*¿Para qué, entonces, los plásticos para el bienestar? Nos hemos convertido en nuestros propios verdugos, al transformarnos y permanecer como amantes desvergonzados de la demagogia. Gustamos de que nos endulcen el oído, a pesar de que sabemos que ninguno de los cuentos es verdad. ¿Qué se requiere para que los mexicanos estemos, todos, bien alimentados? Honradez y honestidad de las políticas públicas. No hay renovación nacional, sólo un revolcón en el mismo chiquero
Gregorio Ortega Molina
El problema que hoy enfrentan los gobiernos del mundo, nos trasciende. Los humanos nos mostramos incapaces de escuchar los consejos bíblicos, hemos cedido la razón y el corazón a un supuesto conocimiento universal, a la necesidad concupiscente de tener todo, aunque la vida no alcance para consumirlo.
Si fuésemos capaces de todavía recurrir a los libros sapienciales, nos enteraríamos, a toro pasado y muchos años después, de que “la peste es una de las plagas que más huella ha dejado en la historia del ser humano, probablemente junto a la viruela. Algunos estudiosos relacionan la caída del Imperio Romano con la dispersión de esta enfermedad. Durante siglos la peste fue una catástrofe capaz de dejar ciudades completamente devastadas, en las que a veces «no quedaron vivos suficientes como para enterrar a los muertos». En el Siglo XIV, la Muerte Negra, una terrible plaga de peste, acabó con el 60% de la población europea, según el Centro de Prevención y Control de Enfermedades de Estados Unidos (CDC)”.
El INEGI nos obsequia con la siguiente advertencia, para ayudarnos a comprender el tamaño del problema. “De las empresas en el país estimadas por la Encuesta sobre el Impacto Económico generado por Covid-19 (ECOVID-IE), poco más de la mitad instrumentaron paros técnicos como medida de prevención, 93.2 % registró al menos un tipo de afectación y la mayoría priorizó el no despido de personal por sobre la reducción de remuneraciones y/o prestaciones.
“Se estima que de las empresas en el país estimadas por la ECOVID-IE, poco más de la mitad instrumentaron paros técnicos o cierres temporales como medida de prevención, mientras que 40.4% no lo hicieron. Por prioridad económica, las empresas consideradas como esenciales y que llevaron a cabo paros técnicos o cierres temporales de 21 días o más, registraron 41.4% y las no esenciales 50.5 por ciento.
“El 93.2 % de las empresas registró al menos un tipo de afectación debido a la contingencia sanitaria por Covid-19. La mayor afectación fue la disminución de los ingresos, con 91.3 por ciento. Le siguió la baja demanda que a nivel nacional se reportó en 72.6% de las empresas consultadas.
“La mayoría de las empresas priorizó el no despido de personal, por sobre la reducción de remuneraciones y/o prestaciones con porcentajes a nivel nacional de 19.1 y 15.4% respectivamente.
“Solo 7.8% obtuvo algún tipo de apoyo, mientras que el resto (92.2%) no recibió ayuda de ninguna índole. La mayor parte de los apoyos que obtuvieron las empresas (88.8%) provinieron de los gobiernos (federal, estatal o municipal). La causa principal para no recibir apoyos fue porque no tenían conocimiento, con 37.4 por ciento”.
Pero no solo de pan vive el hombre… y en un mundo como el que habitamos, en una cultura como la que construimos, en una civilización como la edificada, ¿entonces de qué viven los humanos, si no es de alimentos? También hay que darle algo al ego, que para eso son los discursos mañaneros, ¿o no?
Para entender que el futuro se nos presenta negro, vale la pena retomar el texto de Ana Bertha Pérez Lizaur, presidenta del patronato de la IAP Alimento para todos. Quizá entonces valoremos que la solución no está exclusivamente en el gobierno, sino que es una corresponsabilidad social en la que los políticos no saben o no quieren participar.
Escribió Pérez Lizaur: “El hambre y la mala nutrición son los problemas más grandes que aquejan a las personas en situación de pobreza en el mundo. Principalmente para quienes no pueden acceder a la alimentación suficiente y adecuada debido a una o varias de las siguientes razones: insuficiente acceso económico; escasa accesibilidad alimentaria; inadecuada preparación y distribución de los alimentos e incapacidad para adquirir enseres o utensilios para la preparación adecuada de los alimentos”.
¿Para qué, entonces, los plásticos para el bienestar? Nos hemos convertido en nuestros propios verdugos, al transformarnos y permanecer como amantes desvergonzados de la demagogia. Gustamos de que nos endulcen el oído, a pesar de que sabemos de que ninguno de los cuentos es verdad. ¿Qué se requiere para que los mexicanos estemos, todos, bien alimentados? Honradez y honestidad de las políticas públicas. No hay renovación nacional, sólo un revolcón en el mismo chiquero.
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