Gregorio Ortega Molina
*Los políticos perdieron el discernimiento del humanismo a cambio de la técnica, la servidumbre y el vasallaje. Es el neocolonialismo sin armas, es la decadencia absoluta de los que dicen gobernar, pero sólo administran en nombre de otros
“Errado el diagnóstico de tu serie sobre la decadencia política, porque debiste precisar”, indica en una conversación un distinguido priista, y añade: “Has de reconocer que las instituciones fueron diseñadas y construidas para ser funcionales durante muchos años, son quienes las dirigen, administran y tergiversan sus funciones, los decadentes”.
Le doy vueltas a su aserto y caigo en cuenta que tiene razón. Son los seres humanos los que pierden piso, sus valores éticos, cívicos y morales, olvidan la capacidad de identificarse con la República, con la patria, con la nación, eufóricos por lo aprendido en las universidades particulares y en el extranjero, y creen, más bien están seguros que la que aquí estudiaron y la manera de vivir de sus padres pertenece a un pasado que no debió existir, que es necesario borrar.
Entusiasmados por lo que no entienden, pero aceptan como si fuera la verdad revelada, los políticos mexicanos se dejaron convencer por los neo historiadores, les financiaron las investigaciones y la publicación de los libros que borran -por desacreditar, por certificar que nunca existieron- esos mitos fundacionales que fueron baluarte para la Independencia, la Restauración y el proyecto de nación surgido de lo propuesto por el Constituyente en 1917. Cien años ya.
“Debes promover la recuperación de los textos de la colección México y lo mexicano, editada por Porrúa y Obregón, dirigida por Leopoldo Zea. Deben revisarse la primera edición de los libros de texto gratuitos, porque la propuesta de reforma educativa, en el momento en que muchos mexicanos ganan competencias de conocimiento y cultura en el mundo, es porque lo aquí aprendido y estudiado es correcto”.
Pienso en El laberinto de la soledad, en la obra de Alfonso Reyes, de Martín Luis Guzmán, el doctor Mariano Azuela… recuerdo mis conversaciones con Ricardo Garibay, con Gastón García Cantú, cuando el aliento que se respiraba en México era el de la República, muy lejos del de servidumbre que hoy, sin ningún sentido común, confunden con globalización.
Anotó Emilio Uranga en Análisis del ser del mexicano: “En nuestro caso funciona lo mexicano y lo humano como formando una pareja. Lo humano se entiende a partir de lo mexicano. Recibe su sentido primario de su semejanza con lo mexicano. Si no asiste esta semejanza a la base de las relaciones entre nosotros y los demás no podrá gestarse ningún humanismo…”.
Es cierto lo dicho por mi amigo… los políticos perdieron el discernimiento del humanismo a cambio de la técnica, la servidumbre y el vasallaje. Es el neocolonialismo sin armas, es la decadencia absoluta de los que dicen gobernar, pero sólo administran en nombre de otros.