*Dejada atrás hace muchos años la política del garrote hacia América Latina, Donald J. Trump decidió transformarla en la diplomacia del twitter, sucia, irrespetuosa, irresponsable, sin forma y sin oficio
Gregorio Ortega Molina/
A un soez y zafio no debe respondérsele en su mismo lenguaje, porque entonces la discusión sube de tono, de la agresión verbal puede transitarse a la física. No se requiere de armas, sino de órdenes ejecutivas apoyadas por la Casa de Representantes, y con aranceles, al menos.
Los dimes y diretes ocurridos entre el presidente mexicano y el de Estados Unidos muestran, con claridad, un hecho incontrovertible: la falta de oficio político y diplomático de ambos, y la falta de inteligencia en sus gabinetes de relaciones exteriores.
El primero en equivocarse fue el candidato Donald J. Trump. El hecho de no haber accedido al poder cuando emitió su twitter desde Arizona, quizá pueda exculparlo. Quien enredó peor el escenario fue EPN, porque sin necesidad, pues él era ya un jefe de Estado, descendió a la calle y quiso hacerse de golpes con un pandillero experto. Obvio, perdió el primer round.
Nuestro presidente debió recordar el oficio mostrado por Fidel Castro Ruz, cuando Vicente Fox Quesada le dijo, sin miramientos, “comes y te vas”. Así lo hizo, asistió a la Cumbre de Monterrey y guardó las formas, aunque después lo exhibió.
A todo twitter ofensivo, EPN debió responder con notas diplomáticas formales, para mostrar profesionalismo, educación y autoridad, pero por él mismo o mal aconsejado, decidió fajarse con un peleador cargado de mañas y trucos, que lo mismo usa anillos de metal para lesionar, que justifica con mentiras la suciedad de su pelea ilegal e ilegítima.
Dejada atrás hace muchos años la política del garrote hacia América Latina, Donald J. Trump decidió transformarla en la diplomacia del twitter, sucia, irrespetuosa, irresponsable, sin forma y sin oficio. Su actitud me recuerda la película The Warriors, dirigida por Walter Hill e inspirada en la novela, del mismo título, de Sol Yurick.
Es el viaje de Odiseo reducido a la huida de una pandilla a través de Nueva York. No hay cuartel.
Las mentiras expresadas y magnificadas por el propio presidente de Estados Unidos no requieren desmentirse, es voz pública esa verdad que muestra lo que queda del Imperio, como el gran abusador en América y en el mundo.
Insisto en mi afirmación de hace tres semanas. Los colegios electorales estadounidenses llevaron al poder a un hillbilly neoyorquino, al cual el dinero no lo exime de esa condición. Lo importante sería saber qué grupos de poder están detrás de ese proyecto.