*Puede ser que los 43 despojos de los chicos de Ayotzinapa se transformen, ahora, en la piedra fundacional de su proyecto político transexenal, metaconstitucional y extra legal. Ya atestiguaremos, y muy pronto
Gregorio Ortega Molina
Es ahora cuando Alejandro Encinas debe recordar, con absoluta claridad, el costo de su obsecuencia con Manuel Andrés López Obrador. Por él cerró los ojos a la ilegalidad o legalidad del plantón en Reforma, para lo cual escondió la ley y disminuyó su autoridad como Jefe de Gobierno del todavía Distrito Federal.
Encinas no es ningún recién llegado a la sombra de la cúspide del poder. Conoce de tejes y manejes y está cierto de que la información que se le allega al primer mandatario puede ser verdad, aunque presentada con malicia y acompañadas de múltiples agujas para sacar diversas hebras. Obvio desconoce en qué preciso instante se enteró de “su” verdad histórica y decidió, como durante el sexenio que lo precedió, hacerse el occiso, porque dada la fragilidad política del entonces anquilosado presidencialismo -hoy otra vez tan poderoso como después de la ejecución de Álvaro Obregón-, es imposible que esa verdad se haga pública, a menos de que se piense ir al cambio de modelo político.
Si el hoy residente del fastuoso Palacio Nacional decidió servirse de la muerte y desaparición de los 43 para llegar al poder, y hacerse de la imagen de que se desempeñaría -lo que no sucedió- como un presidente de la República impoluto y contrario a la corrupción y la impunidad, lo mismo hará para terminar su periodo constitucional de manera impoluta, según él, aunque la opinión pública ya se haya hecho de otros datos.
Ahora nuestro “amado” líder sabe del verdadero valor de la advertencia de Aurelia a su hijo Julio César: “… Aunque ya que lo mencionas: la sangre y el poder, hijo mío, están hechos de la misma sustancia; la sangre engendra poder y el poder se construye sobre mucha sangre”.
Es posible que haya tomado la decisión de hacerse el tío lolo con lo de Ayotzinapa, al mismo tiempo en que decidió borrar la razón histórica por la cual se construyó Los Pinos, convertir la residencia presidencial oficial del Presidente de la República en la casa del pueblo, porque intuyó, desde temprano en 2018, que su destino político inmediato se hace uno con el destino de las Fuerzas Armadas.
Puede ser que los 43 despojos de los chicos de Ayotzinapa se transformen, ahora, en la piedra fundacional de su proyecto político transexenal, metaconstitucional y extra legal. Ya atestiguaremos, y muy pronto.
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En el caso del agua contaminada -sea por accidente o con intencionalidad política- en un pozo de la delegación Álvaro Obregón, con destino al consumo humano de la Benito Juárez, hay más preguntas que respuestas. Nunca nos enteraremos de la verdad.
No debemos olvidar que es en la Benito Juárez donde supuestamente hizo su agosto el cártel inmobiliario, y donde el rechazo a Morena es contundente. ¿Es una acción política? Nunca lo sabremos.
www.gregorioortega.blog @OrtegaGregorio