*Lo que se requiere -más que la aprobación tácita del pueblo bueno y sabio- para trascender la tentación de reelegirse, es que el hambre no apriete y el dinero alcance para todo lo ofertado, pues de lo contrario la violencia ascenderá en espiral de fuego, porque a los sicarios pueden sumarse otros grupos armados que quieran mostrar su descontento
Gregorio Ortega Molina
La economía es más un sentimiento que una ciencia, en idéntica medida a como la inseguridad jurídica para preservar los bienes, es más una sensación que una certeza.
Considero que la mejor definición de lo que realmente ocurre con el PIB la proporciona Francisco Suárez Dávila en su texto de El Universal del 17 de septiembre último. Vivimos apasionadamente en un estancamiento estabilizador; es decir, ni para atrás, ni para adelante, y ocurre lo mismo que con el agua estancada, lo que tiene vida y no se mueve, se pudre.
Cierto es que el escenario internacional no ayuda, y a éste habrán de sumarse la presión de Estados Unidos sobre el gobierno de la 4T por el asunto de los migrantes, el inicio del proceso de juicio político, y los propios errores del cambio de régimen, que espanta a los empresarios nacionales, en lugar de acrecentar su confianza de que nada ocurrirá en contra de sus inversiones, y se respetarán (¿ahora sí?) los acuerdos internacionales a pesar de renegociaciones dudosas, como es el caso de los gasoductos.
Hubo otros caminos para poner orden económico contra la corrupción en el caso del AICM-Texcoco, pero Andrés Manuel López Obrador, presidente de todos los mexicanos y con mandato constitucional, eligió el más radical para pintar su raya, para decir aquí estoy, sin importar las consecuencias en la economía de los hogares, que la tienen y nadie quiere cuantificarla.
De cualquier manera, todos perdimos, porque el florero regresó a su lugar en el escenario político nacional, con una decoración que lo encorseta más, y a el resto, a sus gobernados, nos eleva el precio de vivir.
No quiso darse cuenta de que la economía no tiene palabra de honor, porque el dinero no conoce ese término, ese valor ético. Sus necesidades son otras, satisfacer las pulsiones de sus dueños a través de una certeza jurídica absoluta, pero como quienes sostienen en sus manos el mecate corto del poder también son seres humanos, no es difícil que flaqueen por el lado de la necesidad absoluta de cumplir con su palabra. En medio de tanta madrugada, mañana olvidan lo dicho hoy.
Lo que ahora deberán mostrar es su capacidad para establecer empatía entre ellos y los barones del billete, porque lo que se requiere -más que la aprobación tácita del pueblo bueno y sabio- para trascender la tentación de reelegirse, es que el hambre no apriete y el dinero alcance para todo lo ofertado, pues de lo contrario la violencia ascenderá en espiral de fuego, porque a los sicarios pueden sumarse otros grupos armados que quieran mostrar su descontento.
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