viernes, abril 19, 2024

LA COSTUMBRE DEL PODER: Ley de Seguridad Interior: barbaridad enorme

Gregorio Ortega Molina

 

*Transfieran a la Defensa Nacional las facultades que en ese ámbito tiene Gobernación, para lo que habrá que contemporizar con el almirante Vidal Soberón, pues según lo dicho por las autoridades de EEUU, es más confiable la Armada que el Ejército

 

Después de que los gobiernos federales presididos por Acción Nacional y el PRI nos sumergieran en un río de sangre, producto de la espiral de una violencia inenarrable, de la humillación de padecer una corrupción sin medida y de exprimir los bolsillos de los mexicanos de a pie, sin alternativa visible a la crisis económica, todavía se empeñan en cometer la barbaridad monumental de querer imponer una Ley de Seguridad Interior, por el momento atorada en el Congreso.

La Ley Orgánica del Servicio Público Federal precisa que la responsabilidad constitucional y legal de la seguridad interior del país compete a la secretaría de la Gobernación, en otras naciones conocida como ministerio del Interior.

Para el éxito de la propuesta de Ley de Seguridad Interior, lo primero que ha de hacerse es dejar perfectamente establecidas las razones de su necesidad, y asumir la responsabilidad del fracaso de Miguel Ángel Osorio Chong en ese rubro, pues si recobró para la secretaría del despacho que preside las facultades que le fueron transferidas a Genarito García Luna, ahora está a punto de perderlas, y no exactamente por sus aciertos.

     La Ley referida indica como competencia de la secretaría de Gobernación:

  1. Conducir la política interior que competa al Ejecutivo y no se atribuya expresamente a otra dependencia… favorecer las condiciones que permitan la construcción de acuerdos políticos y consensos sociales para que, en los términos de la Constitución y de las leyes, se mantengan las condiciones de unidad nacional, cohesión social, fortalecimiento de las instituciones de gobierno y gobernabilidad democrática;
  2. Vigilar el cumplimiento de los preceptos constitucionales por parte de las autoridades del país;

XII. Formular y ejecutar las políticas, programas y acciones tendientes a garantizar la seguridad pública de la Nación y de sus habitantes; proponer al Ejecutivo Federal la política criminal y las medidas que garanticen la congruencia de ésta entre las dependencias de la Administración Pública Federal; comparecer cada seis meses ante las comisiones de Gobernación y de Seguridad Pública del Senado para presentar la política criminal y darle seguimiento cuando ésta se apruebe o se modifique; coadyuvar a la prevención del delito; ejercer el mando sobre la fuerza pública para proteger a la población ante todo tipo de amenazas y riesgos, con plena sujeción a los derechos humanos y libertades fundamentales; salvaguardar la integridad y los derechos de las personas; así como preservar las libertades, el orden y la paz públicas;

XIII. Presidir el Consejo Nacional de Seguridad Pública en ausencia del Presidente de la República.

     En el cumplimiento fallido de las atribuciones anteriores, hay un vacío de autoridad del tamaño de las ejecuciones, asesinatos, desapariciones y todo lo que nos lleva a vivir en la inseguridad pública, en el quiebre de la seguridad interior que padecemos, pues el poder armado de los barones de la droga y sus sicarios, trasciende los problemas de delincuencia organizada, adquiere la dimensión de un riesgo a la seguridad interna de México.

Si a pesar de ello desean involucrar de manera “legal” a las FFAA en esta contienda, darle al general secretario Salvador Cienfuegos lo que pide a gritos, lo mejor sería que transfiriesen a la Secretaría de la Defensa Nacional las facultades que en ese ámbito tiene Gobernación, para lo que habrá que contemporizar con el Almirante Vidal Soberón, pues según lo dicho por las autoridades de EEUU, es más confiable la Armada que el Ejército.

De ninguna manera pueden limitarse a encimar a la secretaría de la Defensa Nacional sobre la de Gobernación, y subordinar un encargado de despacho a otro, porque equivaldrá al caos.

Amable lector, usted ¿qué opina?

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