*Ahora difama, toda vez que la ocasión se le presenta, a los integrantes del Poder Judicial de la Federación, sin importar que en la SCJN haya tres incondicionales suyos. Los extorsiona anímicamente y en la manera en que desempeñan su encargo
Gregorio Ortega Molina
Tiene razón el presidente de la República, no se ha manchado las manos de sangre físicamente, pues resulta cierto que prefiere los abrazos a los balazos, y no lo imagino ordenar una ejecución, o que le desaparezcan a alguno de esos detractores que tanto odia: conservadores, mafia del poder, periodistas…
Lo suyo es la tribuna, la palabra, que en su voz y con su poder, resultan tan letales como los cuernos de chivo. Imposible determinar si él aprendió a extorsionar de los difamadores profesionales que operan para los cárteles y otros rubros de la delincuencia organizada, o fue a la inversa, porque al escucharlo se aprende lo que ha de hacerse, sin dejar huellas físicas. Las víctimas, sus víctimas, pierden prestigio, honra, aceptación social, pero lo más importante, el anhelo de vivir.
Vayámonos con tiento. A unos los extorsiona y recibe su compensación, al disminuirlos en su fama pública, al lesionarlos en el honor que les confería el ámbito de su desarrollo profesional. A otros, a los lerdos en el pensar y el hacer, de plano los exprime, como lo hace con Emilio Lozoya Austin y trató de hacerlo con Rosario Robles.
Los periodistas a los que se empeña en desposeer de su fama pública, saben defenderse de esas difamaciones públicas y verbales, porque el presidente y su equipo de medios o de inteligencia, únicamente se basan en esos otros datos tan oscuros, que distan mucho de ser pruebas. No es capaz de exhibirlos como ellos lo hacen con él. ¿Cuántas veces se aparece en su conferencia únicamente cubierto del traje nuevo del emperador?
Ahora difama, toda vez que la ocasión se le presenta, a los integrantes del Poder Judicial de la Federación, sin importar que en la SCJN haya tres incondicionales suyos. Arrasa parejo, no ve diferencias donde es imposible no establecerlas. De una u otra manera defiende a capa y espada a Yasmín Esquivel Mossa, a pesar de no poseer la legitimidad para desempeñar su encargo de defensora de la Constitución.
Los difama para extorsionarlos anímicamente y en la manera en que desempeñan su encargo. Insiste en que jueces, magistrados y ministros deben llegar a su puesto por elección, pero no es capaz de ver su propuesta en el ejemplo de “la sombra de la corrupción que se cierne sobre Clarence Thomas, quien fue confirmado en el cargo de ministro de la Corte Suprema de Estados Unidos, pese a las acusaciones de acoso sexual por parte de Anita Hill, una antigua ayudante, que el juez siempre ha negado tildándolas de linchamiento high tech. El ministro es también un alcohólico rehabilitado”.
Ahora, lector, puedes premiar o rechazar al rey de la difamación y la extorsión.
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