*Ser líder político y social y además propietario del poder Ejecutivo en una sociedad, requiere de conocerla y establecer una relación de empatía que, al menos en los últimos 4 sexenios, los presidentes mexicanos escondieron bien o carecieron de ella. Equivocarse o acertar es privilegio del que debe tomar la decisión desde el poder, y ésta es personal, íntima, pues los resultados de lo trascendente no son inmediatos, se percibirán en lustros o décadas; por el contrario, las consecuencias de las equivocaciones son inmediatas, como ahora
Gregorio Ortega Molina
Miente quien asegure haber estudiado para ser titular del Poder Ejecutivo, o presidente de la SCJN, o legislador, o desempeñarse como responsable de una secretaría de Estado. Se nace con la pulsión del poder -político, económico, espiritual-, y cuando se tiene sólo unos cuantos la satisfacen, la mayoría se queda en la puerta y lo ve pasar.
La frase de Carlos Salinas de Gortari a Raúl Salinas Lozano es claro ejemplo de lo que digo: “Nos tardamos, pero llegamos”. El presidente constitucional de 1988 a 1994 fue un verdadero animal político. Ninguno de los sucesores tuvo sus atributos para mandar, como los tuvo para obedecer antes de llegar.
Para saber mandar se debió haber aprendido a obedecer. Quien no obedeció, jamás sabrá girar ordenes, imponer su criterio o conocimiento, porque tendrá la humilde capacidad de consultar, buscar respuestas para ofrecer y darse a él mismo las mejores opciones.
Lo único cierto que no hay un manual de instrucciones para el ejercicio del poder. Podemos acceder a consideraciones ética, morales, al marco legal y constitucional de lo que puede y no hacerse, pero nada ni nadie enseña sobre el cómo y porqué tomar tal o cual decisión en detrimento de otra.
La historia de los líderes, de las naciones, de las repúblicas, sólo son marco de referencia, porque las sociedades son diferentes, con carácter propio y necesidades específicas debido al entorno y al comportamiento de los líderes que gobiernan, pero no mandan. Hoy los que mangonean no habitan en las sedes del poder.
También es necesaria la consideración del entorno geográfico, porque éste determina el carácter del pueblo al que se gobierna y sus aspiraciones y relación con la naturaleza. Trabajar en las empacadoras de pescado en Alaska no es lo mismo que hacerlo en las maquiladoras de Ciudad Juárez, como tampoco puede equipararse vivir de la pesca en las aguas del norte y en la oscuridad, que ser pirata en las costas africanas.
Ser líder político y social y además propietario del poder Ejecutivo en una sociedad, requiere de conocerla y establecer una relación de empatía que, al menos en los últimos 4 sexenios, los presidentes mexicanos escondieron bien o carecieron de ella. Equivocarse o acertar es privilegio del que debe tomar la decisión desde el poder, y esta decisión es personal, íntima, pues los resultados de lo trascendente no son inmediatos, se percibirán en lustros o décadas; por el contrario, las consecuencias de las equivocaciones son inmediatas, como ahora.
www.gregorioortega.blog @OrtegaGregorio