*La relación con el o los operadores políticos es otro tema, otra vertiente y distinto ámbito. No es un empleado ni un amigo, pero debe vérsele como a un posible sucesor porque puede convertirlo en alguien que el día de mañana podría mostrarse capaz de dar continuidad al proyecto compartido
Gregorio Ortega Molina
¿Es tan pesada -en términos de poder político real- la presencia de AMLO que requiere contrapesos en el Legislativo y el Judicial? ¿Es necesario un bloque opositor, cuando la oposición ni propone ni parece existir? Lo anterior, ¿adelanta y presiona sobre el juego sucesorio, si hay sucesión?
Todas las elegías refieren a las fortalezas del presidente de los mexicanos, pero en cuanto a sus debilidades, los que no lo quieren ni las investigan, estudian o exhiben, mucho menos las conocen o identifican. Los seres humanos siempre tienen fisuras. Las personales se dan en el carácter, la salud y la vocación o fe o creencia, las otras nos refieren a los afectos: la esposa, los hijos, los amigos que caminan como fieles escuderos para taparlo todo, para olvidarlo todo. A esos siempre se les paga con una palabra: gracias. He sido testigo de ello con Echeverría, López Portillo, De la Madrid, Zedillo…
En el diseño y construcción de los ámbitos de poder, de los espacios donde el que manda ha de moverse con seguridad y sin temores, siempre hay personajes que satisfacen una de dos exigencias -rara vez ambas-: lealtad y capacidad de negociación. El leal escudero que aguanta con la boca cerrada y la mirada en el piso, y el negociador que transa con los opositores de peso, con los políticos que algo significan en la construcción de consensos.
La lealtad recibida no se cuestiona ni se agradece; quien se beneficia de ella la ve como una obligación, la aprecia como una tarea cumplida, como una asignatura escolar o un compromiso religioso que ha de observarse a pies juntillas. Faltar a ella puede equivaler a jugarse la vida. La historia de Roma, del Tercer Reich, del Imperio, es muestra de ejemplos. La guillotina, las venas cortadas y el baño en agua caliente, o el disparo con la Luger.
La relación con el o los operadores políticos es otro tema, otra vertiente y distinto ámbito. No es un empleado ni un amigo, pero puede vérsele como a un posible sucesor, al convertirlo en alguien que el día de mañana podría mostrarse capaz de dar continuidad al proyecto compartido: ya sea el de la 4T, o el de la IV República, pues se supone que ambos se complementan y pueden ser resultado de la reforma del Estado, que ha de consolidar lo iniciado en diciembre de 1982: la transformación de México a través de la globalización… y lo que ésta exige.
Los analistas y articulistas anotaron a Ricardo Monreal, pero no sé si esa actitud sea vista con buenos ojos por parte del señor presidente constitucional.
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