Gregorio Ortega Molina
*De no ser por Banorte y los mini bancos regionales, el sistema financiero mexicano estaría totalmente en manos extranjeras, lo que de inmediato limitaría la capacidad de ahorro y la posibilidad, pospuesta por la eternidad, de reactivar el mercado interno, que es la única manera de impulsar el crecimiento
Es momento de solicitar a los especialistas en el estudio de las decisiones presidenciales, de la economía y los servicios financieros, que nos proporcionen el verdadero costo -y lo que falta por pagar- de la estatización bancaria decretada en el estertor del gobierno de José López Portillo. Y también, ¿por qué no?, el motivo: ¿Los rescató?
Habrá de añadirse el trasfondo y el precio de la reversión legal a la reforma constitucional, incluidos Ipab, Fobaproa y desposesión del sistema financiero como consecuencia de que a los mexicanos patriotas y distinguidos a quienes se les asignaron los bancos, se les arrugó el cuero con el error de diciembre, patearon el pesebre y se hincharon de lana al vender sólo pensando en ellos, lejos del ideal de la patria. ¿Quién los eligió?
El peor error de Carlos Salinas de Gortari fue poner en manos de esos pusilánimes el sistema financiero mexicano. Con todos los agravios -ficticios y reales- que achacan a los Hank González, ellos no perdieron el concepto de patria ni la percepción de la nacionalidad.
Lo anterior viene a cuento debido a que por nota de Iñigo Barrón, de La Jornada, nos enteramos de que “el Santander y el BBVA tienen un escaso volumen de créditos en México, Brasil o Turquía, comparados con España, pero ganan entre un 60% y un 100% más que en su país de origen. Con estas filiales han compensado los malos años de España, algo que alaban los analistas. La clave está en que llevan muchos años, tienen gran cuota de mercado y cuentan con márgenes mucho más elevados por los altos tipos interés. A cambio, asumen la incertidumbre del tipo de cambio de esas divisas volátiles y el riesgo de fuertes crisis económicas en esos países (¿No ma…?)”.
Deberá revisarse la manera en que conceptúan el riesgo, y los argumentos esgrimidos ante nuestro gobierno, para que el costo de los servicios y las tasas de interés no se ajusten a la realidad internacional. Han convertido a México en un exportador neto de capital, lo que pone en riesgo el resultado de la reforma energética, pues si lo que ingrese como inversión y salarios nuevos por la creación de empleos, se exporta como dividendos a las instituciones bancarias que operan en México, pero no son mexicanas, pues estamos aviados.
De no ser por Banorte y los mini bancos regionales, el sistema financiero mexicano estaría totalmente en manos extranjeras, lo que de inmediato limitaría la capacidad de ahorro y la posibilidad, pospuesta por la eternidad, de reactivar el mercado interno, que es la única manera de impulsar el crecimiento. Si no fuera por las divisas, durante la totalidad del sexenio nos hubiese ido como en feria.
Total, ya nos vamos, dicen ellos, pero aquí nos dejan.
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