José Cruz Delgado/
La reciente renuncia al Partido de la Revolución Democrática presentada por el senador guerrerense Armando Ríos Piter, se agrega a una larga e histórica lista de militantes de dicho partido que han decidido separarse de las filas del mismo.
Y es que aún cuando las posiciones presentadas por el reconocido “Jaguar” en la cámara alta fueron de acompañamiento a las reformas propuestas por el Ejecutivo federal y distantes a una agenda legislativa progresista, su salida hacia un frente político de corte independiente abre otro canal de fuga de militantes del PRD, ahora ya no únicamente hacia otras fuerzas de izquierda, sino al activismo político fuera de los partidos.
La salida de cuadros políticos de las filas del PRD no es un fenómeno reciente y desde 1991 con las renuncias de José Woldenberg, Pablo Pascual Moncayo y Adolfo Sánchez Rebolledo; comenzó un proceso permanente de reconfiguración de este partido surgido en la génesis del Frente Democrático Nacional, hasta adquirir la condición que ahora tiene.
Porfirio Muñoz Ledo, Arnaldo Córdova, Adolfo Aguilar Zinser, Rosalbina Garavito, Andrés Manuel López Obrador, Alfonso Ramírez Cuéllar, Cuauhtémoc Cárdenas, Alejandro Encinas, Rosario Robles; son algunos nombres que se suman a la cuenta de quienes han dejado la militancia de dicho partido para hacer labores políticas, sociales o académicas desde otros frentes.
Y es que a la izquierda le es dada esa condición de permanente flujo de sus militantes debido justamente a la adaptabilidad que deben tener sus banderas y sus frentes de lucha, para poder ser un instrumento útil a las causas de las minorías.
Sin embargo, lo que hace que este fluir de sus simpatizantes, al menos en el caso del PRD, se convierta en una situación anómala, son las razones del mismo ya que detrás de las recientes salidas de miembros connotados del sol azteca se encuentra una fractura de posiciones ideológicas y políticas que debiese, como lo sería normal, abrir paso a una fuerte reflexión y autocritica al interior de la dirigencia de dicho instituto político.
No ha sido así. Desde la salida de Cuauhtémoc Cárdenas, este partido ha mantenido la misma línea de conducción en el terreno político y ha minimizado las renuncias que han sucedido a la del fundador y líder moral del PRD, dándoles el tratamiento de hechos aislados.
La permanencia del PRD en el espectro electoral para los próximos años dependerá justamente de su capacidad de asimilar y procesar sus desaciertos y reajustar su agenda a las demandas ciudadanas. Este partido que nació ganando en las calles una elección presidencial y siendo víctima de un fraude orquestado desde el poder, debe volver a sentirse cómodo abanderando las causas populares y negándose a las tentaciones de los acuerdos palaciegos.
Es probable que el centro de gravitación de las fuerzas progresistas haya cambiado de sitio y que ahora sea el PRD quien deba renunciar a su carácter protagónico, tal como lo hicieron en su momento el Partido Mexicano Socialista y otras organizaciones que disolvieron su existencia para enfrentar la coyuntura histórica que significó la elección de 1988.
En el momento actual, convendría apostar a que quedan en el PRD resquicios de una izquierda con vocación de transformación social y que estas vetas de militantes honestos y de dirigentes comprometidos serán capaces de sobreponerse para colocar por delante la enorme tarea de transformar al país desde la izquierda; sólo así es probable que pueda contenerse la diáspora perredista.