son palurdos porque son los genios de la simulación.
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