Gregorio Ortega Molina
*Apremiados por lo visita de Ángela Merkel, que trajo en su agenda la muerte de periodistas, hacen metalectura de una sencilla colaboración periodística. Están nerviosos, tanto que leen lo que quieren, pero dejan de lado lo escrito
Transcribo, por su connotación, importancia y lo que infiere de mi texto, la respuesta de Gerardo de la Concha -apresurada, debido a la inminente llegada de Ángela Merkel en visita de Estado- a mi colaboración del 8 de junio último, que trata la muerte de activistas y periodistas.
G de la C: Qué irresponsabilidad tus disquisiciones mentirosas. Hablas de que ahora el gobierno federal manda ejecutar a periodistas o activistas mediante las Fuerzas Armadas y eso simple y llanamente no es cierto; te reto a que en lugar de pontificar y hacer citas literarias fuera de contexto des una sola prueba de afirmaciones tan contundentes y graves.
En México sí hubo un momento cuando el régimen respondió al desafío de la guerrilla urbana y rural y el movimiento de extrema izquierda, con asesinatos, torturas y desapariciones. Fue en los años 70.
Desde masacres de estudiantes como la marcha pacífica del 10 de junio hasta represiones militares sin titubeos como la del levantamiento de los “enfermos” y los trabajadores agrícolas de los campos cercanos a Culiacán en su olvidada Operación Asalto al Cielo, que culminó con varias ejecuciones por parte del Ejército. Pero sobre todo, las llevadas a cabo por la Dirección Federal de Seguridad, la Gestapo mexicana, y su costumbre de torturar hasta la muerte.
Pruebas de más de seiscientos desaparecidos después de su detención muestran la existencia de crímenes oficiales bajo los gobiernos de Luis Echeverría y José López Portillo. Pero la cifra crece si se suma la de otros cientos de muertos en enfrentamiento los cuales culminaban muchas veces en ejecuciones. Y la participación militar con el uso que se le dio al Campo Militar número 1 es un referente negativo de ese tiempo.
Además de los Presidentes señalados hay responsables específicos: Fernando Gutiérrez Barrios y Miguel Nassar Haro. Y todavía se mueven políticos reinventados como Manlio Fabio Beltrones, quienes traen esa mancha de origen. En algún arranque de sinceridad Beltrones ha dicho: “En ese tiempo los matábamos o los metíamos”, para referirse al trato oficial con los extremistas de izquierda.
Miguel de la Madrid se vio obligado a disolver la Dirección Federal de Seguridad que se corrompió totalmente con el narcotráfico. Y el responsable de la misma era Manuel Bartlett hoy asociado del echeverrista López Obrador. Fue la DFS quien asesinó al periodista Manuel Buendía en una oscura intriga que tenía que ver precisamente con el narcotráfico dirigido desde las esferas oficiales.
Pero sólo en los 70 el régimen violentó el estado de derecho de forma extendida, en lo que se conoce como la ” guerra sucia”. También la guerrilla urbana y rural y el extremismo izquierdista cometieron crímenes aunque no en la escala de esos gobiernos y sus altos responsables.
La de esos tiempos, es la última vez que en México ha habido una política criminal deliberada contra opositores políticos, si bien extremistas y radicales.
El error de Calderón en la guerra del narcotráfico fue instrumentar la estrategia de la DEA. Y el actual gobierno, cesando dicha estrategia, heredó de todos modos un problema complejo y debió mantener la participación de las Fuerzas Armadas para evitar ceder regiones enteras al control de los criminales. Pero ni Calderón ni Peña han auspiciado ni ordenado crímenes contra “periodistas y activistas”.
Y las ilusiones del echeverrista de López Obrador de que va a restaurar la pax narca es ignorar la complejidad de la mutación criminal, porque estos carteles o bandas ya no se dedican sólo al narcotráfico. López Obrador plantea una complicidad inaceptable, por ningún motivo debemos permitir esa restauración promovida por este demagogo.
El señor de la Concha no reproduce ninguna de mis palabras porque sencillamente no apunté nada de lo que él refiere. Está mi texto para referencia en: www.analisisafondo.com, www.almomento.mx, www.indicepolitico.net y www.gregorioortega.blog, subido con fecha 8 de junio último.
Después se dio un breve intercambio.
GOM: Gerardo, debes estar muy presionado, tanto que olvidaste leer o supones que escribí lo que no escribí.
¿Dónde señalo a las Fuerzas Armadas como responsables directas de la muerte de periodistas? Llegaste al último párrafo de mi texto: “El país se desliza por una peligrosa pendiente que conduce al infierno social. Los civiles se empeñan en servirse de los militares, pues son ellos los que toman las decisiones, y los jefes de las FFAA escuchan deliberadamente el canto de las sirenas, cuando debieran amarrarse al mástil del mandato constitucional ya establecido, y a lo señalado por la Ley Orgánica a del Servicio Público Federal. Adiós a la paz social”.
Escribí con todas sus letras que los civiles, quienes toman las decisiones, se empeñan en servirse de los militares.
A activistas, periodistas y demás, los ejecutan, lo que es cierto, pero nunca señalé ni señalo a nadie abiertamente. El lector de mis textos infiere lo que le venga en gana, ¿o no?
Reposa, lee bien y medita, porque te vas a enfermar.
¡Ah, por favor no adjetives, pierdes objetividad!
G de la C: “Los fallecidos de manera violenta debido a la decisión de alguno de los tres niveles de gobierno, adquieren la dimensión de crímenes políticos”. No lo invento, ahí están tus palabras. Increíble que lo digas e increíble que te desmientas de haberlo dicho.
El actual gobierno no es el gobierno criminal de Echeverría que quiere restaurar López Obrador.
GOM: ¿Qué es un crimen político? ¿Debe estar perpetrado por una autoridad? ¿O sólo ignorado por ella, por verse incapaz de cumplir un mandato constitucional, por vacío de poder o por complicidad? ¿Necesita matar un responsable de alguno de los tres niveles de gobierno, para que sea crimen político? Por donde lo veas son crímenes políticos por la ausencia del Estado en muchos lugares de la república. Lástima que no entiendas que no entiendes. Saludos.
Más adelante haré pública mi posición. Hasta entonces.
Nos leemos el lunes.