*Si consideramos los millones de desempleados que se registran desde el inicio de la pandemia (o los empleos perdidos, si se prefiere), más la imposibilidad del señor AMLO para cumplir su oferta de crear dos millones de salarios con ISR, a lo que debe sumarse el número real de muertes y el páramo al que se enfrenta la economía, ¿cómo confiar en lo que nos dice el guía espiritual y político de millones de mexicanos? La realidad lo avasalló; nada hará por enmendar
Gregorio Ortega Molina
Resulta inquietante el intento de discernir el por qué el señor AMLO se mantiene firme en su reticencia a servirse del cubre bocas y a permanecer guardado en Palacio Nacional. No quiero ni pensar en la manera en que pudieron reaccionar sus padres cuando, de pequeño, dijo alguna imprudencia. Quizá le lavaron la boca con jabón.
En cuanto a permanecer quieto, habrá que preguntar a los “especialistas” acerca de las razones por las cuales una persona necesita, de manera imperativa, estar en constante movimiento.
Pues bien, ninguna de las dos actitudes arriba señaladas lo salva de confrontarse con la horrible verdad, esa que sale en los periódicos que él denuesta por animadversión y porque los considera enemigos, más que adversarios, porque, así lo siente, están en contra de MORENA. Hoy las estadísticas y las malditas redes sociales impiden deformar la realidad para adecuarla a los intereses políticos.
En el ensayo de Alberto Ortega y Venzor mencionado ayer, encontramos elementos que nos permiten suponer las razones por las cuales se avinagra el carácter del señor AMLO. A la letra señala:
“… el gran reto de la estadística, al generar información a partir de los datos que obtiene de la realidad, es asegurar que éstos tengan un valor objetivo de verdad o de falsedad (que en estadística se denomina “margen de error”; “inexactitud posicional” e “incompletitud” en el caso de los datos geográficos), en virtud de que la realidad existe, tal cual es, independientemente de las metodologías y mejores prácticas para descubrirla.
“En este espectro de lo necesario y lo contingente en que se desenvuelven las tareas estadísticas, parece que se trata al mismo tiempo de un arte y una ciencia que tienen que ver con la razón práctica y la razón científica. Esta última bajo los parámetros de las llamadas ciencias de los fenómenos cuyo proceso consiste en observar y medir hechos que se registran como datos que son matemáticamente inteligibles y que son verdaderos en cuanto su representación no se separa de la realidad a la que se refieren y que se construyen como entes abstractos por medio de símbolos”.
Imposible negar lo que “el INEGI da a conocer a través del Índice Global de Personal Ocupado de los Sectores Económicos (IGPOSE) durante marzo de 2020.
“El IGPOSE es un índice que une en un solo producto estadístico los datos de personal ocupado que reportan las encuestas económicas para los sectores construcción, industrias manufactureras, comercio y servicios privados no financieros, fortaleciendo la infraestructura estadística sobre el tema del empleo.
“Con cifras desestacionalizadas, en marzo de 2020, el IGPOSE alcanzó un nivel de 109.2 puntos y presentó una disminución de 0.3% respecto al mes previo. Además, tuvo una disminución de 1.1%, al compararse con marzo de 2019; también este índice registró un nivel de 110.4 puntos, no presentó variación respecto al mes previo y obtuvo un incremento de 0.6% con relación a marzo de 2018”.
Si consideramos los millones de desempleados que se registran desde el inicio de la pandemia (o los empleos perdidos, si se prefiere), más la imposibilidad del señor AMLO para cumplir su oferta de crear dos millones de empleos, a lo que debe sumarse el número real de muertes y el páramo al que se enfrenta la economía, ¿cómo confiar en lo que nos dice el guía espiritual y político de millones de mexicanos? La realidad lo avasalló, y nada hará por enmendar.
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