* Todo indica que hay que sacar, otra vez, al PRI de Los Pinos, pero no para entregarlo al PAN; pagamos el costo de la “docena trágica”. El PRD es inexistente, Morena parece iluminar los ojos y la esperanza de muchos electores. Debemos preguntarnos, entonces, ¿es AMLO el dueño del destino de México, o debemos salir, millones de Diógenes, a buscar al líder que sí lo sea?
Gregorio Ortega Molina
En política toda acción que aspira a modificar el curso de los acontecimientos (pensar en la transformación histórica de la patria es pretensión tonta) tiene un momento adecuado. Si antes, fracasa, si después, peor.
La tibieza, indecisión y complicidad de los políticos que determinan el futuro de la nación, ha dado al traste con oportunidades que pudieron habernos resuelto la vida democrática, por las reformas legales propiciadas, aunque nunca, jamás puestas en operación, o por el pavor a hacer lo que ha de hacerse, a pesar de los “supuestos” compromisos adquiridos. Nadie respeta la relación con los electores.
El Frente Democrático Nacional favoreció el rompimiento de la perversa subordinación del elector al PRI, lo que de ninguna manera pudo permitirse, por lo que para legitimar -ahora lo sabemos- un triunfo que no fue de él, Carlos Salinas de Gortari estableció complicidades que le parecieron definitivas y definitorias, e inició el principio de la pudrición del PRD con el encuentro en lo oscurito con Cuauhtémoc Cárdenas.
A cambio, los electores recibieron migajas, salvo la ciudadanización del IFE, hoy inexistente.
Alargar artificialmente la vida al llamado partido de las mayorías, propició que el peso se revaluara y devaluara en menos de seis años, que hiciera irrupción el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, la muerte de Juan Jesús Posadas Ocampo, Luis Donaldo Colosio y José Francisco Ruiz Massieu y, además, se abrieran a la venta las instituciones financieras recién privatizadas, la producción de energía y el programa para destruir las refinerías.
Con lo que ahora vivimos resultan claras las intenciones del proyecto de desincorporar los activos de Estado mexicano para ponerlos en manos de extranjeros, la mayoría de las veces con administración ineficiente, pero que esperan puntualmente ser rescatados para cumplir con un servicio que, de otra manera, se negarían a prestar.
Con este proyecto económico perfectamente conceptuado y puesto en marcha para debilitar la ideología, la idea de patria y las leyes que, mal que bien, nos habían permitido vivir en santa paz, sólo les falta destruir el proyecto político; lo lograrían si deciden, en medio de una elecciones reñidas, buscar la formación de gobierno de coalición, quizá con idénticos resultados a los logrados en España y Portugal.
Todo indica que hay que sacar, otra vez, al PRI de Los Pinos, pero no para entregarlo al PAN; pagamos el costo de la “docena trágica”. El PRD es inexistente, Morena parece iluminar los ojos y la esperanza de muchos electores. Debemos preguntarnos, entonces, ¿es AMLO el dueño del destino de México, o debemos salir, millones de Diógenes, a buscar al líder que sí lo sea? Pero nunca, más, gobiernos de transacción, que a eso llegan las coaliciones.